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El empresario que no quería hablar

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Cristóbal López siempre aborreció a los medios. En pleno auge del kirchnerismo, el empresario se encargaba de decir que no había sido suya la idea de quedarse con el emporio de medios que era de Daniel Hadad. Sostenía que le daban visibilidad, algo que para un empresario que sumaba fortunas a base de contubernios con el poder de turno, era contrario a sus intereses. Cristóbal ni siquiera iba a sus medios. Cuando se hizo cargo, estuvo en los estudios de C5N en la calle Fitz Roy. Fue su única vez. Siempre prefería mantener reuniones con los gerentes del canal y de las radios en las oficinas de Argentina Corre, cruzando la calle.
Las entrevistas tampoco eran de su agrado. En su reducto patagónico, donde es dueño de un diario, nunca quiso exponerse ante los medios de Buenos Aires. Mientras sus negocios florecían con los Kirchner en la Rosada, López siguió manteniendo un no rotundo ante cualquier consulta periodística.
Todo cambió en su último verano tras las rejas. Salió de la cárcel de Ezeiza dispuesto a hablar. Estaba furioso.  El día de su liberación, sorprendió a los movileros que lo esperaban. Hablaba por primera vez de las causas por la que se lo investigan. “Acabo de salir de estar 97 días secuestrado (…). Lo que Ercolini inventó para meterme preso no existe”, expuso. Ayer, el juez Eduardo Riggi sostuvo que aquellas palabras “demuestran un irrespetuoso desconocimiento de las atribuciones legales del magistrado que lleva adelante la causa”. Ahora, López tiene tiempo para meditar si vuelve a hablar con los periodistas.