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kirchnerismo y seguridad

El drama viste uniforme

El oficialismo no acierta en el rubro seguridad y sus desencuentros con las fuerzas hacen más ostensible el fracaso: la cocaína de los “aviadores”, un caso extremo.

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Algo cambió. En 2004, también en un vuelo a España, se descubrió un cargamento con cocaína. Entonces, unos sesenta kilos en cuatro valijas; ahora, la cifra es mayor: casi mil kilos en bolsas. Hubo castigos, además de pocos presos. Por ejemplo, el Gobierno liquidó la cúpula de la Fuerza Aérea (como 12 altos oficiales) y le quitó el poder de la Policía Aeronaútica, ocupándose de esa responsabilidad con la nueva Policía de Seguridad Aeroportuaria (a la que se le permite detener gente donde no hay aeropuertos). En el affaire actual, sin embargo, no hay sanciones ni imputados hasta ahora, casi han evitado las declaraciones oficiales, a pesar de que los volúmenes de droga transportados son brutalmente superiores. Todo parece haber cambiado, pero el Gobierno insiste en lo mismo: la Argentina es un país de tránsito de droga. Y nadie ignora que no es igual colocar un púgil de peso mosca en un avión, los sesenta kilos de 2004 de Southern Winds, que entre 11 y l2 personas bien alimentadas en el ahora piloteado por los hermanos Juliá.

Todo lo que tiene uniforme se torna un drama para los Kirchner, aunque hayan afeitado, amputado y casi suprimido a las Fuerzas Armadas. Resultó un trámite fácil y de poco costo: echaban oficiales hasta por portación de apellido, ninguno podía apelar ni reclamar indemnización. Código militar. Otro cantar fue con la Policía Bonaerense: ascendieron nuevos sin experiencia y los viejos siguieron en funciones, apartados (como determinados funcionarios en la AFIP), cobrando sueldos. El mismo sistema vale para las modificaciones en la Policía Federal: algunos fueron corridos hasta por “falta de confianza” y al flamante jefe, cuando se queja, le señalan que hay un civil para ocupar su lugar. Al revés de los militares, no se retiran, quizás en la confianza revelada en un film de Costa Gavras: lo único que permanece es la Policía. Para algunos críticos, tan setentistas como ciertos kirchneristas, las tareas de limpieza y saneamiento en las estructuras de uniformados responden a una lógica destructiva del pasado, montoneril, gramsciana para enaltecer a quienes no lo leyeron. Y, en ese ejercicio conspirativo, involucran a miembros de esa organización cataléptica, como la ministra Nilda Garré, el empresario Mario Montoto o distintos grupos de derechos humanos. Una caracterización simplista: en todo caso, por más que purgue a las fuerzas, si el Gobierno no acierta en sus políticas de seguridad –y hasta cae en el ridículo con el robo de parte del dinero del viaje presidencial atribuido a motochorros–, sus fallas no provienen de un unánime complot de viejos y enclenques guerrilleros.

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Por el contrario, aunque Garré y Montoto revistaban juntos, hace tiempo que se odian cordialmente. Y no sólo desde que Néstor Kirchner reveló su tirria con Montoto. En un acto naval, harto Kirchner de un discurso del almirante Godoy –le indicó a su ministro Pampurro: “Decile a ese marino que evite la cháchara porque la próxima vez me voy”–, paseó su mirada por la primera fila de los invitados y descubrió a Montoto: “¿Qué hace éste aquí, no lo quiero ver más”. Sin embargo, Montoto siguió cerca, aproximó oficiales a sus proyectos y entabló un vínculo de roble con Daniel Scioli, quien no seguía todas las instrucciones del difunto: Montoto hizo negocios con la Provincia y el gobernador, en su momento; cuando ganó, le agradeció su colaboración en el triunfo por mensaje telefónico. Uno de los pocos que envió.

La Garré debe tener otros pleitos con Montoto, quien no vendía productos en Defensa con la misma facilidad que en otros predios oficiales: el año pasado –para mostrar su beligerancia con el personaje– hasta llegó a descomedida al prohibirle, a cualquier militar bajo su mando, asistir a un seminario organizado por el empresario, al cual singularmente asistió el canciller de Brasil. Casi un papelón con los poderosos vecinos. Los más cándidos estiman que las diferencias entre estos ex militantes obedece a que unos compartieron la eliminación kirchnerista de cuanta ley protegiera a los militares y otros estimaban conveniente mantener cerrado el capítulo legal que los cubría (como a ellos mismos, guerrilleros). En esta línea, Montoto apelaba al concepto de un artículo de su amigo Rafael Bielsa: “La guerra ha terminado”. Y señalaba: tengo más heridas que otros que nunca vieron una cebita –le mataron a la esposa–, pero creo en una necesaria pacificación. Otros pensaron al revés. Pero esas reservas políticas no parecen corresponderse ya con la realidad económica que los domina: Montoto ha realizado un sorprendente desarrollo económico y, por volver a citar a la Garré, su compañero de antaño, Juan Manuel Abal Medina –padre del actual responsable de medios de Cristina–, al que ella salvó de una razzia castrense y, a las patadas, lo introdujo al exilio en la embajada de Mexico, prosperó ostensiblemente en el exterior, sirviendo al dominante PRI (El ogro filantrópico de Octavio Paz). Ahora, Abal Medina todavía atiende al megamillonario Carlos Slim, asiduo visitante del país y hasta hace poco suministrador de elogios a los Kirchner como el presidente de la Coca-Cola.

El rubro inseguridad no es privativo de los Kirchner. También desvela a Mauricio Macri, quien –se afirma– en un mes puede desalojar a su funcionario en el área, Guillermo Montenegro. Desde que la Justicia no lo rozó en el caso del comisario Fino Palacios, venía en baja, sin sucesor (al parecer, Eugenio Burzaco no alcanza el piné), y con un economista, Edgardo Cenzón, para que le revisara las operaciones. En simultáneo, también le achacan exageradas simpatías con Amado Boudou (se los ha visto dialogar animadamente en Puerto Madero), escasa idoneidad para enfrentar ciertos episodios (caso de la ocupación del Parque Indoamericano) y carencia total de autoridad ante la Justicia porteña que, por ejemplo, parece divertirse bloqueando obras que puso en ejecución Macri. Se diría que son cargas ilevantables. Pero, Montenegro se cuelga de los faldones de Gabriela Michetti, y ella será la candidata a suceder a Macri en la Capital –dobla en intención de votos a Horacio Rodríguez Larreta–, ya que el ingeniero boquense se presentará sólo a la presidencial. Sin red, admitiendo que “si pierdo, me tomo un año sabático con mi mujer”. Lo que se dice, una luna de miel más prolongada de la que tuvo.