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PARALELISMO

Dos profesores nacionales

Pocos se acuerdan de Marcelo Sánchez Sorondo, periodista, profesor y paradigma del político nacionalista, una especie de otra época que siempre fue sospechosa de disimular una zeta en la denominación de su ideología

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Pocos se acuerdan de Marcelo Sánchez Sorondo, periodista, profesor y paradigma del político nacionalista, una especie de otra época que siempre fue sospechosa de disimular una zeta en la denominación de su ideología. En marzo de 1973, Sánchez Sorondo fue segundo candidato a senador por la Capital Federal en la boleta del Frejuli, la coalición que llevó al gobierno a Héctor J. Cámpora. Mientras que la fórmula presidencial ganó en primera vuelta, hubo que recurrir a una segunda para dirimir esa plaza de senador y allí Sánchez Sorondo perdió contra Fernando de la Rúa.
Desde las páginas de la revista Azul y Blanco que dirigió Sánchez Sorondo se combatía a los enemigos de la patria, es decir a los liberales y los extranjeros. Los nacionalistas eran católicos, autoritarios, militaristas y xenófobos. No le caían muy bien a lo que hoy se llamaría el “progresismo blanco”, la nueva bestia negra del kirchnerismo intelectual. Pero tampoco eran muy simpáticos entre el resto de la población, como demostró precisamente esa derrota del ’73.
“La Presidenta –cada vez más alejada de progresistas blancos y neoliberales– nos sorprende con medidas de fuerte tono nacional y popular”, dice un comunicado firmado por Luis D’Elía. Las medidas “nacionales y populares” incluyen misteriosamente el pago al Club de París. Más populista y mucho más genuflexo que el aristocrático Sánchez Sorondo, D’Elía tiene con él unos cuantos rasgos comunes. También es profesor y participa activamente en el debate periodístico. En sus intervenciones emplea un lenguaje agresivo y grandilocuente contra los enemigos de sus jefes o contra entidades abstractas a las que ataca como si poseyera la concesión absoluta de los valores nacionales. Por otra parte, sus visitas a Irán lo hacen casi tan impopular en la comunidad judía como solía serlo Sánchez Sorondo y, como él, tiene que vivir desmintiendo que no tiene la famosa zeta escondida. A ambos los une, finalmente, una palabra que solía utilizar cierto general que se destacaba, entre otras cosas, por su manejo de la ironía. A los aliados de ese tipo Perón los llamaba “piantavotos”.
*Crítico y escritor