COLUMNISTAS
prehistoria del futuro

EE.UU. y las puertas de Oriente

Israel se escora hacia la ultraderecha, Barack Obama sigue lidiando con la desconfianza árabe ante su acuerdo con Irán, y en Estados Unidos el lobby israelí apoya a los fondos buitre.

default
default | Cedoc

El jueves 14 de mayo, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, logró que la Knesset (“Asamblea”) aprobara raspando (61 votos sobre 120) la formación de un gobierno débil y de derecha, previa expulsión de tres diputados de la Lista Arabe.

Tras seis semanas de remo en punta con timonel, Netanyahu sumó las voluntades indispensables coaligando al Likud (su partido), Judaísmo Unidos de la Torá (ultraortodoxo, askenazi), Shas (no más moderado, sefardí), Kulanu (centroderechista) y Hogar Judío (meganacionalista, representa a los colonos de Cisjordania).

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

La cartera de Justicia fue a parar a Ayelet Shaked (de Hogar Judío), y el diálogo con los palestinos, al rincón de las escobas. Ingeniera en computación, morena con ojos de agua, Shaked posteó el año pasado en Facebook que las madres de los terroristas deberían morir y sus casas ser demolidas, porque –como es bien sabido por todos– dan a luz a “pequeñas serpientes”.

El líder de la alianza de centroizquierda Campo Sionista Isaac Herzog (laborista) juzgó como “fracaso nacional” las necesidades políticas de Netanyahu: este gobierno “no sobrevivirá mucho tiempo”, presagió. Sus aliados escalaron: “El gobierno de liquidación (del país) se puso en marcha”.

El escorado arreglo se alcanzó al mismo tiempo que empezaba para los palestinos la jornada de la Nakba (“desastre”), en la que conmemoran el despojo de sus tierras sufrido al proclamarse el Estado de Israel (14 de mayo de 1948).

Ese mismo jueves, alarmado por los recelos que el avanzado estado de gestación de un acuerdo con Irán había desatado entre varios emires y jeques sunitas del Golfo de Arabia, Obama los juntó en Camp David (Maryland). Arabia Saudí, Kuwait, Catar, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos y Omán asistieron a la residencia presidencial de los montes Catoctin, cerca de Washington. Pero sólo “le” fueron dos monarcas: el emir de Qatar (jeque Al Thani) y el de Kuwait (emir Sabah al-Sabah). El rey de Bahrein, al-Khalifa, pretextó un conveniente viaje al Reino Unido para hablar de caballos con la reina Isabel.

Ante los desplantes, Obama creyó conveniente repetir que la Casa Blanca se comprometía a impedir agresiones externas a sus aliados, lo que incluye el uso de la fuerza. Estados Unidos tiene en la región 35 mil militares, submarinos nucleares y baterías de misiles Patriot (entre variado material auxiliar). Los líderes se habían referido específicamente a Irán, con el que en Suiza, el 4 de abril, Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Francia y la Unión Europea arribaron a un acuerdo preliminar en materia nuclear a cambio de levantar las sanciones internacionales a los persas. No fue una buena manera de tratar a un reciente aliado, que así lo entendió.

A la afirmación de Obama de que “los países en la región tienen razón al estar profundamente preocupados por las actividades de Irán”, el 15 de mayo el canciller persa Mohammad Zarif replicó diciendo que había pronunciado “imputaciones espurias durante sus reuniones en Washington y Camp David”, en un puro y simple “juego de acusaciones para satisfacer a sus aliados”. El secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, Ali Shamkhani, bramó que Occidente se equivoca y es insincero cuando fomenta la “iranofobia”. Lindo comienzo.

Mientras, el Consejo Editorial del Washington Post acusó a la presidenta Cristina Kirchner de impulsar una “teoría de la conspiración antisemita”. Cita al pie: es preocupante que alguna prensa norteamericana use indistintamente “antisionista” (“antizyonist”) y “antisemita” (“antisemitic”), fundándolo en que detrás de todo antisionista hay un antisemita camuflado. Lo que parece ser más un dogma fobicopreventivo de medios americanos que un hecho.

Las expresiones del Post ni son nuevas ni son originales (son calcadas… o dictadas). Hay grupos que tienen interés en que Argentina sufra una acusación de antisemitismo, un poco por defender los intereses que representa Netanyahu, pero más por denigrar al país para cobrar acreencias usurarias que encarnan los llamados “fondos buitre”.

Con sobrados medios financieros y escudados en altisonantes siglas de sonido y prosapia cuidadosamente construidas, aparecen el Aipac (Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel); la  AIEF (Fundación para la Educación Israelí Americana), la FDD (Fundación para la Defensa de las Democracias) y el poderoso AEI (Instituto Americano de la Empresa). Ya nos referimos a esto en dos ocasiones (“El día que Romney hizo sus valijas” y “Magnates y política”).

Entrelazados con las siglas enunciadas, hay políticos: el senador Marcos Rubio (republicano por Florida) introdujo en el Senado una resolución reclamando una “investigación transparente” respecto de la muerte del fiscal Nisman. El fondo “buitre” de Paul Singer (Elliott Management) fue el segundo patrocinador financiero de Rubio desde 2009 hasta 2014. Es asimismo un pródigo  aportante de fondos para las actividades de Aipac, AIEF y FDD. Singer en persona lo es con AEI.

Roger Noriega, aquel subsecretario de Asuntos Hemisféricos norteamericano de George Bush que nos “hartó” en 2004, recibió de Elliott Management 60 mil dólares desde 2007 para hacer lobby a favor de la “deuda soberana debida a compañías estadounidenses”. No ha perdido actualidad la recomendación del “garganta profunda” que recibió Bob Woodward al investigar el affaire Watergate: “Sigue al dinero”.

También pudo saberse que en las últimas semanas los billonarios Paul Singer y Sheldon Adelson (de la Coalición Republicana Judía) fueron anfitriones del precandidato a la presidencia Jeb Bush, junto a un grupo de inversores “high powered”. Fue en el Club Metropolitano de Manhattan. Allí Jeb Bush puntualizó que su asesor para las relaciones bilaterales con Israel era su hermano George W. No trascendió si por el acercamiento a Irán Argentina fue tildada de antisionista o antisemita.

Israel se privó del diálogo. Irán enriquece uranio. Los saudíes con todo derecho exigirán igualar cualquier capacidad de enriquecimiento de uranio que se autorice a Irán. En un mundo que se está dibujando por segundos, si Jeb Bush gana las próximas elecciones en Norteamérica tiene pensado darle el plumín y el tiralíneas a su hermano el ex presidente George W.

Señores: la mesa está servida.