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El castigo

Confesar públicamente una infidelidad en conferencia de prensa es una tradición de los políticos norteamericanos que quizá se remonta a las antiguas formas de castigo por delitos menores que se hacían en las sociedades europeas más puritanas y duras.

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Confesar públicamente una infidelidad en conferencia de prensa es una tradición de los políticos norteamericanos que quizá se remonta a las antiguas formas de castigo por delitos menores que se hacían en las sociedades europeas más puritanas y duras. El castigo era básicamente la humillación pública en la plaza, donde el acusado, desnudo frente a toda la comunidad, tenía que relatar su crimen y quedar un tiempo bajo el cepo. La escena no varió demasiado, ahora son los medios y la opinión pública quienes se encargan de hacer el escarnio, pero la exposición es la misma y el castigo de la comunidad también. Es interesante pensar la importancia que la aceptación de la comunidad tiene para los norteamericanos, algo que se ve muy claro en los desenlaces de sus narraciones que suelen ser confesiones públicas donde se condena o se aplaude al protagonista. En novelas como La letra escarlata de Hawthorne, en películas como la remake cinematográfica de Perfume de mujer e incluso en muchos capítulos de Los Simpson, por dar algunos ejemplos, es la comunidad la juzga. En la Argentina no tenemos esta concepción tan fuerte de comunidad, no podríamos imaginar a un presidente como Carlos Menem dando una conferencia de prensa tras cada una de sus aventuras extramatrimoniales. Esta semana el gobernador de Carolina del Sur tuvo que confesar su aventura exótica con una mujer argentina. Tenía el mismo rictus de arrepentimiento que Clinton, el mismo que el gobernador de Nueva York Eliot Spitzer cuando confesó que frecuentaba a una prostituta VIP. Por suerte en el caso de esta semana no tuvo que estar la mujer del confesor con trajecito entallado celeste soportando la tomatina virtual de pie junto al marido adúltero.