En un diciembre caliente, no solo por las altas temperaturas, la realidad argentina presenta rasgos casi estentóreos, impensados en otros años, donde el último mes era el prolegómeno de vacaciones, cierre de actividades y planes a futuro.
En la actualidad, lamentablemente, los temas que sobresalen en la atención nacional en forma predominante son el mundial de fútbol y el histórico fallo que determinó la condena a la señora Cristina Fernández de Kirchner a seis años de prisión, inhabilitación para ejercer cargos públicos y la obligación de devolución de los dineros mal habidos.
Por supuesto que, dadas las instancias de apelación, este fallo tiene características más políticas que efectivas, ya que resta una segunda instancia y un eventual ulterior recurso a la Corte Suprema de Justicia.
No obstante, lo histórico de la sentencia ya no resulta ser que la vicepresidenta fuera simplemente imputada de corrupción o defraudación de dineros públicos, sino que ha recibido (en un juicio que tuvo sus inicios hace 14 años y atravesó numerosas instancias) una explícita condena, por más que no sea de cumplimiento efectivo en lo inmediato.
Apenas conocido el fallo, la vicepresidenta ocupó una amplia cadena de emisoras adictas, incluyendo la TV Pública, para pronunciar un encendido discurso en el que expresó, entre otros conceptos, su decisión de no presentarse a candidatura alguna en las próximas elecciones, por lo cual sus fueros habrían de caducar en diciembre de 2023.
Tales dichos han generado, obviamente, interpretaciones múltiples, desde aquellos que piensan (que pensamos) que constituye una puesta en escena para generar un operativo clamor por el que la masa de adictos le habría de rogar que revise ese renunciamiento (algo similar a lo ocurrido hace décadas con Eva Perón), hasta aquellos que estiman sea una decisión genuina.
La presentación de la vicepresidenta, a juicio de quien esto expresa, por fuera de reiterar una lección de arte dramático, augura que el destino más probable sea su candidatura a senadora, postulación que le aseguraría, sea cual fuere el resultado del acto electoral de 2023, tener confirmado su cargo –ya sea por mayoría como por minoría, aun con un resultado adverso–, y por ende sus fueros.
Estas dramáticas circunstancias institucionales se desarrollan en el marco de una angustiante e imparable inflación, que agobia a los sectores más humildes, pero que también afecta profundamente a las clases medias, imposibilitadas de equiparar el ritmo de sus ingresos con el avance de los precios.
Mientras tanto, el mundo observa con preocupación el devenir local, tal que las calificadoras internacionales han degradado la nota de la deuda argentina, advirtiendo los “profundos desbalances macroeconómicos” del país y las dudas en torno a la capacidad de repago de sus compromisos. La Argentina ostenta así una de las notas más bajas posibles para los instrumentos de deuda, siendo su riesgo país el peor de la región después de Venezuela, y manteniendo virtualmente cerrado el acceso a los mercados internacionales.
Casi simultáneamente, se acaba de publicar un informe de la respetadísima Universidad Católica Argentina, señalando que la pobreza ya alcanzó al 43,1% de la población, mientras que la indigencia es del 8,1%.
De acuerdo con el estudio, 18 millones de personas viven en situación de pobreza en la Argentina, es decir cuatro de cada diez argentinos, y uno de cada diez padece la indigencia, en un mercado de trabajo con altos niveles de exclusión, que hace imposible un modelo sustentable, concluyendo: “La tendencia en la Argentina es que no se crean buenos empleos. No hay aumento de la productividad a través de la inversión, y cuando no hay inversión no se crea suficiente empleo”. (La Nación, 6-12-22).
En este escenario mucho más que preocupante, la población asiste a una carencia de perspectivas futuras, con el oficialismo en un estado de degradación en su gestión gubernamental y carencia de propuestas hacia el futuro, aspecto este que también muestra la oposición, enfrascada en hipotéticas candidaturas.
Presente agobiante. Futuro incierto. Pobre perspectiva para la ciudadanía casi desesperanzada.
*Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.