La Economía M podría llegar a no ser compatible con la Justicia M. La inversión es la principal apuesta anabolizante del Gobierno para dinamizar la economía y compensar la contracción que produjeron los aumentos de tarifas y las reducciones de subsidios. Pero la inversión –tanto la extranjera como la local– es especialmente temerosa de la conflictividad política y de los riesgos que pongan en duda la gobernabilidad. Así como en el siglo XX a Estados Unidos un conflicto armado internacional le reactivaba su economía y lo sacaba de la recesión, en países en vías de desarrollo el riesgo de un conflicto interno con algún grado de violencia en momentos de recesión la profundiza.
Alfonsín pudo juzgar a las juntas de la dictadura y condenar a prisión perpetua a sus principales comandantes pero las continuas tensiones que producía la resistencia militar agravaron la situación económica más allá de los desaciertos propios de su equipo económico, que por lo menos durante el primer año del entonces llamado Plan Austral acertaba.
Más allá de que Ernesto Sanz, cuando era presidente del radicalismo, reclamaba una Conadep de la corrupción, por la famosa Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas de la época de Alfonsín, aquel juicio a las juntas será siempre incomparable aun con la suma más amplia de juicios por la corrupción kirchnerista que se pudieran acumular.
Pero el ejemplo de Brasil, que lleva dos años consecutivos de profunda recesión en directa proporción con los políticos y empresarios que iban siendo condenados por corrupción en la Justicia, es un espejo cercano más allá de sus diferencias. Ahora Lula amenaza con huelgas interminables si el Congreso aprueba el impeachment de Dilma, rememorando aquellas huelgas generales de Ubaldini a Alfonsín y alertando sobre las que podría haber en Argentina si finalmente Macri no consiguiera que en el segundo semestre la inflación descendiera, el desempleo no aumentara y la economía volviera a crecer.
Irónicamente, en Brasil –donde Macri es un ídolo para la mayoría anti PT– se dice que para que Dilma no fuera destituida precisaría crear 162 ministerios: uno para cada uno de los votos de diputados necesarios para que no ganara el impeachment en esa cámara donde su presidente, Eduardo Cunha, es tan anti PT que hasta cambió el orden de votación de los legisladores: en lugar de alfabético, como fue siempre, pasó a ser por región, comenzando del Sur hacia el Norte, donde el PT tiene mayoría, para que los diputados indecisos que votan a ganador tratando de no quedar mal posicionados se contagien de la mayoría pro impeachment de los estados más ricos.
Lula confía en que en el Senado puede revertir ese resultado porque el presidente de esa cámara, José Renan Calheiros, también del PMBD, “no es un traidor como Cunha”. Pero el efecto de las turbulencias judiciales en la economía se sintetiza en la cotización del dólar, que en enero llegó a costar 4,20 reales y ahora bajó a 3,40, casi 20% de descenso, en su mayoría el último mes, al ver que el impeachment podría acercar el fin de la crisis político-judicial.
En la Argentina, el último informe económico del estudio Bein, difundido el viernes, pronosticó 32% de inflación para todo 2016, una caída del producto bruto de 2,3%; del consumo privado de 3,6%, y un aumento del desempleo de 6,9% de 2015 a 8,6% en 2016.
El economista Dante Sica imagina que Prat-Gay comenzará a hablar de “inflación mensual anualizada” si en el segundo semestre consigue bajar la inflación a menos de 2% mensual, proyectado doce meses al 25%, más cerca de las previsiones que proclamó para 2016. Pero aun para lograr esos valores anuales de inflación hacia adelante, el ajuste monetario necesario, según Sica, tendrá consecuencias: “La inflación se va a terminar combatiendo con desempleo, el ingreso de las familias caerá, y más hogares van a atravesar la línea de pobreza”.
Un contexto económico así requeriría una dosis de optimismo muy grande en el futuro para contener o aplacar la conflictividad social. Que literalmente “lluevan dólares” y haya un boom de inversiones que, aunque no hubieran aún generado efectos de derrame, hicieran verosímil la llegada de un nuevo ciclo de crecimiento. Y es ahí donde nuevamente turbulencias políticas, derivadas o relacionadas con avances judiciales, podrían posponer inversiones dificultando el plan económico del Gobierno.
Una Cristina Kirchner presa podría generar temores en inversores extranjeros y en locales si ella consiguiese que un número importante de personas se movilizara en su apoyo. Lo que se vio el miércoles en Comodoro Py, y varios días frente a su casa porteña de Uruguay y Juncal, no pareció ser tan significativo. Sí lo fue simbólicamente su regreso discursivo al salir de los tribunales, pero con ambivalencias: también sirvió para espantar a la mayoría moderada ver esa arqueología del presente K, como una especie de regreso de los muertos vivos, después de haber pasado cuatro meses de desintoxicación de Cristina.
Hay una diferencia entre una narración y un relato: Macri tiene una narración pero el kirchnerismo tenía un relato porque era una narración que lograba transformar la realidad. La palabra de Cristina hoy, mientras no consiga torcer el rumbo de los acontecimientos, deja de ser relato para ser una narración más, entre varias. Pero si la economía se le fuera de las manos a Macri, otra vez se les produciría a los kirchneristas la posibilidad de construir un relato.
El orden es predictibilidad, tendencia a ocurrir. Si lo que pronostica el Gobierno en materia económica no se cumpliera, su orden se desmoronaría. La verdad sólo puede existir bajo la figura de un sistema o un orden, escribió Ortega y Gasset. Ese orden, en la Argentina post K, más que justicia se llama economía.