COLUMNISTAS
TAREA A LARGO PLAZO

Educar para la libertad

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El presidente Macri, en su discurso de apertura del Congreso, realizó un adecuado diagnóstico de nuestra realidad educativa: “La educación pública tiene severos problemas de calidad y hoy no garantiza la igualdad de oportunidades”.

Una revolución educativa es imprescindible, pero debe ir más allá de verse reflejada en una clara mejora en el rendimiento de nuestros jóvenes en los exámenes PISA. Es vergonzoso admitir que miles de ellos son incapaces de responder consignas que para adolescentes de otras latitudes no revisten mayor dificultad.

La revolución educativa que la Argentina requiere es de mayor envergadura: debemos educar a nuestros jóvenes para la libertad, nuestro futuro como sociedad depende de ello. Días atrás tuve el honor de ser invitado a presentar el nuevo libro de Alberto Benegas Lynch (h), Nada es gratis, con el cual resaltaré este crucial argumento.

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En septiembre de 2006, el por entonces candidato a la presidencia de Francia, Nicolas Sarkozy, expresó en un discurso: “La escuela es la transmisión del saber, de las normas y de los valores y, en primer lugar, del respeto”.

Comparemos ello con los que nos señala Benegas Lynch: “Cuando nos referimos a la relevancia de la educación, no estamos circunscribiendo nuestra atención a lo formal y mucho menos a lo estatal, estamos enfatizando la importancia de valores y principios sin los cuales nada puede hacerse bien”.

Valores, he aquí la cuestión. De lo contrario podríamos llegar al absurdo de aceptar, como nos advierte Benegas Lynch, que un pueblo educado como el alemán permitió llegar al gobierno a Adolf Hitler (cuando en realidad el pueblo alemán era profundamente deseducado en contra de los valores de la libertad, por el estudio sistemático de ideas de autores como Herder, Fitche, Hegel, Schelling y List en los colegios y universidades). Por ello, concluye el autor que “siempre la educación, para bien o para mal, prepara el ámbito de lo que sucederá en el terreno político”.

Recordemos el accionar de los talleres de La Cámpora en diversas escuelas de nuestro país, con el propósito de difundir los ideales kirchneristas entre los alumnos, sobre todo de establecimientos secundarios. Franco Vitali, titular de la Dirección de Fortalecimiento de la Democracia, señaló en ese entonces: “Creemos que este momento político requiere una participación fuerte de los jóvenes, sobre todo para defender este modelo de país que desde 2003 para acá ha empezado con Néstor y ahora con Cristina necesita consolidarse”. Como ilustración es más que suficiente.

Es sabido que la educación es una tarea a largo plazo, pero si el diagnóstico es claro no deberíamos perder un solo día más en poner en marcha una reforma educativa que privilegie los valores de la libertad. Imaginémonos tan sólo si lo hubiésemos hecho veinte años atrás, ¿cuánto menos una sociedad que no temiese a la libertad hubiese tolerado de un presidente que, poco menos que cotidianamente, profería autoritarios discursos a través de la cadena nacional, asumiendo que los ciudadanos de la República eran sus súbditos?

El vivir en una sociedad normal, en una sociedad en la cual exista la igualdad de oportunidades independientemente de la cuna, en una sociedad donde cada hombre sea libre de realizarse tomando los riesgos que desee afrontar, accediendo al fruto de sus decisiones acertadas y pagando los costos de sus errores, ¿de qué depende sino de la educación? De la educación formal, la cual nadie duda debe mejorar y mucho, pero también de la educación en valores. De enseñar a nuestros niños a no temer a la libertad, a preguntar, a cuestionar y a no inclinar la cabeza frente al príncipe de turno por más que nos grite en sus discursos.

Si deseamos nunca más ser gobernados por descabellados y corruptos iluminados, sean de la ideología que sean, debemos educar a nuestros jóvenes para la libertad, nuestro futuro como sociedad depende de ello.

*Academia Nacional de Educación. Vicerrector de la Universidad del CEMA.