Insalubre, tóxico, el empleo de economista. Al menos, para los profesionales que rodean a los tres candidatos más perfilados a la presidencia. Pierden, sufren, se persiguen antes de los comicios, en la campaña, casi ignorando que luego su destino seguramente será peor ya que no abundan antecedentes de ministros del área que se hayan retirado aplaudidos por la población. Aun así, insisten en su vocación masoquista: siempre hay alguien dispuesto a salvar a la patria.
Entonces, basta ver la tortura, el infierno volátil que afectó en los últimos días a los economistas de Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri.
◆ MACRI: Carlos Melconian parecía la cabeza de un trío dominante (sobre Federico Sturzenegger y Rogelio Frigerio) que se reclutó bajo las órdenes del ingeniero. Poco para discutir, mucho para repartir. El economista en jefe hasta desechó cargos en la administración porteña, al revés de los otros dos. Le sobraba un curso. Además, Frigerio apuntaba a la política (Entre Ríos) y a Sturzenegger lo reprendía Jaime Duran Barba para que contuviera los excesos verbales. Sin embargo, por hablar, también se opacó Melconian justo cuando cambiaba su look y se peinaba: cometió la osadía de corregir a su mandante cuando éste sostuvo que iba a quitar el cepo cambiario de un solo golpe, en un solo día. Melconian devaluó la frase, dijo que se trataba de un simple título y desarrolló su teoría de que la salida del cepo cambiario debía producirse en forma gradual. Le cayó mal a Macri el comentario suficiente y doctoral, igual no entró en polémica; pero, al economista –como suele hacer Cristina con su tropa a través de Carlos Zannini– le recomendaron que enmendara su opinión técnica. No hizo caso. Por algo no es kirchnerista. Desde entonces ingresó al refrigerador del PRO: sus informes y contribuciones ya no fueron en voz y mano a Macri; debían detenerse y sepultarse en la antesala gravitante de Nicolás Caputo, “Nicky”, el otro yo del ingeniero. La suspensión de Melconian, para muchos, obedece a que el jefe de Gobierno convocó al deambulante Alfonso Prat-Gay, con quien tiene una identidad común: ambos son egresados del mismo instituto, el Cardenal Newman, igual que Caputo, detalle que Macri siempre ha considerado especialmente. Pero Prat-Gay es, por ahora, enlace con los radicales en lo económico, y su incorporación al “equipo” no parece bloquear el peso eventual de Melconian, proveniente de un colegio de Valentín Alsina. Si hasta dispone de la contribución de su amigo Fernando Niembro, de consulta habitual con el boquense y hasta medido en la provincia como segundo de María Eugenia Vidal y en el orden nacional junto a Laura Alonso, Esteban Bullrich y el aplicado Frigerio. Igual le queda una duda al economista enfriado: ¿cuál de sus colegas nutrió a Macri con la idea de quitar el cepo en un solo día?
◆ SCIOLI: Nunca se destacó el gobernador por refugiarse con economistas del rubro televisivo en su cercanía. Tampoco de la academia. En busca de fama, de formar “equipo” , para el eventual paso de la Primera B a la A, sumó a Miguel Bein y Mario Blejer –hay cierta obviedad del autor que le sugirió los nombres–, figuras más cotizadas que sus ministros Alejandro Arlía o Silvina Batakis, mucho más de su dilecto contador Rafael Perelmiter. Ninguno de los nuevos irritaba a Cristina. Blejer viene de aproximaciones pasadas y de su militancia en el Grupo Elsztain; la propia Presidenta en un discurso llegó a ponderar a Bein por un comentario favorable. Pero todo cambió de repente, culpa del periodismo. Si Melconian cayó por una frase, Bein se derrumbó en lo de Scioli por un comentario escrito –en un informe para clientes suyos–, por insinuar preocupaciones sobre el estado de la economía una vez que se retirara la dama. Fue como raptar a la nena, destapó el encono oculto de Axel Kicillof y el aceitado aparato policial del Gobierno , lo bombardearon de mil rincones, le hicieron una solicitada en contra, le recordaron su sociedad con José Luis Machinea, hasta deben haber rescatado un aplazo en el colegio primario. Blejer se salvó porque no estaba en el país (pasa gran parte del año en Israel), pero tanto él como Bein no son los sucesores que desea el ministro si Scioli llegase a triunfar. Un dato que los mercados no suelen observar. Como Macri, también el gobernador le reclamó prudencia a su colaborador externo, aun en su actividad privada: ese informe que divulgaron los diarios justo le viene a ocurrir cuando promete seguir con Milani, Vanoli, Echegaray y Galuccio, jura ante la Biblia que no hay cepo, que Máximo es un intelectual desconocido y hasta hace la cruz cada vez que ve el diario Clarín. Una falta de consideración, sin duda, del cándido Bein.
◆ MASSA: También el ex intendente de Tigre tuvo tropiezos y, nada menos, con su máximo consultor económico, Roberto Lavagna. No hubo declaraciones ni comentarios escritos que afectaran, tal vez intereses que amenazan otras convivencias. Trascendió el episodio en el momento de cambio de la campaña presidencial, alteraciones de estilo, vestimenta, eslóganes, discurso, consultores y asociados, cuando aparecen significativos hechos públicos y privados, como la marginación quizás temporal de Juan José Alvarez, antes clave en las inmediaciones, a quien hasta lo palparon para dejarlo ingresar al vip en el acto de Vélez Sarsfield. Si algunos bajan, como corresponde, otros suben: por ejemplo, Martín Redrado, quien se posicionó mejor luego de haberse sumergido en romances altamente divulgados con promesas femeninas de la Economía y las Finanzas, casi un Strauss-Kahn del subdesarrollo. La recomposición de Redrado en el círculo áulico, sin embargo, no generó el desasosiego con Alvarez, mucho menos con Lavagna. Por el contrario. El problema, en apariencia, se reconoce en un ukase o condición que algunos empresarios de innegable influencia le plantearon a Massa. Así como el entorno rojo de Macri le aconsejó no llevar a Carlos Reutemann como vicepresidente (por razones de edad, escaso aporte de votos, filiación partidaria, etc.), en este caso hubo quienes expusieron razones semejantes para impedir que Lavagna fuera su número dos en la fórmula (lugar que, por otra parte, nadie sabe si a Lavagna le interesaba ocupar). Sólo que esa presión teórica alcanzó niveles más atrevidos cuando uno de los aportantes, en el medio de la discusión, sostuvo: “Mirá, si lo llevás a Lavagna, no cuentes más conmigo”. Y en estos casos, como en cualquier otra campaña, la cuestión de contar es bastante sustancial.