COLUMNISTAS
el escenario post electoral

El día después y los ñoquis del 29

Mientras vamos a votar en esta especie de internas abiertas en que se han convertido las elecciones legislativas, para empezar a perfilar a los candidatos presidenciales de 2011, y a la vez, la estructura de poder de estos próximos dos años, pienso en los ñoquis de la cena de mañana (gordito de cuerpo y glotón de alma) y en los problemas que enfrenta la economía argentina gane quien gane.

Szewach
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Mientras vamos a votar en esta especie de internas abiertas en que se han convertido las elecciones legislativas, para empezar a perfilar a los candidatos presidenciales de 2011, y a la vez, la estructura de poder de estos próximos dos años, pienso en los ñoquis de la cena de mañana (gordito de cuerpo y glotón de alma) y en los problemas que enfrenta la economía argentina gane quien gane.

Repaso. Primero lo fiscal. La caída en el nivel de actividad interna, en los precios de exportación y en el volumen de comercio redujo dramáticamente la recaudación impositiva, sólo sostenida por los nuevos ingresos de los aportantes al sistema jubilatorio y por el no pago de reintegros y reembolsos a la exportación y de otras deudas. (Con jubilados, generadores de electricidad, proveedores varios). Mientras tanto, el aumento habitual del gasto electoral, sumado al crecimiento del gasto “natural” (salarios, jubilaciones, subsidios, universidades), ha hecho, en la práctica, desaparecer el superávit fiscal y obligado a Cristina y Néstor a recurrir a todas las “latas y latitas” que tenían guardadas en la cocina (para seguir con la misma temática) para poder hacer frente a los gastos y a los compromisos de deuda pública del año. A eso hay que sumarle un problema similar en las arcas provinciales, con menos margen para ajustar gastos, dado que el mayor porcentaje de sus erogaciones son los salarios. Con este panorama y el mercado de deuda voluntario cerrado, queda claro que en el segundo semestre no se puede repetir, en materia fiscal, lo hecho en el primero. Lo que viene es una desaceleración del gasto, (¿menores subsidios a las tarifas? ¿freno de la obra pública?). Alguna presión impositiva adicional. Alguna expropiación disfrazada (¿ahorro patriótico obligatorio para canalizar liquidez excedente de bancos y empresas?, ¿aceleración de la devaluación?, ¿más uso de las reservas del Banco Central?).

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El mix de todos estos instrumentos dependerá de cómo quede configurado el mapa del poder y del margen de maniobra del Gobierno de aquí en más. Pero, insisto, resulta difícil imaginarse un segundo semestre fiscalmente parecido al primero.

Y esto me lleva al segundo problema. El primer semestre se ha caracterizado por un sector privado dolarizando sus portafolios y ajustando sus consumos y por un sector público compensando, parcialmente, la menor actividad privada, con la reducción del superávit fiscal mencionado. El neto fue recesivo pero mucho menos de lo que hubiera podido esperarse si el sector público hubiera mantenido sus ahorros. Ahora bien, da la impresión de que cualquiera sea el resultado de la elección, la dolarización de portafolios no se revertirá en el corto plazo (seguiremos “esperando para ver”) y sin el motor del sector público al ritmo actual, el nivel de actividad difícilmente se recupere fuerte. Es cierto que el escenario internacional ha mejorado en materia de demanda regional y precios de exportaciones, pero no ha cambiado lo suficiente como para modificar, drásticamente, los pronósticos recesivos.

En ese contexto, la discusión en el mercado laboral no será menor. Hasta ahora, los problemas de empleo y de ingresos afectaron, principalmente, al 40% de los trabajadores de la economía informal, sin protección sindical, ni regulatoria. Los trabajadores de la economía formal, por su parte, vieron empeorar sus ingresos por reducción de horas extras, y por suspensiones o “vacaciones anticipadas”, compensados, en algunos casos, por subsidios oficiales o aumentos de suma fija “a cuenta del día después”. Llegado el día después, los conflictos serán crecientes, entre sindicalistas tratando de defender el poder adquisitivo del salario (retrasado por la inflación real y no la del INDEC), en su propia pelea de poder en la interna sindical y en la externa peronista y por dirigentes empresarios presionados por el control de precios directo de mi amigo Moreno, e indirecto de la menor demanda, los altos impuestos al trabajo, y el menor volumen de actividad que sube los costos fijos.

Finalmente, un problema más estructural. El camino a estas elecciones estuvo marcado por una creciente intervención del Gobierno (no del Estado, que es otra cosa), en el funcionamiento de la economía. Controles de precios, restricciones a la exportación y a la importación, “llamados” de todo tipo a empresas, bancos, compañías de seguros, etc. para que compren tal o cual instrumento, otorguen tal o cual crédito, cobren tal o cual tasa, financien tal o cual proyecto, compren tal o cual producto, etc. etc.

Esos mecanismos “no institucionales” han sido fuertemente distorsivos y han generado una maraña de incentivos perversos para un funcionamiento razonable de la economía. También esto tendrá que ser revisado, si se quiere que el dinero debajo del plato del 29, siga valiendo algo y que los dos últimos años de este Gobierno transcurran razonablemente. Independientemente del resultado de esta noche.