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Macri es Peña y Peña es Macri (juntos a la par)

Nunca es tarde para cambiar de equipo, pero el pacto es inviolable e irrompible, juntos son los que más tienen para perder en caso de que haya que desalojar la Casa Rosada en diciembre.

Mauricio Macri y Marcos Peña.
Mauricio Macri y Marcos Peña. | Noticias Argentina

Los pronósticos siguen sin darle alegrías al oficialismo. La intención de voto para la fórmula Macri-Pichetto se mantiene estancada en los mismos números con los que emergió de las PASO. La imagen negativa de Macri se ubica en el 64,1% y la positiva en el 31,7. Roberto Lavagna suma 45 de positiva y 31,3 de negativa. Alberto Fernández, 55,4% de positiva y 35,3% de negativa. En cuanto a Cristina, la positiva llega al 52% y la negativa al 42. (Córdoba y asociados)

Pese a todo, en el círculo más cercano al presidente, sigue viva la esperanza de la recuperación en octubre. La estrategia que se está diagramando para encarar los próximos 40 días apunta no solo a hacer la mejor elección posible, sino a dar el batacazo y alcanzar el balotaje.

La tarea de repensar la campaña ha recaído en los dos estrategas históricos: Marcos Peña y Durán Barba. Macri apuesta por ellos porque Macri es Peña y Peña es Macri, y juntos encaran esta última jugada. Nunca es tarde para cambiar de equipo, pero el pacto es inviolable e irrompible, juntos son los que más tienen para perder en caso de que haya que desalojar la Casa Rosada en diciembre.

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El día que casi se fue Marcos Peña

Para sentar las bases de la nueva estrategia oficialista, la semana pasada Marcos Peña reunió al equipo de comunicación del gobierno en la Quinta de Olivos. Estuvieron presente también Durán Barba, y el español Roberto Zapata, encargado de los focus group. ¿Qué lineamientos surgieron de esta reunión? Básicamente, se reiteró la idea de que la victoria es posible, y de que un 30% del voto sigue siendo volátil: podría inclinarse tanto por Macri como por Alberto Fernández.

Para lograr seducir a esa masa de votantes, el dúo Peña -Durán propone volver a las bases. Recuperar la mística de 2015, cuando era difícil prever la victoria macrista que finalmente se dio en las urnas. Reconstruir un vínculo directo con la gente que el gobierno siente -acertadamente- haber perdido. O, como se oyó también en esa reunión: plantarse con humildad y buscar que la sociedad perdone los errores cometidos.

Invocar el perdón es un gesto poco habitual en política. Invocarlo como estrategia de campaña resulta directamente inédito. Sin embargo, está en línea con las habituales retractaciones que tuvo que realizar Cambiemos durante sus años en el poder, y especialmente con el pedido de disculpas de Macri, después de exhibir una reacción grosera ante el resultado de las PASO.

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Durante mucho tiempo, la idea de perdón estuvo asociada a la religión, y en particular a la tradición judeocristiana. Se dice, según la sentencia de Alexander Pope, que errar es humano pero perdonar es divino; solo a Dios se le permite decidir si las faltas de los hombres pueden ser olvidadas. Ninguna persona, por el hecho de ser una persona, puede juzgar a otras.

Pero dejemos de lado el componente eclesiástico, que también le ha dado en los últimos días un disgusto al presidente, a su paso por Salta. Todos, en nuestra vida cotidiana, pedimos perdón y perdonamos. En varias de sus obras, la filósofa Hannah Arendt ha dejado reflexiones sobre la dimensión política del perdón. Para ella, el perdón pertenece enteramente a la categoría de lo humano, no a lo divino. Es liberador, y es una forma de construir respeto entre los seres humanos.

Desde este punto de vista, no podemos pasar por alto la importancia del perdón en el actual contexto argentino. Nos sentimos saltando continuamente de un lado a otro de la grieta, necesitados de herramientas que nos permitan superar la división. No se trata de perdonar a un gobierno, sino de encontrar la capacidad de perdonarnos unos a otros.

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Lo que no parece sensato es el pedido de disculpas como estrategia de campaña. Los errores del gobierno han surtido efectos calamitosos en gran parte de la sociedad. Se puede pedir perdón, pero no alcanza si no se reparan también las faltas. ¿A quién vamos a perdonar mientras no tenemos con qué parar la olla? Especialmente, no puede ser que la principal propuesta de campañas sea ser perdonados. Ante todo, el oficialismo tiene que explicar cómo piensa hacer para subsanar sus errores en un hipotético segundo mandato.

El gobierno ha ejercido una opresión, seguramente el que lo suceda también la ejercerá en mayor o menor medida (ojalá que sea esto último)… mientras nos movemos hacia el ideal de país con relaciones interpersonales armónicas, amables y horizontales.

Perdonar lleva su tiempo es un proceso. El perdón es una elección. No podemos perdonar por conveniencia ni por recomendación o mandato de nadie. ¿Serán honestas las disculpas que nos pide el Triunvirato Macri - Peña - Durán Barba?. Perdón no significa olvido, ni desmovilización, ni normalización de la opresión, ni justificación, ni actuar como si nada hubiera pasado… No una justicia de venganza, sino una justicia restaurativa, proactiva y de conciliación.

MS/ CP