Escena 1: Martín Demichelis está relajado en la casa alemana que desde hace cuatro años comparte con su familia. Trabaja como entrenador del equipo de reserva del Bayern Munich, el club donde jugó entre 2003 y 2010. Ahora disfruta de una tarde de ocio con su pareja, Evangelina Anderson, su hijo Bastián y sus dos hijas Lola y Emma. Nada parece alterar la paz de sentirse en casa, de estar en su lugar en el mundo.
Escena 2: Marcelo Gallardo anuncia que a fines de 2022 dejará de ser el entrenador de River. Se cierra el ciclo del DT más ganador de la historia del club, con 14 títulos en ocho años y medio, incluida la final en Madrid. La decisión estremece al Millonario. Ahora deberán buscar a un técnico que se atreva a reemplazar al mejor, que se anime a cargar con la mochila que deja el Muñeco.
Escena 3: Evangelina saca una foto de Martín y su hijo Bastián mientras miran un partido de River. Los registró de espaldas, pegados uno al lado del otro, con las camisetas puestas. En ese momento están en Londres y son las tres de la madrugada. La diferencia horaria no es un impedimento para los Demichelis. Los hinchas no reparan en sacrificios.
Todo está alineado para que esta película tenga un final feliz. Sin embargo, para conocer el desenlace habrá que esperar las escenas que vendrán. Lo que sí se puede asegurar hasta ahora es que esta historia rompió la lógica: tiene un principio feliz.
Martín Demichelis se hizo cargo de River y en el primer torneo que lo dirigió ganó la Liga Profesional tres fechas antes de que terminara. Mantuvo la identidad del equipo, respetó el estilo y fue protagonista. Asumió dos desafíos y salió ileso: que los jugadores no se relajen y que los hinchas no extrañen al Muñeco. La era pos Gallardo, esa que parecía inabordable, ya tiene nombre.
Los golpes de la vida. Demichelis llegó a River con ilusión, expectativas y un principio: el equipo gana, empata o aprende. Las derrotas, para el DT, son como un manual que se abre frente a los ojos de una niña curiosa: está repleto de conocimiento para ser aprovechado.
Él, Demichelis, aprendió a fuerza de golpes. Sufrió muchas pérdidas, de esas que duelen de verdad. Detrás de la sonrisa que tiene dibujada hay ausencias. Cuando apenas tenía 14 años falleció su madre. Y las tragedias se encadenaron: su padre murió en un accidente de tránsito, un borracho mató a su hermano mayor, su representante Jorge Cyterszpiler se suicidó.
Por eso, dice que no planifica a largo plazo, que vive el presente. Esa impronta cortoplacista encaja con hábitos cotidianos que parecen venir del siglo pasado: Demichelis no usa redes sociales, no mira series, no sale a comer a restaurantes. Es más, ni siquiera juega al fútbol. Los únicos partidos en los que se anota son cuando vuelve a Justiniano Posse, su pueblo, y lo invitan sus amigos.
Sus ratos de ocio los aprovecha para estar con su familia. Disfruta de volver a su casa, dice, de tomar mate y jugar con los perros. Y si enciende la tele es para mirar fútbol. Como anoche, cuando se prendió al partido que Talleres no pudo ganar y que le dio el primer título nada menos que en River.