El Mercosur cumplió su función histórica en la historia de las relaciones internacionales del Cono Sur. Puso fin a la hipótesis de guerra a favor del encuentro como socios de los rivales. Trasladó corrientes de comercio para el espacio intrarregional. Creó una plataforma para actuar frente a la incertidumbre del mundo. Acercó a las diplomacias y a los empresarios. Dio densidad a la interacción intelectual, educativa y cultural de pueblos que vivían de espaldas entre sí. Dio madurez a la frágil democracia.
Su más reciente contribución fue evitar que esta parte del mundo se hiciera área indiferenciada del capitalismo. Gobiernos, himnos y banderas mantuvieron sus contenidos. El Mercosur engendró un proceso más amplio, como la creación de un proyecto de integración para América del Sur. Rebatió la formación de un área de libre comercio en las Américas, nociva a los intereses nacionales de los Estados de la región. Garantizó que hubiera posibilidad de autonomía decisoria en el extremo Occidente.
La novedad histórica, entre tanto, choca con los límites del modelo actual. El flujo comercial ampliado retiró energías de la integración industrial. El discurso de las cadenas productivas aún es una quimera. Las políticas de reducción de las asimetrías son tímidas. Las dudas persisten sobre la eficacia de las instancias de institucionalización. Se crearon, a semejanza de la burocracia de Bruselas, nuevas instituciones, pero sin el contenido programático de la integración europea.
Hay tensiones subyacentes que surgen en el proceso decisorio del Mercosur. ¿Cómo conciliar la ampliación de socios con un proyecto más consistente de profundización de la integración? ¿Cómo avanzar con la integración industrial cuando las salidas para las crisis que se agravaron con la toxicidad de los capitales vienen siendo enfrentadas, en América del Sur, con soluciones nacionales? ¿Qué hacer cuando un país clave como la Argentina se vuelve cada vez más hacia adentro, en la eterna introspección política de sus debates?
El Mercosur vive el dilema que en estos días protagonizan los parlamentarios brasileños. El Congreso de Brasil tiene que decidir si quiere que Venezuela sea socia del Mercosur. ¿Cómo agregar a un socio como Venezuela si la política exterior de Brasil y sus designios son tan diferentes? Sectores sociales y políticos temen la ideologización del Mercosur. Otros temen que el estilo del gobernante de Caracas pueda corroer la transparencia y confianza que se ha logrado en la región Brasilia-Buenos Aires, aun con las imperfecciones del Mercosur.
Hay consenso en Brasil de que la integración con Venezuela es necesaria para el norte del país, así como lo fue la integración con el Río de la Plata. Sectores económicos fuertes como las multinacionales brasileñas observan con interés la ampliación de los mercados andinos. Pero no hay unidad en la idea de una integración con Chávez. Se teme la politización desenfrenada de un presidente con un estilo de gobierno que no se parece a la forma democrática escogida por los brasileños para llevar adelante su inserción en el mundo.
Para Brasil la integración regional es un deber de circunstancia y una oportunidad de agregar poder y capacidad para participar de la construcción de reglas y valores en el sistema internacional.
La integración es, por lo tanto, un objetivo en sí, pero también una proyección de la región en las nuevas polarizaciones y jerarquías del mundo que se esboza para el siglo XXI. ¿Será que la terrible introspección de las diferentes élites nacionales, acosadas por debates domésticos sin fin, inhibe un nuevo patrón de integración deseado por los brasileños? ¿Será que el Mercosur, de tan importante, no merecería más atención electoral en momentos difíciles de inserción de América del Sur en la geometría variable que se dibuja con el crecimiento de Asia, la estabilización declinante de Estados Unidos y la perpetua caída de Europa?
Estos serían temas para las dirigencias del Mercosur. Pero muchos de ellos prefieren hundirse en sus pequeñas vidas y carreras. No piensan en grande.
*Director general del Instituto Brasileño de Relaciones Internacionales (IBRI).