El debate sobre la defensa en Argentina no debe empezar con números del presupuesto, ni discusiones sobre salarios ni reclamos sobre el equipamiento. Tragedias como la pérdida de 44 vidas a bordo del ARA San Juan tampoco deben ser el punto de partida del debate, aunque sí una señal de alarma para concientizar a nuestra sociedad sobre el peligro de tener unas fuerzas armadas sin un rumbo definido. Hoy no deberíamos “invertir” más en defensa sin antes tener un profundo debate sobre el rol de nuestras fuerzas armadas, dado que un instrumento militar sin una función clara es un riesgo innecesario para quienes portan el uniforme y un gasto injustificable de recursos del Estado. Las soluciones para nuestro sistema de defensa solo llegarán a medida que lo reformulemos para que se adapte a la realidad actual y futura de nuestro país, dado que seguimos trabajando en esta área con base en estructuras, premisas y conceptos que son ajenos a nuestros tiempos.
Ya a fines de los 80 y principios de los 90, con la desactivación de las hipótesis de conflicto con países vecinos en el marco de nuevos procesos de integración económica y productiva, y en años posteriores con el cambio en la metodología de planeamiento (de hipótesis de conflicto al planeamiento por capacidades), se perdió claridad sobre el rol que debía ejercer el instrumento militar. La indecisión sobre aspectos estratégicos claves en los gobiernos subsiguientes contribuyó al progresivo deterioro de nuestras fuerzas armadas, que ante la falta de definiciones en cuanto a sus funciones, responsabilidades y sobre todo sus objetivos, se dedicaron a llenar baches logísticos y poner parches operativos. Este proceso de deterioro se vio acelerado por reiterados recortes presupuestarios que aumentaron el impacto negativo de la ausencia de claridad estratégica, llevándonos al contexto actual: una fuerza armada con medios obsoletos, capacidades limitadas, fuga de cerebros, críticas condiciones económicas, y sin una función clara a cumplir.
Argentina se merece un debate público sobre la defensa, en el cual todas las partes del espectro político nacional puedan aportar perspectivas que contribuyan a una visión consensuada sobre qué fuerzas armadas queremos y para qué las queremos. Esto requiere que la esfera política establezca la orientación estratégica, dado que la estrategia es la definición política y, por ende, una definición que solo debe ser provista por las autoridades civiles.
Este debate público requiere a su vez los aportes de diferentes sectores, que permitan a todos los argentinos entender la realidad internacional, el contexto regional, nuestros riesgos y amenazas, y nuestros objetivos y aspiraciones a largo plazo para poder definir una estrategia internacional que entienda al instrumento militar como una pieza en el conjunto de herramientas que componen nuestra política exterior. En resumidas cuentas, el debate público es el primer paso en la construcción de una identidad estratégica argentina.
Para que la defensa logre tracción en el debate público se requiere interés, y para ello es importante que los argentinos entendamos que las fuerzas armadas son nuestras, como lo es una escuela pública, un hospital, un patrullero o el despacho de cualquier ministro. De la misma manera en que queremos que nuestros hijos reciban la mejor educación, rutas en buen estado y policías que nos provean seguridad, tenemos que ser proactivos en impulsar políticas para tener un instrumento militar que nos represente, nos defienda y contribuya a nuestro posicionamiento internacional resguardando nuestra soberanía y nuestros intereses nacionales. El Gobierno, así como la academia y la sociedad civil, tiene un rol central en suscitar este interés en el debate público. En parte para ayudar a responder a las interrogantes que genera el ejercicio de definir nuestra identidad estratégica, pero también porque es un paso clave en la recomposición del vínculo entre la sociedad y sus fuerzas armadas que se rompió con las atrocidades de la última dictadura militar.
El primer paso para promover un renovado debate público enfocado sobre estos ejes lo debe dar el gobierno nacional, dado que existen en la actualidad diferentes espacios y mecanismos para definir la política de defensa nacional, y el uso de estos facilita las condiciones para fomentar el debate que tanto necesitamos. Un documento oficial que, partiendo de los lineamientos centrales de nuestra política exterior y nuestro entendimiento del mundo, establezca prioridades en cuanto a la actual política de defensa nacional sería un insumo crucial para reactivar importantes debates en el marco de los órganos del Estado, las universidades, los think-tanks, ONGs, partidos políticos y demás espacios de generación de conocimiento que pueden contribuir al debate sobre nuestra defensa nacional.
Definiendo de forma consensuada y multisectorial una política de Estado en materia de defensa e inserción internacional que parta de las características centrales de una identidad estratégica que sepamos construir, podremos emprender el largo camino en el desarrollo de un instrumento militar funcional e integral para nuestra estrategia internacional. Será entonces que cuestiones que hoy no logramos definir, como el porcentaje del PBI que deberíamos destinar a defensa, la estructura de nuestras fuerzas armadas, la definición de sus capacidades requeridas, la formación de su personal, e incluso su distribución territorial entre muchos otros elementos, se convertirían en interrogantes con respuestas definidas dentro del marco de la identidad estratégica, una política de Estado en materia de defensa, y una estrategia internacional argentina que entiende al instrumento militar como una figura importante en el caleidoscopio que es la política exterior.
*Analista internacional, director de Investigaciones de Cries.