COLUMNISTAS
PUEBLOS ORIGINARIOS

El dedo, la luna y los idiotas

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Un proverbio chino dice: “Cuando el dedo apunta a la luna, el idiota mira el dedo”.
Todo indica que en Argentina estamos ante esta situación de no querer ver la realidad, y muchos son o se hacen los idiotas mirando el dedo y no los problemas que vive el país.
De otra manera no se puede entender que el Indec intervenido haya dejado de calcular la pobreza del país para permitirnos saber qué sucede con los argentinos. Aníbal Fernández lo expresó con mucha claridad: “El Estado no está para contar pobres”. O en otras palabras, le cortamos el dedo al organismo estatal encargado de señalar la luna.
Mientras tanto, algunos funcionarios en Formosa arremeten con insultos contra Carlos Tevez –alguien que no necesita que le cuenten la pobreza– por señalar que grandes sectores de esa provincia viven en la pobreza. Una vez más, la luna no se debe señalar.
Lo mismo sucede con la muerte de niños por desnutrición en varias provincias. Hechos que hablan por sí mismos de que la AUH y los planes de vacunación no son suficientes para la pobreza estructural.
Cuando se trata de los pueblos originarios, el gobierno nacional y algunos provinciales desconocen la Constitución nacional, el Convenio 169 de la OIT y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El clamor de estos pueblos no es escuchado cuando reclaman los territorios que les han quitado, ni cuando piden caminos, escuelas bilingües y políticas sanitarias para las comunidades. Salvo raras excepciones, critican al dedo que no es condescendiente con sus intereses, mientras gobiernos como el de Gildo Insfrán imponen su política autoritaria de señor feudal, reprimen violentamente a las comunidades indígenas y les quitan sus territorios con la complicidad del gobierno nacional.
Los pueblos luchan por sus derechos, su identidad y valores,
y no quieren prebendas ni asistencialismo, ni ser utilizados ni manipulados políticamente por las autoridades. La gravedad de la situación los llevó una vez más a hacer el acampe en Av. De Mayo y Av. 9 de Julio y llevan hasta la fecha siete meses de espera y reclamos, sin resultado alguno.
Tanto la Presidenta, como el gobernador de Formosa, como el INAI –Instituto Nacional de Asuntos Indígenas– lo único que hacen es mirar el dedo, y siguen su política de reprimir, poniendo en evidencia el racismo, la exclusión social y la violencia institucional.
Hasta la fecha la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación convocó a dos reuniones con resultado cero, para tratar de resolver el conflicto. Esos encuentros, semejantes al cuento del arbolito, sólo buscaron el desgaste de los indígenas y ganar tiempo sin lograr avance alguno y que el problema lo asuma el gobierno que sigue.
Pero los gobiernos pasan y los pueblos quedan. Los pueblos originarios continúan y están dispuestos a continuar la resistencia no violenta y permanecer el tiempo necesario hasta lograr sus objetivos.
Es urgente que otros poderes del Estado se manifiesten sobre la situación que viven los quom, los pilagá, los wichis y los guaraníes. Se han reclamado audiencias públicas sobre la situación de violencia social y estructural que viven esos pueblos en las provincias del país.
No es posible continuar con la actual situación de violencia a que son sometidos los pueblos originarios. Es triste ver que en la campaña electoral los candidatos no tienen en sus propuestas a los pueblos originarios. Continúan viendo el dedo y no la luna, y se hacen los idiotas.
Pero siempre existe la esperanza y la capacidad solidaria del pueblo en apoyar y acompañar las causas justas.
Es necesario pasar de una democracia delegativa a una democracia participativa. Los gobernantes y funcionarios, como los dirigentes políticos, tienen que
saber que lo que siembran recogen. Si la democracia es derecho e igualdad para todos y todas, debe serlo para todos y todas, y con prioridad en los más vulnerables.

*Premio Nobel de la Paz.