La primera vez que vi la información, me llamó la atención. Fue en un aviso publicitario a página entera en el diario español El País, el 9 de octubre. El País y el Banco Mundial convocaban a un foro llamado “El crecimiento de las clases medias y la brecha de servicios en Latinoamérica”, a realizarse el 10 de octubre en Washington D.C. Los expositores serían, entre varios otros, Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, Fernando Lorenzo, ministro de Finanzas de Uruguay, Angel Ron, presidente del Banco Popular, y Javier Moreno, director de El País. La segunda vez que vi la información ya no me llamó la atención, sino que me intrigó y me dio a pensar. Fue en la edición de El País del 11 de octubre, en la página 22. Un cintillo decía “Asamblea del FMI y el Banco Mundial”, y abajo un gran título anunciaba: “La clase media, desafío para los gobiernos de Latinoamérica”. En el texto de la nota, donde de entrada se menciona que “en Latinoamérica las clases medias se han incrementado un 50%”, se leen frases como: “La nueva clase media ha endurecido sus demandas para que sus Estados ofrezcan una mejor educación, mejores servicios sanitarios y mayor seguridad” o “la gran transformación pasa por (…) garantizar las condiciones para la incorporación del sector privado y los emprendedores”. La tercera vez que vi la información ya no sólo no me intrigó ni me dio a pensar, sino que me generó más de una certeza. Fue en la edición de El País del domingo 13 de octubre, en una doble página donde se glosaba lo ocurrido en el foro, bajo el título de “Objetivo: fortalecer la clase media”. En el texto se leen frases como “Las clases medias se han ampliado y exigen un nivel de servicios y atención social que los gobiernos no han sido capaces de satisfacer” o “la duda es si la fuerza de la clase media y su capacidad de consumo es suficiente para amortiguar el golpe de un desarrollo más moderado”.
Es curioso: gran parte de los actores intervinientes en el foro (organismos financieros internacionales, banqueros, grupos de presión sobre la opinión pública –también llamados “medios de comunicación”–) se han dedicado sistemáticamente esta última década a boicotear, conspirar y, cuando fue posible, derrocar, a los democráticos gobiernos populistas de la región. Pero ahora que muchos populismos parecen estar llegando a su fin, que otros se han ido “normalizando” y que otros se han ido tout court; ahora que en el balance comprobamos que lo mejor que han dado los populismos es tener esos enemigos y poco más; ahora el Banco Mundial, el FMI y sus amigos de El País se han dado cuenta de que surgió una inmensa clase media en Latinoamérica, y que allí hay condiciones para generar nuevas demandas. ¿De qué tipo? Económicas, por supuesto, pero también políticas. Dicho de otro modo: vienen por nosotros. Vienen a vendernos nuevos servicios, nuevas privatizaciones, líneas de créditos, otros imaginarios sociales, nuevos gobiernos: vienen a construir el discurso de las nuevas clases medias. Ya no los “nuevos pobres” de los 90, que por supuesto no consumían y no le importaban a nadie, sino ahora los nuevos clasemedieros que quieren más. Las protestas sociales en Brasil no son ajenas a este escenario. Mientras tanto, hoy aquí se vota con preocupación por si Cabandié pagó o no la última cuota del seguro del auto.