Nadie lo dice en voz alta pero la única noticia que explica la falta de ellas es que se está derrumbando la mas grande multinacional de Occidente con sede en el Dólar. Ya le sucedió a la del Rublo y su Muro, por lo que quedaría aguardar el eclipse del Yen, para que surja alguna vez una sociedad internacional no dependiente del dinero sino de la fraternidad. ¿Existirá alguna propuesta de tan franca ingenuidad? Sí: ésta. Wiliam Blake no dejó de bregar en su vida por una idea matriz: "Todo lo que existe fue imaginado alguna vez". La proclamó en su poesía pero es funcional a toda actividad humana. De ahí la falta que hace que cada día más evangelistas de Blake lo divulguen en el terreno que sea. De ayudar a que sumen más los que imaginen para bien que los que lo hacen en contrario. De llegar el día en que la imaginación de los generosos supere a la de los afanancios, otro gallo cantaría en los días del mundo. Los no monetaristas se dedicarían a alentar a las nuevas generaciones a no copiarnos y a encarar una administración terrestre en la que los tres reinos, las tablas de multiplicar y los cuatro puntos cardinales atendieran a todos por igual. Desde la óptica de Blake ese paraíso es posible. ¿No merece entonces dedicarle un poco de prensa? ¿Una columna, al menos?
El mayor encanto de la esperanza consiste en poder ilusionarnos. Aún viviendo en sociedades desangeladas ella permite que imaginemos el advenimiento de un mundo feliz. No es vana la esperanza. Por ella sobrevivimos a los lunes, a las guerras, a las mafias, a los gobiernos malhechores, al engañoso espejo del ego, y a mucho más. Pero siendo frágil y de vuelo corto, se cansa pronto y dejamos de alentarla. A la malignidad en cambio le resulta fácil armar los artilugios que desgasten la ilusión. Y así, el quedantismo nos atrapa. Poco a poco nos deslizamos del inquieto vivir al sobrevivir inmóvil y de aquí a esa colmena indescifrable llamada "humanidad".
No es desvario. La actualidad vegeta. Y nosotros en ella. Solo la naturaleza actúa armónica sus ciclos de recambio. El hombre actual, no. Su política es de yeso. El deporte lo anestesia. La música lo desmadra. La droga lo devora. La prensa lo abruma.
Desde la ONU hacia abajo (¿hay más abajo?) la solidaridad no pasa de niveles simbólicos. Y la conciencia colectiva permanece en punto muerto. La apoltronada Señora Statu Quo no afloja. De camino en el tiempo la Historia se convirtió en collar de anécdotas. Y así vamos cediendo a la Nada el Todo que recibimos al llegar al planeta. Hoy mismo (en el mundo y aquí) subyace, late, crece la sensación de que "todo se va al carajo", aunque asumido más como drama marciano que nuestro. Que a cada uno de los grandes líderes lo flanquee un bestiún que porta valijita con botón atómico sin que se altere nadie. Que la interminable degollina de familias por el sátrapa Hassan no suspenda siquiera el inicio de las Olimpíadas...muestran que la Avaricia, la Publicidad y el Mercado tienen a 7 mil millones en Su Puño.
Sea al Este o al Oeste la amenaza es la misma. Cientos de millones de desempleados, otros tantos drogados y una similar cuantía de inocentes, vaga a la deriva del nacer al morir. ¿Es Hannibal Lecter Hobbes que no piensa cejar hasta conseguir comerse entero a Rousseau?. A lo largo de siglos nunca dejó de intentarlo.¿Por la religión? ¿Por la cultura? ¿Por las drogas? ¿Por el petróleo? ¿Por las armas? ¿Por el dinero?. No hay duda (pregunteselo cada uno) que estos temas son infinitamente más de uno (y de la familia de uno) que el mutismo de Máximo, los tacones de Tinelli o el humor de Riquelme. ¿O no?
Nuestro presente "real" está encapsulado. A cambio nos dan a"protagonizar" un imbécil Relato comercial. Esta es la Realidad que (como antes las guerras periódicas) cumple hoy el trabajo de quitar del medio la mayor cantidad de juventud (de actualidad, en suma) que asoma como recambio. Este real asesinato en masa de lo nuevo que arriba al mundo encuentra dramáticas formas de resistencia. En Japón crece la tendencia a recluirse, a practicar un aislamiento social agudo que semeja un suicidio sin muerte. Este fenómeno que surgió a fines del siglo pasado hoy sobrepasa el millón de personas. Salen del mundo y se encierran sin atenuantes en un cuarto en penumbra, ajenos a toda noticia, pasando meses entre residuos acumulados, con mínima recepción de alimentos y remedios. No presentan síntomas psicóticos ni actúan con violencia. Esta inmersión en la Nada tiene por nombre hikikomori. Es un signo de los tiempos. Una protesta absurda pero también una reacción notable ante una sociedad que consideran vendió su espíritu y estilo a la tecnología, la competencia y la banalidad.
Que se sepa, la cruzada no encontró todavía ningún seguidor en nuestro Imperio del Sol Poniente. Tampoco se espera que los haya.