Estoy sentado en mi oficina, en mi escritorio, frente a la máquina de escribir, tratando de concentrarme en la columna política de Perfil. Sí, frente a mi máquina de escribir. Decidí desempolvar mi vieja Remington y prender un par de velas porque la última factura de luz vino muy cara. No se me ocurre nada, pienso y me angustio, cuando entra Moira, mi secretaria, dando un portazo y a los gritos.
—¡Vámonos de joda ahora que tenemos guita! –grita.
—¿Guita? –pregunto sin entender de qué está hablando–. ¿Qué guita? ¿Vos viste cuánto nos vino la última boleta de luz? ¡Mirá cómo estoy escribiendo!
—¡Muy bien! –exclama Moira–. Veo que seguís al pie de la letra los consejos del Presidente. Pero tranquilo, ahora tenemos un montón de plata.
—¿Vos me estás jodiendo? ¡Si estoy tomando tereré para no tener que gastar gas para calentar la pava para hacer mate!
—¿Y la pava eléctrica?
—¡Ni la nombres! –la atajo–. A ver si nos cobran de solo nombrarla.
—Insisto, ahora tenemos plata –sigue Moira–. ¡Dejá todo y vamos a celebrar!
—¿Qué pasó? ¿Te ganaste la lotería?
—No, pasó el FMI.
—No entiendo.
—Claro, el FMI nos prestó 50 mil palos verdes –explica Moira–. Supongo que algo de eso nos debe tocar a nosotros, ¿no?
—¿Vos me estás jodiendo? –pregunto–. Si el FMI nos presta plata es porque no solo estamos en la lona, sino algo mucho peor: vamos a estar mucho más en la lona.
—Che, pará, que me estás asustando.
—Uy, disculpá, cierto que sos joven. Esa es la ventaja que tiene el FMI, que siempre hay una generación que no lo conoce. Es como los Rolling Stones, pero mal.
En ese momento entra Carla, mi asesora de imagen, leyendo algo en su iPad. Carla abre la puerta y prende la luz.
—¡Nooooo! –le grito.
—¿Qué pasa? –pregunta.
—No prendas la luz –le digo–. ¿No te das cuenta? ¡Tenemos que ahorrar! Mirá dónde estoy escribiendo.
—Por favor, no seas ridículo. Acordamos con el FMI, estamos salvados.
—¿Me estás jodiendo? –pregunto.
—Bueno, tampoco es que está todo recontra bien –admite–. Pero hay que reconocer que dentro de todo el acuerdo le trae un poco de aire al Gobierno. Tené en cuenta que iban a pedir 30 mil millones y les terminaron dando 50 mil.
—Claro, y no 8 mil, como decía Lopérfido –agrega Moira.
—¿O sea que vos creés que el acuerdo le puede traer prosperidad al país? –pregunto.
—No, yo digo que el acuerdo le puede traer un poco de aire al Gobierno –responde Carla–. Ahora hay que ver si ese aire le alcanza para ganar las elecciones del año que viene.
—¿O sea que lo único que importa son las elecciones del año que viene? –pregunta Moira.
—No, lo único que importa no –responde Carla–. También importan las elecciones de 2023. Igual lo importante para este gobierno es que dejó una huella, dejó su marca en la historia política de este país.
—¿Por qué? –pregunto–. ¿Qué marca?
—Claro, pensá que si le va bien va a poder lograr la reelección. Y si le va mal le va a dejar el regalito del acuerdo este con el FMI al gobierno que venga.
—Pensar que en apenas un par de años pasamos de pobreza cero a déficit cero –se lamenta Moira–. Está claro que lo que importa es mantener el cero.
—Y lo que importa también es tener siempre la posibilidad de tener un tema al que recurrir para tapar todo –explica Carla.
—¡Claro, como el kirchnerismo! –exclamo–. Para eso el Gobierno la tiene a Cristina.
—Sí, todo muy lindo hasta que te dicen “machirulo” –agrega Carla.
—¿Y eso qué es? –pregunto.
—Machirulo, machista retrógrado… como vos –dice Moira.
—Con el agregado de lo ridícula que resulta toda palabra terminada en “ulo” –agrega Carla.
—Dejen de bardearme, che –suplico–. Además, ¿le sigue rindiendo al Gobierno esto de invocar a Cristina?
—Más o menos –responde Carla–. Pensá que hasta hace no mucho el Gobierno decía “Cristina” y todo el mundo pensaba “se robaron todo, no vuelven más, que vayan presos”. Hoy el Gobierno dice “Cristina” y todo el mundo piensa: “Aumenta todo, me bajan el sueldo, no hay plata en los cajeros”.
—¿Y entonces qué opción le queda al Gobierno? –pregunto.
—Está difícil –responde Moira–. Encima el conflicto social crece, el descontento también, el consumo baja…
—Por suerte, el Gobierno tiene quien lo apoye –agrega Carla.
—¿El FMI? –pregunto.
—No, la CGT –responde Carla–. Una institución que está dispuesta a darle al Gobierno lo que quiera. Y que encima, si tienen una reunión, jamás le va a reprochar a un ministro “Faltan mujeres”.
—Ojo, que la CGT está estudiando hacerle un paro al Gobierno –digo.
—Sí, y el FMI está estudiando hacerse comunista y exigirle al Gobierno que adopte la dictadura del proletariado –concluye Carla–. Pero por el momento no hay novedades ni de una cosa ni de otra.