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El éter también fue el ring de numerosas batallas

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La más reciente batalla entre periodistas K y anti K fue una de las más escatológicas: “Me dieron ganas de vomitar el televisor y sobre su cara”, soltó Víctor Hugo en su programa de radio, indignado, contra Lanata, después de un informe sobre la pauta oficial. Este episodio es uno más de muchos, que cierra una etapa de guerras entre periodistas en el ring del éter. La radio fue escenario de enfrentamientos que llegaron a afectar los “pases” entre programas, los fichajes de periodistas para pasar de una radio a otra y hasta modificaron el mapa de la radio, que hoy se dibuja entre radios afines al “modelo K” y radios “opositoras”.

En 2011 se vivió el pase más tenso, en el aire de Continental, cuando Magdalena Ruiz Guiñazú le reprochó a Víctor Hugo Morales su “bajada de línea” a favor del Gobierno. El periodista escribió luego en su página web: “Tengo en mi memoria el rostro, la expresión, el odio de esa mujer y estimo que eso jugó a mi favor. Cuanto más enojada y fuera de sus casillas se la vio, mejor me sentía yo”. Así se vivió la disidencia política en estos últimos años, con una intensidad y un apasionamiento sobredimensionado, que empujó a los que se subieron al cuadrilátero a hablar de odio, venganza, vómito, asco.

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Hechos muy trascendentes, como la crisis del campo, el cepo cambiario, la nacionalización de Aerolíneas, Ciccone, y la muerte del fiscal Nisman, por ejemplo, encendieron los antagonismos. En enero pasado, Nelson Castro discutió con Morales en otro pase legendario de Continental sobre el tratamiento mediático de la muerte de Nisman. Otra de las notas de estos tiempos: la comunicación que habla de la comunicación. Los protagonistas de los medios debatieron sobre el modo en el que ellos mismos abordaron los temas de actualidad. Discutieron los modos, la parcialidad o imparcialidad, las presiones externas, la influencia de la pauta oficial para decir o callar, la militancia, la objetividad o subjetividad, el “relato”.

Además de la polarización de ideas, el mapa de la radio sufrió varios cambios en los últimos años, algunos motivados por la adecuación de los grupos a la nueva ley de medios, que redujo la cantidad de frecuencias en las mismas manos. Estos movimientos fueron también una oportunidad para el desembarco de empresarios hasta ese momento ajenos a los medios. Entraron nuevos actores y salieron “viejos” hombres de medios, como Daniel Hadad. Estas ventas sacudieron el mapa de la radio, que hoy se balancea entre medios afines y contrarios al kirchnerismo, más algunos “sueltos”, pocos, que logran refugiarse en el medio, en el gris entre los extremos.

En su libro Guerras mediáticas, el profesor Fernando Ruiz asegura que “una vez que los bloques enemigos están construidos como tales, los proyectos pierden importancia real. El verdadero proyecto a partir de ese momento es la derrota y la humillación del otro, y no una determinada visión de país”. Algo así pasó entre los periodistas en tiempos K, pareció más fuerte la necesidad de sostener el enfrentamiento con el “bando enemigo” que ir más a fondo, en busca de una visión de país. Una de la notas de esta etapa será la pelea de los periodistas contra los periodistas: Lanata versus Morales, Rial, Zlotogwiazda, Majul  y Diego Leuco versus Aliverti, Caballero contra Longobardi, Feinmann contra Greco y Casella, entre tantas otras. El kirchnerismo enfrentó al periodismo contra el periodismo. En definitiva, fue el reflejo mediático de lo que pasó en las casas, entre los amigos. La política, y sobre todo las visiones polarizadas sobre cada tema, se adueñaron de la mesas, de los cafés. Y la radio es el medio que mejor refleja las conversaciones sociales, es el mejor escenario para la tertulia, el debate y el intercambio de ideas.

Pero como todo tiene su lado positivo, Fernando Ruiz afirma que las polarizaciones no siempre son negativas, y asegura: “Los saltos civilizatorios muchas veces se vieron favorecidos por la conformación de un bloque social y político homogéneo apoyado por un ejército mediático”. Esta visión positiva deja entrever que el enfrentamiento K–anti K puede tener un sentido si se lo mira a través del tiempo. La falta de matices, de grises, en estos años convulsionados mediáticamente puede adquirir un sentido más profundo con el tiempo y consolarnos pensando que estas batallas, con los años, habrán valido la pena.

 

*Profesora e investigadora de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral.