El crecimiento exponencial de las redes sociales en Internet y el uso masivo de las aplicaciones que han sido desarrolladas por estas plataformas dan a la información un poder casi infinito de réplica y circulación a través de los nodos interconectados.
Pero la instantaneidad y la velocidad con que circulan información, opiniones, creaciones intelectuales, datos, fotografías, no van acompañadas por las notas de la transitoriedad. Estos contenidos adquieren estabilidad temporal en la Red y están disponibles mientras exista uno de los millones de enlaces –a los cuales se puede llegar a través de los buscadores– que posibiliten el acceso a los mismos.
Tenemos libertad para disponer de un contenido y participarlo en la Red, pero no decisión sobre la permanencia y accesibilidad que ese contenido tendrá en la Web, lo cual depende de diversas contingencias que se nos escapan de las manos como el linkeo de la información.
¿Podemos jurídicamente disponer de contenidos que hemos subido a la Red, en particular los que con el tiempo son vergonzosos o agraviantes para la propia personalidad y causan graves inconvenientes en los ámbitos sociales, familiares, laborales?
Queremos proponer, con una finalidad tutelar de los derechos personalísimos de la persona humana, el desarrollo de un “derecho a la disposición de la vida digital” como verdadero derecho subjetivo que faculte a exigir la prohibición, supresión y/o remoción de los contenidos almacenados en los sitios de Internet.
Este derecho debe comprender el “derecho al olvido” de aquellos actos que, originariamente inocuos, resulten más tarde molestos o mortificantes para los usuarios, y que valla más allá la posibilidad inaugurada por nuestra ley de protección de datos personales, que autoriza la remoción de los datos antiguos o caducos, pues la nota aquí no es la antigüedad del contenido sino el legítimo derecho que tiene cada ser humano de construir su propia biografía libre de injerencias que puedan dañarlo.
*Abogado.
