El 26 de julio de 2006 comenzó temprano para Fidel Castro. Su primera actividad fue la visita a la ciudad de Bayamo, injustamente relegada por la historia ya que, en la estrategia diseñada para el ataque al Moncada, la toma de esta plaza fue de vital importancia debido a su condición de punto clave para la comunicación con Santiago de Cuba.
Alrededor de las siete de la mañana, Castro pronunció su primer discurso. Todo parecía ser fiesta y alegría. Sin embargo, en el entorno del líder comenzó a aflorar cierta preocupación. Lo veían menos apasionado que otras veces y les había llamado la atención la “brevedad”de los discursos: Dos horas el de Bayamo y sólo cincuenta minutos el de Holguín. Pero al margen de esos detalles, nadie imaginaba lo que estaba sucediendo. La verdad es que, a esa altura del día, los dolores abdominales que estaba padeciendo Fidel eran insoportables e iban en aumento. “Pensé que era el fin”, confesaría tiempo después. No sabía que esos dolores marcaban el comienzo de un abdomen agudo quirúrgico que obligó a que se lo trasladara de urgencia por vía aérea al hospital del Centro de Investigaciones Médicas y Quirúrgicas (Cimedq) en La Habana.
El 27 de julio, la salud de Castro empeoró. Hubo que realizarle una delicada y compleja operación.
El origen de todo esto fue una diverticulitis. Los divertículos son pequeñas bolsas que sobresalen del tubo digestivo, producidas por una pulsión secundaria a un aumento de la presión intraluminal, que se originan en el colon, predominantemente en la región sigmoidea. La enfermedad causada por los divertículos se llama diverticulosis, y puede ser asintomática. La diverticulitis es la inflamación de los divertículos, y su causa más frecuente es la infección.
Al infectarse e inflamarse, los divertículos pueden perforarse, con lo cual la materia fecal se vuelca en el peritoneo y produce una peritonitis fecal, una complicación severa y peligrosa.
A Fidel Castro, la diverticulosis se la diagnosticaron en 1970 y en 1980 debió ser operado por una complicación.
En esa dramática jornada del 27 de julio, ya con el paciente en la sala de operaciones, el cirujano debió elegir entre dos opciones. La primera consiste en una ileostomía, que es la apertura de un ano artificial en el abdomen durante una semanas, a la espera de que la infección se controle y la parte del colon afectada se recupere. Durante ese tiempo, el paciente defeca en una bolsa de colostomía. Finalmente se procede a realizar una segunda operación, una vez que se ha curado la infección, en la que se reconecta el intestino con el recto y se restablece la dinámica de funcionamiento del colon.
La segunda opción es la operación en un tiempo, en la que el cirujano extirpa las partes del colon afectadas y las reconecta inmediatamente. Esta fue la opción que eligió quien operó a Fidel. Claramente, fue una decisión errónea.
A cagar. La historia cuenta que cuando el cirujano le planteó al comandante la conveniencia de realizar una operación en dos tiempos, éste se opuso terminantemente con una frase que retumbó en cada rincón del quirófano: “De ninguna manera usted me va a hacer un ano contranatura; yo voy a seguir cagando por donde caga todo el mundo”.
Como no podía ser de otra manera, la evolución del paciente no fue buena. La infección no curada impidió que la unión entre el colon y el recto cicatrizara bien, por lo que la sutura se abrió y el abdomen se inundó de material fecal, lo que forzó a una segunda operación en la que hubo que extirpar gran parte del intestino grueso y dejar a Fidel con un ano artificial permanente. Su mal estado general más el agregado de una infección en las vías biliares complicaron aún más su situación; esta última patología, llamada colecistitis alitiásica (sin cálculos), tiene una altísima mortalidad, lo cual alarmó mucho a los médicos. Empezó allí un verdadero calvario tanto para el paciente como para sus médicos. La situación empeoraba día tras día. Los rumores inundaron la isla y se expandieron por todo el mundo. Esos rumores coincidían en un diagnóstico: cáncer. “Fidel tiene un cáncer” afirmó el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. La indiscreción, que sorprendió, obligó al gobierno cubano a una rápida y terminante desmentida. Lo mismo ocurrió con las versiones que, en igual sentido, hizo correr la CIA. Lo cierto es que Castro no tenía cáncer, a pesar de lo cual no sabían qué era lo que estaba dificultando la recuperación del paciente.
Por lo tanto se tomó una decisión: consultar al doctor José María García Sabrido, un prestigioso cirujano general del hospital Gregorio Maranón de Madrid. Así, un avión especial fue fletado hacia Madrid para recoger al destacado cirujano español, que se embarcó llevando un equipamiento especial del que carecían los centros médicos en La Habana. Este hecho dio pie a un incidente diplomático luego de que la alcaldesa de Madrid expresara su disgusto por haberse tomado insumos que habían sido sacados del nosocomio sin la autorización de su dirección.
Ya en La Habana, García Sabrido hizo una rápida consulta y, tras ver al paciente, llegó a un diagnóstico preciso: Fidel no tenía cáncer y lo que presentaba era un cuadro de desnutrición a causa de un tratamiento erróneo. Por lo tanto, se hizo cargo del paciente y ordenó comenzar con alimentación parenteral según el esquema que aplicaba en su práctica madrilense. Alertó de la importancia de seguir sus indicaciones en forma estricta y de alejar al comandante del estrés de la tarea gubernamental.
La vida cambió definitivamente para Fidel Castro. A partir de ahí el cuidado de su salud pasó a ser el tema central de su vida. La adaptación a su nueva situación incluyó un acompañamiento psicológico, en cuya implementación jugó un rol importante el doctor García Sabrido, quien regresó un par de veces a la isla a visitar a su paciente, que periódicamente visitaba el Cimedq para análisis de control y limpieza de su colostomía.
“Me está llegando la hora, pero quedan las ideas de los comunistas cubanos”, dijo Fidel Castro en una de sus últimas apariciones. Esa respuesta la dará el tiempo.