COLUMNISTAS
Debut Saint Paoli

El atrevido y Frau Merkel

Para Jorge Saint Paoli & Co., debutar frente al Brasil invicto de Tité, y con sus futbolistas de elite en pleno relax luego de la agotadora temporada europea, no era ningún picnic.

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Como el país. Sampaoli quiere un equipo corto, con presión alta, que asfixie. | afp

“Desde muy joven, descubrió en la vida la importante verdad de que nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento”

Oscar Wilde (1854-1900); de “El fantasma de Canterville”: “1, El crimen de lord Arturo Savile” (1887).


Para Jorge Saint Paoli & Co., debutar frente al Brasil invicto de Tité, y con sus futbolistas de elite en pleno relax luego de la agotadora temporada europea, no era ningún picnic. Mucho menos cuando se tiene un estilo tan opuesto al de su antecesor, Big Feet Bauza, un dibujo ultraofensivo, poco tiempo para entrenar y jugadores ocupando posiciones no habituales. Por ejemplo Mercado, como tercer central por izquierda o lateral de recorrido largo por la banda. Habrá que reconocerle la audacia. No es fácil salir casi indemne y ganador de semejante compromiso.

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Hay un arte en la manera de superar las tensiones de la primera vez, el vértigo del que inicia un proyecto y pone la cara frente a un público ansioso por identificarse con la novedad, rechazarla con la furia del desencanto o dividirse hasta saciar su infinita sed de grieta y conflicto. Lo binario, una especialidad de la casa.

Para nadie es fácil. “Es un pequeño paso para el hombre pero un salto gigante para la humanidad”, recitó Neil Armstrong, primer hombre en pisar la Luna, y convirtió en célebre una frase más bien obvia y –oh paradoja– de escaso vuelo. Más complejo es desarrollar un texto cuando en la línea inicial ya se ha tirado toda la carne al asador. Lo hizo el genial Kafka en La metamorfosis: “Una mañana, después de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto”.

En la primavera de 1976, Enrique “Mono” Villegas, un enorme pianista de jazz argentino que tocó con los mejores, y en Harlem, inició de manera  inolvidable su concierto para celebrar sus cincuenta años con la música. Después de “hacer dedos” un rato, se levantó, caminó hacia el borde del escenario del Coliseo y dijo, solemne: “Antes de empezar, quiero felicitarlos. No por venir a verme sino porque están vivos, y eso, en estos tiempos, ya es todo un éxito”.

No siempre uno sabe cómo empezar. Woody Allen lo cuenta en la primera escena de Manhattan: “Capítulo 1: él adoraba Nueva York, la idolatraba sin medida. Eh, uh, no; digamos que… la idealizaba sin límites. Sí, mejor así. Para él, sin importar la estación del año, seguía siendo una ciudad en blanco y negro que latía con las grandes canciones de Gershwin. Hum… no, no. Déjame empezar esto de nuevo”, dice la voz en off. Y lo hizo, más de una vez, al ritmo de Rhapsody in Blue.

Más allá del protocolo, the president Macri volvió a tocar su tema favorito durante la visita de Angela Merkel, canciller de Alemania, la mujer más poderosa del mundo según Forbes, doctora en Física recibida en Leipzig con honores y una tesis sobre química cuántica titulada: “Influencia de la correlación espacial de la velocidad de reacción bimolecular de reacciones elementales en los medios densos”. Glup.

En la conferencia conjunta que brindaron en el Salón Blanco, Macri se refirió a la relación bilateral y a una pérdida: la final que Alemania le ganó 1 a 0 a la Argentina en el Mundial de Brasil. Con su reconocida simpatía, deslizó: “Apuesto a que la relación entre ambos países crezca, somos muy optimistas. Y llegaremos los dos a la final de Rusia, aunque esta vez nos tocará ganar a nosotros para que las cosas sigan parejas, lo que es bueno para todas las relaciones”. Risas.

Merkel, seria hasta que la traducción hizo lo suyo, dibujó una sonrisa tenue, comprensiva, y se acercó al micrófono. “Ja (pausa). Hasta ahí estábamos de acuerdo, pero en ese punto tenemos visiones diferentes”, concedió y pasó a otro tema. Telón rápido.

Mejor volvamos al partido. En el arranque Saint Paoli soñaba con ser Spinetta cantando Muchacha. Necesitaba dejar bien en claro que lo que tocaban los suyos era “su” canción. Tres centrales atrás y una línea con cuatro medios: un doble pivote con Biglia-Banega, Gómez –el 4 que Cocca despidió de Racing– como pistón por derecha y Di María por izquierda. Messi y Dybala sueltos, detrás de Higuaín.

Equipo corto, presión alta, movilidad. Brasil –sin varios titulares– se desorientó hasta que respondió en espejo, presionando con mayor eficacia gracias a la velocidad de sus puntas. Por momentos, la imagen recordaba la estética de los viejos picados. Todos detrás de la pelota, desesperados por tocarla.  

Messi apagado, Dybala intermitente, Higuaín desenchufado. Sólo Di María, libre, pasaba como un tren. Lo mejor llegó gracias a él. Un tiro que rebotó casi en el ángulo, otro que sacó Weverton y el centro que cabeceó Otamendi, palo y toque de derecha del libre Mercado. Gol.

En el segundo tiempo hubo cambios de sistema, relevos extraños, el vacío de 9 y bastante confusión. En un momento flotó un déjà vu, algo del tremendo cascoteo de rancho de Brasil en el Mundial de Italia. Derechazo de Willian en el palo derecho y zurdazo de Gabriel Jesús en el palo izquierdo, todo en la misma jugada. Impecable simetría para el milagro, con Romero en el papel de Goycochea.

El martes, contra Singapur, habrá más espacio para experimentar. Icardi quiere jugar, como Randazzo, pero habrá que ver si puede. Guzmán o Rulli quizá puedan mostrarse, como varios de los niños cantores de Saint Paoli: Acuña, Joaquín Correa, Mammana, Lanzini, Paredes o Rodríguez Guido, el chico de la guía.

Un comienzo aceptable para un entrenador audaz en el bla bla y con el balón en movimiento. Su idea es interesante, pero necesita mucho trabajo, convicción, entrega. El primer ensayo dejó cierta ilusión, una sensación que hoy suena milagrosa.

Sobre todo para un país que sufre la constante presión alta, esa que asfixia, pega y no deja pensar mientras cobran todo para el mismo lado; cosas que suelen pasar cuando hay mucho en juego y es necesario ganar, sí o sí, como sea.