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El espejo de Europa

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Hace diez años, la Delegación de la Unión Europea junto con las embajadas de los Estados miembros y los institutos culturales europeos comenzó a construir un gran espejo de Europa para sus amigos argentinos. Qué mejor manera de conocernos más profundamente sino por el arte, en particular a través del cine en un país tan cinéfilo como Argentina. Desde 2004, cuando en la sala de la Alianza Francesa en Buenos Aires (y luego extendido al auditorio del Instituto Italiano de Cultura, así como a Córdoba, Tucumán, Salta, Rosario, Mendoza, Bahía Blanca, Resistencia) tuvo lugar la primera muestra del cine europeo hasta hoy, una imagen en mosaico, complementaria y, a veces, contradictoria de Europa se iba formando, iba reflejando la realidad y la historia de nuestro continente a través de unas 120 películas contemporáneas –largometrajes y cortos, documentales, de ficción y de animación– muy diversas por temática, origen y lenguaje artístico, y en muchos casos galardonadas internacionalmente.

No ha sido fácil mantener el interés de un público acostumbrado a tener a su alcance lo mejor de lo mejor del arte cinematográfico a lo largo de estos diez años; aun más difícil aumentarlo, lo que confirma los niveles de audiencia y muchas peticiones de otras ciudades argentinas adonde todavía no llegamos con la muestra; en ese sentido también podemos hablar de una “década ganada”. Nunca presentamos la imagen idílica de una Europa inexistente, sino las obras que en su conjunto dejan ver todo lo que es la Europa de hoy –sus logros y desafíos, sus decepciones y alegrías, los pozos negros de depresión y la risa estridente de felicidad–; en una palabra, la realidad. Y la verdad artística es casi siempre más contundente que las disertaciones eruditas sobre todo para los pueblos que se quieren conocer.

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El cine europeo, como el argentino, ha sido mucho más que entretenimiento e industria: hay una gran tradición de “cine de autor” en cuantas grandes expresiones cinematográficas se mire, desde los expresionistas alemanes, la nouvelle vague francesa y el neorrealismo italiano hasta las famosas escuelas británica, escandinava, checa, polaca, ibérica y balcánica. A los europeos nos gusta que sea así: el Programa Media de la Comisión Europea brindó su apoyo económico a una de cada dos películas europeas para hacer así viable la industria cinematográfica en la era digital, y para preservar su identidad cultural. Basta echar una mirada en el conjunto de las obras de la 10ª Muestra que se está presentando ahora en Buenos Aires: es la imagen multicultural, una diversidad que también sabe reflejar toda la complejidad y, por qué no, las contradicciones de la vida europea de hoy.

En tiempos difíciles de crisis no sorprenden los matices oscuros ni la alta preocupación social que dominan películas de esta muestra de tan diversos países como Dinamarca, Austria, Finlandia o Portugal, o los problemas de violencia, drogas y alcoholismo mezclados con la existencia de un submundo criminal (Croacia, Países Bajos, Polonia), o de una falta de perspectiva existencial (Serbia, Rumania). Que no todo es pena y dolor lo confirman las obras de República Checa, Irlanda, Bélgica; gran tradición de cine intimista y relaciones familiares perdura en las obras de Italia, Eslovenia, mientras Europa llega al diván psicoanalista en las películas de Alemania y España.
Como el año pasado, y quizás como en toda esta década, en su mayoría los protagonistas en las obras de cine de esta muestra son jóvenes: sus dudas, preocupaciones, desafíos; su lucha por la identidad personal y profesional. También se expresa una relación continua con la tradición literaria y artística: este año la confirman El Greco de Grecia, Natural Grace de Irlanda y la galardonada traducción audiovisual de la novela Submarino del danés Jonas T. Bengtsson. Dos extremos de los sentimientos europeos –la solidaridad y la discriminación– aparecen reflejados en las películas de Eslovaquia y Francia. Y podríamos incansablemente seguir hablando de nuestro cine, pero el espacio se termina y es mejor para todos dejar que el espejo de Europa hable por sí misma.

*Jefe de la Delegación de la Unión Europea en Argentina.