La invasión de Ucrania constituye un acto de guerra. No caben los artilugios de una “acción punitiva” u “operación militar especial”, como la denominó el Embajador de Rusia, Vasili Nebenzya, en el Consejo de Seguridad. También confirma todas las afirmaciones de Estados Unidos cuando advertía sobre la concentración de tropas rusas en la frontera o los ejercicios militares en Bielorusia o el envío de armamentos al ejército irregular en las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk.
Tampoco sirve agitar el argumento sobre la expansión de la OTAN hasta la frontera con Rusia. En las dos últimas décadas Rusia fue a la guerra con Georgia, anexó Bielorrusia, liquidó las aspiraciones independentistas en Chechenia y envío tropas a Kazajistán para sofocar las protestas contra el gobierno. En 2014, se apoderó de Crimea y promovió la secesión de la región de Donbás. Los Acuerdos de Minsk firmados en setiembre 2014 y febrero 2015 que otorgaron la autonomía a las dos provincias no lograron terminar con el conflicto creado por la injerencia rusa para mantener el clima beligerante contra el Gobierno de Kíev.
El Presidente Putin nunca aceptó el desmembramiento de la Unión Soviética y la pérdida de influencia en el escenario mundial. La Declaración firmada en Beijing sostiene “la parte china aprecia los esfuerzos de la parte rusa para establecer un sistema multipolar de relaciones internacionales” o “ambas partes refirman su compromiso para mantener el resultado y el orden existente surgido de la Segunda Guerra Mundial”. Toda la política de Vladimir Putin estuvo orientada en las dos últimas décadas a perpetuarse en el poder, aniquilar a la oposición y convertirse en el actor principal de la política mundial.
El ascenso de China como potencia mundial y las políticas dubitativas de los Estados Unidos fortalecieron las aspiraciones de Putin. El Presidente ruso encontró en Xi Jinping el socio ideal. Xi Jinping desde su ascenso al poder también está tratado con éxito permanecer ilimitadamente en el poder cambiando constituciones, eliminando la disidencia y extendiendo su autoridad apropiándose del Mar de China Meridional.
Estados Unidos continúa siendo la primera potencia mundial, pero las decisiones del Gobierno están condicionadas por el sistema democrático. Tardó dos años en entrar en la II Guerra Mundial y fue la opinión pública la que forzó las retiradas deshonrosas de Vietnam y Afganistán. Los líderes autocráticos no necesitan la aquiescencia de sus ciudadanos; actúan sin pudor dispuestos a sacrificar todo lo que haga falta para lograr sus objetivos. Como bien dice la propaganda china, el sistema democrático es débil e indeciso. En cambio, los sistemas de “democracia centralizada” pueden responder con premura y sin titubeos. Putin recuperará Ucrania para su satisfacción personal pero ha dejado en claro que su permanencia en el poder constituye un peligro para la seguridad y la paz mundial.
*Diplomático.