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El carnaval no terminó

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En campaña. Alberto Fernández se fue a la Antártida a hacer una cadena nacional insólita. Horacio Rodríguez Larreta se lanzó formalmente a la presidencia. | presidencia/prensa pro

Ahora que parece que andan dando vueltas por acá, si algún alienígena aterrizara en la Argentina y viera la cantidad de candidaturas presidenciales que hay lanzadas o in péctore, pensaría que somos un país próspero, esperanzador y ejemplar. Eso explicaría tamañas postulaciones, para no perderse la oportunidad de subirse a un tren triunfal.

Ya sabemos que no está por ahí la explicación. Sin embargo, antes de que termine febrero –a seis meses de las PASO– se aceleraron varios lanzamientos que, entre otros propósitos, intentan una doble simulación.

Por un lado, convertir las posibles debilidades en supuestas fortalezas. Como en el caso de Horacio Rodríguez Larreta en relación con su falta de carisma o con su llamado al consenso. 

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Por el otro, representar épicas u objetivos ambiciosos que oculten la desconexión con las principales preocupaciones sociales. Como la sorpresiva visita y cadena nacional del Presidente (que no se baja de la reelección) en la Antártida o la intención camporista de usar el Día de la Memoria para clamar por Cristina Fernández de Kirchner.

A los problemas evidentes que impone la realidad, todas estas candidaturas gozan además de un plus de dificultades, por las trampas que se arman dentro de cada fuerza o coalición en nombre de sus internas desatadas.

Los principales precandidatos de JxC arman una humorada beatle sin empatía

Rodríguez Larreta venía de una semana con un cruce muy áspero con Patricia Bullrich, en la reunión por Zoom de la mesa nacional PRO. Allí, Mauricio Macri volvió a disfrutar de su prescindencia mientras ve correr sangre.

Cuando el jefe de Gobierno porteño dio a conocer el jueves 23, como adelantó PERFIL, el video de su lanzamiento grabado en Santa Cruz, las esquirlas no se desactivaron. Horas antes, Bullrich difundió un mensaje en sus redes con el planteo opuesto de que “no hay lugar para dialogar”. Y Macri posó junto a María Eugenia Vidal en la súbita apertura de las oficinas proselitistas de la exgobernadora y actual diputada, con la ausencia indisimulada de su candidato bonaerense, Cristian Ritondo.

Las zancadillas no terminaron (ni terminarán) ahí. El jueves, tras el multiplicador video de Larreta y mientras sigue jugando a la indefinición para contribuir a su centralidad, Macri saludó el lanzamiento del jefe porteño, pero rápidamente reclamó que haya competencia de postulaciones. Para echarle nafta al fuego de las internas, parece que tampoco hay limitaciones en la oposición.

También a Larreta su gestión le pone límites, a lo que no estaba acostumbrado. Al punto que, a lo largo de los casi dos minutos y medio que dura su video de lanzamiento, nunca hizo referencia a su administración porteña. No es un olvido.

Las evaluaciones constantes que está haciendo el Gobierno de la Ciudad de la valoración ciudadana vienen a la baja en los últimos tiempos. Obras sin apoyo vecinal, cortocircuitos en el tema seguridad (con un ministro licenciado por el escándalo sin fin de los chats), áreas en estado de semiabandono (como Lugano y la zona sur con los cortes eléctricos) y malestar por profusas designaciones en el Estado son algunas de las razones de la caída. Tampoco caen bien las peleas por la sucesión en la Ciudad, que merecen un capítulo aparte.

Si de problemas en la imagen de gestión hablamos, en mucha peor situación está el Frente de Todos. Se desespera el kirchnerismo ante lo que considera una provocación de Alberto Fernández de no bajarse de la reelección. Creen, en coincidencia con gran parte del peronismo, que el oficialismo no será competitivo en los comicios generales. Por eso tantas provincias con gobiernos peronistas desdoblaron sus elecciones locales.

Más allá de los deseos de La Cámpora de que CFK revea abandonar la proscripción que ella misma se impuso, no dejan de ponerle combustible a la posibilidad de que Sergio Massa sea la segunda mejor opción.

La continuidad de la subida inflacionaria, que se mantiene en las mediciones previas de febrero, boicotea las chances del ministro de Economía, que por estos días se mostró en su salsa durante la cumbre del G20 en la India. 

Massa sabe mejor que nadie que sin una reducción sostenida del nivel de precios las posibilidades presidenciales son casi nulas. Contiene su ansiedad, lo que no logró su enemistado Daniel Scioli, que se largó por redes sin que nadie se lo pidiera. ¿O sí?

Acaso a algunos de ellos haya dirigido sus palabras de las últimas horas Máximo Kirchner, que habla más que poco y lo que dice suele llevar a segundas lecturas. El hijo de la vicepresidenta dijo que espera que en el futuro gobierno haya “un buen o una buena peronista”. Tal vez era otro tiro por elevación a Alberto F.

Fiel a su estilo, el Presidente hace oídos sordos o escucha lo que quiere escuchar. Hizo una visita sorpresiva a la Antártida, desopilante, por decirlo de una manera respetuosa con la investidura, con la excusa de un nuevo aniversario de la presencia argentina en ese territorio y la supuesta apertura de una corresponsalía de la agencia oficial Télam.

En lo poco que queda de albertismo se sostiene que el jefe de Estado se siente fortalecido tras sobrevivir a la movidita cumbre peronista de la semana pasada, que duró cinco horas y fue copada por el kirchnerismo. “Va a seguir dando pelea”, asegura uno de sus allegados sin ponerse colorado.

A estas comparsas de campaña se ha subido además Javier Milei, rodeado en las últimas semanas por denuncias crecientes de pagos por candidaturas y favores sexuales en su joven agrupación. En este carnaval interminable, la nueva política se asemeja demasiado a la vieja.