Los que tienen plata consumen “de la buena”. Nunca tan acertada su observación, señora, porque supongo que coincidimos en que “la buena” a la que usted se refiere es “la política”. Esa sí que parece pegar fuerte. El que la prueba vive en una nube de poder. De un saque lo saca a la luz de la tele. También parece que lo saca de pobre y de lo que era como persona, de sus convicciones, sus valores, de todo lo que hasta entonces respetaba.
“La buena” debe ser “la mejor” también, porque compra lo que no hay guita que lo pague. Da fama, reconocimiento, impunidad para decir y hacer cualquiera, encubre las mentiras, los patrimonios millonarios. Da letra, te hace un tipo “sacrificado”, “luchando” por “la gente”. Te “salva” de tu propia conciencia y te “coloca” allá arriba, en escenarios con atriles, en balcones desde donde el elegido, tocado por “la buena”, baja línea, acusa, no se hace cargo de nada, reparte subsidios, acaricia nenes, se saca fotos, se envuelve en las banderas de “la patria”, de “los trabajadores” y se retira en su coche con chofer sin que nadie note en lo que se ha convertido: un canalla.
Es que al parecer, en el tránsito de militante a elegido, hay que hacer lo que sea para conseguirla. De “la buena” no hay para todos. Los cargos donde se vende y recauda se heredan. Tenés que ser de la “familia” o testaferro cercano. Hugo, Pablo, Facundo Moyano, Héctor, Mariano, Recalde, Néstor, Alicia, Cristina, Máximo, Kirchner, Lázaro, Martín, Báez, por ejemplo. Un padrino “capo” ayuda. Menem le consiguió a Scioli. Duhalde a Felipe Solá, Reutemann a Massa. Si aspirás a la mejor y no conocés un jefe en el cártel del peronismo, fuiste.
Esa sí que es pura, ¿no, señora? Casi no tiene contraindicaciones y los efectos secundarios siempre los sufren otros. Si alguna vez la merca falta, porque no entregan y los proveedores se matan entre ellos, el síndrome de abstinencia se aguanta cobrando de acá, de allá, de asesor, de concejal, pagando gente que hable bien de vos, como Aníbal Ibarra, invirtiendo en unos afichitos, en mercenarios que ejercen de periodistas o saltando, como Felipe Solá o como Adrián Pérez, de un lado a otro, según quién sea el nuevo jefe del cártel.
Es la falopa del sistema, ¿ o es el uso que le dan algunos lo que hace falopa al sistema, señora? Porque, al fin, “la buena” política, también, puede llegar a servir para curar graves enfermedades sociales. La plantita, regada con ideas, cuidada por líderes honestos, crecida en sus propuestas, es la que le da el oxígeno necesario a las vocaciones de servicio. Basta un montoncito, –un ‘acullico’ como dicen en el Norte– de gente decente que mastique los problemas y los resuelva, sin coimear por eso, para aliviar la fatiga de la denuncia contra los miserables. Tomarse unos mates con buena yerba, entre gente que piensa distinto, ayuda a la digestión de conflictos.
Tal vez sea un tema cultural. Faltan ejemplos. Los pibes aprenden de lo que ven y escuchan. Sintetizan la historia sólo para echarse el polvo del poder. Y los más notables son los que cometieron todos los excesos. Un Aníbal Fernández, por ejemplo, ex intendente –prófugo de Quilmes– ministro, jefe de Gabinete, senador. Más de veinte años consumiendo y repartiendo guita nuestra. Es una descripción, no una acusación, señora. Le cabe a Aníbal, a De Vido, a Leopoldo Moreau, a De la Sota, a los Cafiero, a Scioli, a Massa, a informantes de la dictadura, como Gerardo Martínez, a ex montos, a tipos de pasado turbio como Héctor Recalde o Cavalieri, a Moyano, a Barrionuevo y a una cantidad impresionante de tipos que fuman de “la buena” y encima te venden el humo.
Usted, señora, que estuvo en todas las “cocinas” del cártel, donde amasó una fortuna, debería ahora quedarse a barrer para que dejen de hacer negocio con los restos. Ya no le va a cambiar la vida a los millones que siguen igual o peor que hace diez años, pero están muriendo muchas esperanzas inocentes a causa de los que, sabiendo que se termina, ofrecen el paco del final.
*Periodista.