COLUMNISTAS
vertigo

Efemérides y accidente

El 17 de octubre suele ser revelador de escenarios políticos. Relato y realidad a la hora de la alimentación y el transporte.

Lealtad General Juan Domingo Perón
| PABLO TEMES

Aun si la temporalidad argentina ya nos tiene acostumbrados, nadie podrá dudar que ésta fue una semana cargada de vértigo político, con un plus que la hace más surrealista, pura adrenalina, debido a la inminencia de las elecciones legislativas. Así, transitamos de las noticias acerca de la progresiva recuperación de la Presidenta y el silencio forzado del vicepresidente, al gravísimo atentado narco contra el gobernador santafesino. Del accidente del gobernador de San Juan, aliado incontestable de la Barrick Gold, a la re-confirmación del incremento de la producción de la pastera Botnia, lo cual augura una exacerbación del discurso nacionalista, de ambos lados del río. Del megaescándalo Cabandié, replicado en todos los medios y redes sociales, al ruidoso debate televisivo entre los candidatos a senadores.
En medio de todo, transitamos dos efemérides importantes, uno harto celebrada a nivel vernáculo, la otra, casi ignota para nuestro calendario nacional. Nos referimos al Día de la Lealtad, celebrado el 17 de octubre, y al Día Mundial de la Soberanía Alimentaria, conmemorado a nivel global el 16 de octubre. Ambos nos obligan a detenernos en el presente argentino, pues aluden nada menos que a dos tópicos centrales: peronismo y alimentación. O para decirlo en términos más realistas: sistema de dominación y agronegocios.
Desde hace años, el 17 de octubre encuentra tantos festejos como corrientes y expresiones tiene el peronismo. Los actos han servido para dividir aguas y establecer posición acerca de quién representa el auténtico peronismo, y por ende, quién es el heredero y jefe del mismo. Y en esto siempre hubo dos alineamientos. Para retomar libremente a uno de nuestros máximos peronólogos, el investigador Juan Carlos Torre, diremos que uno reivindica la épica fundacional del “peronismo permanente”, y apuesta a honrar la memoria del creador, considerado como único líder del movimiento, Juan Domingo Perón. El otro es representado por aquellos que apelan a la épica del “peronismo contingente” y honran la figura del líder entronizado en el presente: Menem, Duhalde, Kirchner, ahora Cristina (a la que muchos quisieran menos contingente y más eterna).
Los momentos y los cruces siempre fueron complejos porque el peronismo es un partido-movimiento esencialmente pragmático y versátil. Así, puede haber muchas interpretaciones, desde el pejotismo puro hasta los que reivindican la esencia popular del peronismo, citando la archiconocida frase acerca que “mi único heredero es el pueblo”. Para estos últimos, bien vale apelar a la memoria histórica y recordar que, con el triunfo de Perón, en 1946, el 17 de octubre, que iba a ser declarado Día del Pueblo, finalmente fue consagrado por el Congreso de la Nación como Día de la Lealtad. Y este pasaje del laborismo al peronismo devela el porvenir del movimiento, con la figura del líder como clave de bóveda. En esta línea, este 17 de octubre fue peculiar. Con la actual líder en convalecencia, augurando un fin de ciclo no querido, pero inevitable, el ritual tuvo un carácter excepcional, pues parece haber servido para ungir al líder-contingente sucesor del oficialismo en la figura de Scioli, colocando aun más en el tembladeral las lealtades políticas, así como la pregunta indefectible sobre cuál será el futuro del kirchnerismo y si éste logrará sobrevivir –y cómo– a la pérdida de la jefatura del movimiento.
El otro aniversario tiene que ver con el día de la soberanía alimentaria, y es conmemorado por militantes ambientales de todo el mundo. Este año el lema fue “Nada que festejar”. Con mil millones de personas en el mundo que padecen hambre crónica y otros mil millones de obesos, el actual modelo alimentario desnuda toda su perversidad. Estamos malnutridos o, como titula su excelente libro la periodista Soledad Barruti, Malcomidos. En nuestro país, pródigo en modelos de maldesarrollo, hay cada vez más militantes de la soberanía alimentaria: vecinos, asambleas y organizaciones sociales que reivindican un modelo alimentario fundado en la soberanía productiva y nacional y no en la dependencia de la exportación de commodities y de las transnacionales. La soja está en el centro de las críticas, y éstas apuntan a corporaciones como Monsanto, Syngenta, Cargill, entre otras. Es así que esta efeméride encontró a muchos vecinos y militantes en alerta y movilización en uno de los principales centros del modelo sojero: Córdoba, barrio Malvinas Argentinas, donde desde hace un mes se lleva a cabo un acampe en contra de la instalación de una planta de producción de semillas de Monsanto, la más grande del mundo, cuya construcción fue anunciada por la propia Presidenta. Semanas atrás hubo un episodio de represión que incluyó detenidos y envió al hospital a Sofía Gatica, una de las conocidas Madres del Barrio Ituzaingó. No hay licencia social y los vecinos exigen estudios de impacto ambiental y la realización de una consulta pública que garantice su derecho a decidir sobre el emplazamiento de dicha planta. Hace unos días, Monsanto se mostró “disponible” a realizar una audiencia pública “para informar a la población” mientras el municipio de Malvinas Argentinas y el gobernador rechazan la posibilidad de que se aplique un derecho básico, la consulta, previsto por nuestra Constitución.
Cuando estábamos cerrando esta nota, ayer, se registró un nuevo accidente de tren en la Estación de Once, dejando un saldo de cuantiosos heridos. Aun si su magnitud es mucho menor, lo sucedido nos remite al recuerdo del crimen social del 22 de febrero de 2012, que costó la vida a 52 personas, y refrenda el hecho de que la política del kirchnerismo en transporte, como en otros ámbitos, luego de diez años de gobierno y después de haber alimentado las arcas de los empresarios amigos, continúa siendo espasmódica, cosmética y de corto alcance. Una vez más, la realidad contradice el relato progresista y volvemos a experimentar lo que significa vivir en la precariedad, en una condición de incertidumbre constante, que de un momento a otro, puede transformarnos en cuerpos sacrificables o desechables.

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