Omitido el día después que Sergio Massa confirmase la continuidad de su candidatura presidencial, el dato saliente de la reunión que el 8 de junio mantuvieron dirigentes del Frente Renovador en Bella Vista es imprescindible para un análisis del mensaje pronunciado en Tigre por el líder de esa fuerza 48 horas después.
La prensa atribuyó al anfitrión del encuentro e intendente de San Miguel Joaquín De la Torre, haber revelado otro: el que habría recibido Mauricio Macri en su celular con Daniel Scioli como remitente e instándolo a no claudicar para derrotar a Massa sin la necesidad de concurrir a las urnas.
Utilizado en las horas previas por algunos portales para hacer noticia un rumor sin precisar fuentes, pero con el claro objetivo de generar expectativa sobre el anuncio, cualquier alusión a su existencia fue llamativamente ocultada.
Tal vez para borrar toda especulación de la inquietud latente en un sector del empresariado por la aparente emancipación –mediante una componenda– de quienes concebía como una representación propia para un relevo en el manejo del poder institucional capaz de provocar una ruptura con la que predominó en la última década.
Esa sospecha y la de comportarse como un émulo de Néstor Kirchner había recaído primero sobre Massa con el que se mostraron refractarios, pero por quien decidieron interceder ante Macri hasta hace muy poco en la búsqueda de un entendimiento que diluya el riesgo potencial de una victoria del oficialismo hacia donde fugan intendentes, pero también votos del Frente Renovador.
Disipar que su permanencia esté sostenida en la preocupación que causa el supuesto contubernio Macri-Scioli y al único efecto de practicar un torniquete de urgencia a la sangría en su corriente es lo que pretendió Massa en un tramo de su alocución que bajo el actual contexto deja demasiada abierta la posibilidad de ser interpretada como símbolo de la soledad que comienza a rodearlo.
“Este soy yo, soy lo que ven”, aseguró, mientras recrudecen los rumores de la salida de De la Torre de su espacio que lo privaría del último socio político de envergadura territorial que le queda tras el alejamiento del intendente de San Martín, Gabriel Katopodis.
Sin embargo, el eco de aquella hipótesis pareció replicarse otra vez en su discurso. “Hacia qué país vamos” se preguntó retóricamente el día posterior a una rueda de prensa sin preguntas, quien en el 2010 y como jefe del Gabinete, ofició de maestro de ceremonias para la presentación de la ley Federal de Servicios Audiovisuales en el Teatro Argentino de La Plata, acompañado por uno de sus principales fogoneros de entonces: el actual vicegobernador Juan Gabriel Mariotto.
En su afán de dar fomento en ese rubro a una burguesía nacional asistida por subsidios y pauta oficial, el oficialismo viene asegurando la adecuación sin obstáculos a la polémica norma y en algunos casos funcionar sin llevarla adelante, lo que equivale a violarla. Segmento en el que descuella el grupo Vila-Manzano, otro aliado de Massa que cambió de orilla al amparo de la opacidad que protege los actos de los formadores de opinión.
“Debéis verlo todo, oírlo todo y olvidarlo todo” recomendaba en la campaña de sus conquistas Napoleón, una de las figuras históricas admirada por su antigua jefe político, la presidenta Cristina Fernández. Quienes lo respaldan y él mismo adherirían a esa máxima.
“Nos metimos en el barro de la política, cometimos errores y no recordamos que lo central es la gente” admitió en una autocrítica limitada a la pésima administración de los cinco millones de votos obtenidos en el 2013. Parece tarde.
Especialmente para rectificar una fugaz, pero activa participación en la “anomalía kirchnerista” según llama a esta época el secretario del Pensamiento Nacional, Ricardo Forster.
Rótulo más pertinente en la medida que se confirma el final de un ciclo cualquiera sea el resultado de las elecciones y al que tributa el derrotero político de Massa. Tema que jamás entrará en la agenda de debate que, acaso por prudencia, sus contrincantes rehúsan dar.
* Profesor de la UNLZ.