Choqué la economía”. La frase sorprendió al pequeño y selecto grupo de periodistas deportivos que cada tanto son convocados por el Presidente, para conversar o para participar de los partidos de fútbol que se organizan y disputan en la quinta de Olivos. El que pronunció esa frase estaba en el centro de los allí presentes: era Mauricio Macri.
La confesión refleja la exacta dimensión de lo que ha pasado en estos tres años de su gestión. Está claro que el Presidente subestimó la dimensión de la herencia que le dejó el kirchnerato, sobreestimó su capacidad para enfrentarla y se equivocó al creer que con un ministro de Economía atomizado y con escaso poder político iba a poder navegar sin sobresaltos por las procelosas aguas de la realidad argentina. Lo más relevante –y, a la vez, preocupante– es que Macri está convencido de que eso no fue un error y, por lo tanto, se rehúsa a cualquier cambio. Es más, si alcanzase la reelección, la organización de su próximo gobierno sería la misma. Un amigo suyo desde hace más de treinta años –con el que suele conversar periódicamente y con quien estuvo pocos días atrás– lo encontró con algo de desconcierto y enojado. Uno de sus enojos es con varios de los periodistas que lo critican a él y a su gobierno. Entre esos periodistas está quien esto escribe.
Datos duros. Con los números que se publicaron esta semana –el índice de inflación y el índice de pobreza–, el balance del gobierno de Macri es catastrófico. Veamos:
* En lugar del 29%de pobreza que dio la UCA a fines de 2015, el índice de hoy está en 33%.
* Aumento de la pobreza en el conurbano bonaerense, que supera el 40% cuando estaba en 32% en 2015.
* Inflación: 48,5% de inflación (noviembre 2017- noviembre 2018) vs. 25-26% en diciembre de 2015.
* Devaluación cercana al 300%.
* Aumentó en 130 mil millones de dólares de deuda externa, que deja un legado de inexorable renegociación para 2020, gane quien gane.
* Pérdida del poder adquisitivo del salario de 9 puntos porcentuales; la gente cobra casi un 10% menos, con menos poder de compra que en 2015.
* Aumento de la presión tributaria; Macri vino a bajar el impuesto a las ganancias y no solo lo aumentó, sino que aumentó la presión impositiva global.
Con estos guarismos nadie sabe cómo el oficialismo va a enfrentar el desafío electoral del año que viene. Tal como lo señaló Carlos Melconian, “no hay ningún antecedente de que un gobierno gane las elecciones con estas variables económicas”.
La próxima semana habrá una reunión importante del ministro de la Produccíon, Dante Sica, con la cúpula de la Unión Industrial Argentina. Los directivos de la UIA presentaron un documento de 35 puntos que resume las observaciones críticas a la política económica del Gobierno. En su esencia se subraya allí la ausencia de un plan productivo en la Argentina y se señala que lo que hay es tan solo un plan para bajar la inflación, insuficiente para generar condiciones de inversión.
Si esto fuera una empresa, tenemos un contador que está bajando los gastos, pero también hay que tener un ingeniero que te diga cómo hacer para que las máquinas trabajen mejor y un director comercial que diga cómo vender más, porque si no lo único que se hace es perdurar y no generar más valor”, señala un miembro de la conducción de la entidad empresarial, que agrega: “Lo que está haciendo la Argentina hoy es perdurar, el Gobierno en estos tres años a la industria no le ha dado ninguna importancia”.
Con el año electoral encima, las encuestas vuelan. Los que dentro del Gobierno tienen contacto con la realidad no están sorprendidos de ver que los números son adversos para el oficialismo. Una encuesta de Sinopsis mostró que Macri podría perder en segunda vuelta contra Felipe Solá y contra Juan Manuel Urtubey. Quienes escuchan a María Eugenia Vidal dan fe de la evaluación realista que hace de las perspectivas electorales suyas y del gobierno nacional. Ahí se acepta la posibilidad cierta de una derrota.
Lo que viene. Enero, febrero y marzo serán meses cruciales para el oficialismo. Lo serán también para Sergio Massa, que tiene un desafío: de aquí a marzo debe resolver el problema de su mala imagen en muchos sectores. Hoy tiene más de 50% de imagen negativa. Si no soluciona ese problema, no puede ser candidato. El adoptó una estrategia que fue desaparecer de los medios durante un año. Eso no le dio resultado. Por eso, ahora contrató al consultor catalán Antoni Gutiérrez Rubí, quien le está sugiriendo algunos cambios de conducta política.
Mientras tanto, la sombra de la impunidad oscureció una vez más la realidad política vernácula. Eso es lo que significan las prisiones domiciliarias otorgadas a Amado Boudou, a su ex socio José María Núñez Carmona y a Nicolás Ciccone, condenados por la fallida compra fraudulenta de la empresa Ciccone Calcográfica. Y los responsables de este fallo no fueron ninguno de ellos. Los responsables de esto son jueces, juezas y fiscales. Pero no son solo los involucrados en este caso. Porque hay jueces, juezas y fiscales que con sus decisiones avalan la impunidad en otros.
Esto llega hasta la mismísima Corte Suprema de Justicia. Recordemos el fallo que le permitió a Carlos Menem competir en la elección de 2017 a pesar de que estaba condenado por la Cámara Federal de Casación Penal por la venta ilegal de armas a Croacia y a Ecuador. Ante esta realidad, surge entonces un interrogante: ¿Qué pasaría con todas las causas contra Cristina Fernández de Kirchner, con sus ex funcionarios procesados y condenados, con los empresarios afines al kirchnerismo y con los empresarios procesados e imputados en la causa de los cuadernos si la ex presidenta ganara las elecciones del año que viene?
Producción periodística:
Lucía Di Carlo.