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El déspota más joven del mundo

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Los tiras y aflojes entre el programa nuclear de Corea del Norte y la “comunidad internacional” han dado lugar a una nueva catarata retórica de parte del régimen de Pyongyang. Ahora, el conflicto se concentra en la zona de comercio de Kaesong, donde miles de obreros del norte “socialista” trabajan para empresas del sur capitalista funcionando “con normalidad”. Este complejo industrial, inaugurado en 2004 y ubicado diez kilómetros dentro de la parte comunista, permite recaudar al régimen comunista/monárquico del joven Kim Jong-un unos 1500 millones de euros al año. Además, esa cooperación con el sur capitalista —gracias a los salarios súper bajos del Norte— le permite ir abriendo caminos, aún insuficientes pero efectivos, para no depender ciento por ciento de su vecino chino. Aunque la nueva elite de Beijing desprecia al régimen norcoreano, lo sigue sosteniendo, por el momento, por cuestiones de estabilidad política en la región, y eso lo protege de cualquier ataque de EEUU.

Varios reportes y unas pocas fotos sobre el régimen de Pyongyang muestran una situación bastante mejor que en los penosos años 90, cuando miles de norcoreanos murieron en las hambrunas. Como relata el libro Querido líder. Vivir en Corea del Norte, de Barbara Demick —escrito sobre la base de testimonios de refugiados que huyeron al Sur—, esa crisis abrió más espacios de mercado de los que se cree. Por detrás del discurso heroico/delirante del régimen, muchos coreanos comenzaron a participar de crecientes mercados locales y a poner en juego sus habilidades mercantiles. Y el contrabando por la frontera china (celulares, telenovelas del Sur y otros productos subversivos) rompe parcialmente el brutal aislamiento de la población.

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Ahora gobierna la República Popular Democrática de Corea Kim Jong-un, quien habría cumplido recientemente treinta años. Sin embargo, muchos creen que quien está detrás del joven formado en Suiza es Jang Sung-taek, número dos de la poderosa Comisión Nacional de Defensa y cuñado de Kim Jong-il, quien falleció a fines de 2011 y le pasó el cargo a su hijo. Ya son tres las generaciones de sucesión dinástica: todo comenzó con Kim Il-sung, héroe de la resistencia antijaponesa y prometedora figura del socialismo internacional que terminó construyendo un culto a la personalidad propio de emperadores divinizados.

Algunos creen que estas amenazas de guerra están destinadas a unificar sin fisuras a los coreanos detrás del joven líder recientemente casado. Corea del Norte, mediante la política del Songun (prioridad del ejército en la construcción del socialismo), prácticamente ha entregado el poder a los militares y desde hace décadas sus ciudadanos viven en una especie de microclima bélico. Ahora la apuesta es totalitarismo político más zonas francas articuladas al capitalismo global. Una de esas actividades es la industria de los dibujos animados, como lo contó el canadiense Guy Delisle en su cómic Pyongyang, después de pasar varios días en la capital norcoreana.

Todo ello no absuelve al imperialismo de sus agresiones a Corea del Norte. Tampoco al régimen del Sur, dependiente de EEUU a nivel securitario y bastante autoritario. No se trata del clivaje simplón entre comunismo y democracia. Ahí está el excelente documental La chica del sur, del argentino José Luis García: la joven Lim Su-kyung, que en 1989 viajó ilegalmente al Norte al festival mundial de la juventud, terminó en la cárcel por su aventura. Pero ello no puede opacar el despotismo delirante de los Kim ni los padecimientos de su población detrás de un discurso sobre heroicas resistencias al imperio. Finalmente, las amenazas del reino ermitaño han estado al servicio de obtener prebendas del mundo capitalista, incluso alimentos. Algo bastante más humillante de lo que los herederos de Kim Il-sung (y la izquierda estalinista residual) están dispuestos a reconocer.

*Jefe de redacción de revista Nueva Sociedad.