Como en un eterno déjà vu, la camaleónica dirigencia argentina cambia una y otra vez de piel según las conveniencias del momento.
Así, el nuevo gobierno que había prometido poner plata en los bolsillos encara otro recorte más en los bolsillos: “Si ajuste es poner orden en las cuentas públicas, estamos haciendo un ajuste”, dijo sin eufemismos Alberto Fernández en La Rosca, el programa de TN. Semejante reordenamiento incluye afectar el ingreso de los jubilados al cambiar el sistema de cómo aumentarán los haberes.
Por menos que esto, el peronismo y el kirchnerismo trataron a Macri & Cía. poco menos que de traidores a la patria. Y detonaron un escándalo legislativo y en las afueras del Congreso para evitar aprobar algo que ahora se busca modificar para peor: como publicó ayer PERFIL, el cambio en la movilidad jubilatoria le permitiría al Estado “ahorrar” entre 1.500 y 3 mil millones de dólares.
Lo mismo, pero a la inversa, con el macrismo. Tras cuatro años de una muy mala gestión económica y, sobre todo, de ajustes muy duros con fuerte impacto social, ahora que es oposición se acuerda de ir contra decisiones regresivas. Las trabas a la aprobación de aumentos impositivos a Kicillof en la provincia de Buenos Aires son apenas un botón de muestra de esas contradicciones temporales tan nuestras.
De semejante intercambio de disfraces según se esté en el oficialismo o en la oposición también participan las habituales comparsas que acompañan de un lado y del otro. Ejemplos. Salvo Moyano (por las razones que fueran), los sindicalistas apoyan ahora lo que rechazaban antes. Al revés, la Mesa de Enlace no le permite a Alberto F lo que antes le toleraba a Mauricio M. Ni hablar de los medios y comunicadores saltimbanquis.
Esta suerte de interminable carnaval swinger obtura, en principio, la chance de afrontar con seriedad y responsabilidad los gravísimos problemas de la Argentina. Y aumenta el riesgo de que la sociedad descrea de todo y de todos. Ambos efectos conllevan no pocos riesgos. Cuidemos la política.