Este no suele ser un espacio dedicado a las necrológicas, pero hay una doble razón para justificar un hecho tan excepcional: en primer lugar, el lunes pasado murió Pat Martino, un guitarrista de jazz fuera de serie; en segundo lugar, esta no es una necrológica.
Pat Martino poseía un talento grandioso, pero en 1980 sufrió una hemorragia cerebral que le hizo perder por completo la memoria, olvidándose hasta de su propio nombre. Tampoco reconocía a la gente que estaba alrededor de su cama de hospital, sus padres. Y tampoco recordaba cómo se tocaba la guitarra. Pero su padre, que con un método muy inusual le había despertado el interés por el instrumento cuando era un niño, le recordó quién era, le mostró sus discos, su guitarra, y Pat volvió a empezar desde cero, y al cabo de pocos años volvió a dar conciertos y a grabar discos, convirtiéndose por segunda vez en un virtuoso del intrumento.
El caso Martino hizo su entrada así en el mundo de la neurología (se escribieron y se siguen escribiendo estudios sobre su caso) y en ese otro mundo donde nacen ciertas preguntas que parecen no tener respuestas, a saber: ¿de dónde proviene el talento artístico? ¿Es algo innato o se obtiene luego de mucho estudio y ejercicio? ¿Artista se nace?
Nacido en 1944 en Filadelfia en el seno de una familia siciliana (su apellido era Azzara, pero adoptó Martino porque era el nombre que usaba su padre cuando cantaba en los locales nocturnos de la ciudad), había sufrido terribles dolores de cabeza desde niño, que con el paso de los años se fueron intensificando hasta volverse en 1976 crisis epilépticas, algunas de las cuales lo atacaban en pleno concierto, dejándolo durante treinta segundos inmóvil, cayendo en un interminable agujero negro.
Algunos médicos lo diagnosticaron mal (esquizofrenia, trastorno bipolar) y para curarse pasó por varias sesiones de terapia electroconvulsiva, más conocida como electroshock. Dejó de dar conciertos y se limitó a dar clases de guitarra. Pero su estado empeoraba. Un médico llegó a decirle que le quedaban pocas horas de vida. Su problema, se supo después, era una malformación congénita arterio-venosa detrás de la oreja izquierda, un manojo anómalo de arterias y venas que no estaban conectadas como debían, lo que creaba una descompensación en la presión vascular que podía provocar una hemorragia cerebral. Cosa que ocurrió en 1980.
En la operación le quitaron la malformación y también el 70% del lóbulo temporal izquierdo y una porción de la corteza cerebral. Cuando se despertó había perdido completamente la memoria. Martino describe ese despertar en su autobiografía, Here and Now! No solo no reconocía a la gente que lo rodeaba: había perdido toda inclinación musical: “No tenía interés por la música, ni la memoria muscular para tocar la guitarra”, dice en su libro. Su familia lo ayudó poco a poco a reconstruir su historia, con fotos y con sus discos. Había sido su padre quien cuando tenía 12 años había logrado apasionarlo con la música utilizando la psicología inversa: le prohibió tocar la guitarra.
Cuando Martino volvió a tomar una guitarra entre las manos, tuvo que comenzar desde cero. Pero poco después empezaron a activarse cosas instintivas, gradualmente aparecían ciertos recuerdos y la memoria musucular se activó. Siete años después de la intervención volvió a grabar un disco. En esta segunda vida, Martino grabó quince discos. Decía que luego de la operación dejó de importarle la opinión de los demás. Y que eso era pura ganancia.