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El gabinete aprende a girar sin su núcleo

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En los días previos a la internación y en contactos individuales con ministros y directivos de la banca pública, Cristina Kirchner había venido recopilando opiniones sobre el equipo económico. Hace semanas que maduraba en su mente un cambio de gabinete. Son pocos pero existe en el Gobierno quienes se animan a practicar la sinceridad cuando la enfrentan. En el recorrido, las respuestas que escuchó coincidieron en la necesidad de renovar a figuras desgastadas. El sábado pasado, la irrupción sin protocolo de un hematoma postergó todo.

Ahora, durante al menos un mes, no habrá cambios de fondo en la política oficial.
Cierto arrebato y exceso publicitario, como el apresurado “beso” que comunicó el vocero Alfredo Scoccimarro a los manifestantes, cuando la Presidenta apenas salía de la anestesia, encubrieron por estos días la realidad. Para Cristina Kirchner retomar la centralidad de la toma de decisiones será un proceso más lento que aquel que se buscó transmitir. Y en la misma Casa Rosada se preguntaban si la Presidenta que regresará al gobierno repetirá exactamente la misma rutina y los mismos estilos que aquella que marchó para someterse a una operación.

El Gobierno, entre tanto, atraviesa un inédito experimento político. Cristina Kirchner instrumentó durante su mandato un sistema de decisiones radial: todo pasa por el centro. Esto explica, en parte, por qué el kirchnerismo fue incapaz de impulsar a un sucesor por fuera de la figura presidencial y candidatos de raigambre propia en las líneas principales. Ahora, por motivos de salud, la protagonista central de la constelación es apartada por fuerza mayor y el resto de los satélites deben aprender a girar sin el núcleo.
Las cenas en la quinta presidencial de Olivos son una de las claves para comprender la forma como se reconstruyó el gobierno tras la salida presidencial. Cuando las demandas de la gestión se apagan lentamente con la llegada de la noche, la mesa de Olivos muestra una intimidad que luego se traslada al ámbito de decisiones del Ejecutivo; una fraternidad a la cual accede un puñado de funcionarios entrelazados por una confianza sembrada durante largos años de secretos e historias compartidas.

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Esa intimidad cobró aún mayor ascendiente con la muerte de Néstor Kirchner. Allí Cristina Kirchner y el matrimonio de Carlos Zannini y Patricia Alzúa entremezclan familiaridad y gobierno.
A las cenas también asiste, a veces, Héctor Icazuriaga, el jefe de la Secretaría de Inteligencia, aunque el vínculo entre su esposa y Cristina es menos estrecho porque su llegada a la intimidad es más reciente. El círculo se completa lógicamente con Máximo y Florencia Kirchner. La hija se mantiene al margen de las decisiones de gobierno. Máximo actúa intensamente, incluso más allá de los que fueran sus deseos originales. En los últimos años, Cristina Kirchner incorporó al círculo al diputado de La Cámpora, Wado de Pedro, mucho más influyente de lo que se sabe. Andrés “El Cuervo” Larroque aparece en un segundo escalón. Ambos acompañaron a la Presidenta en sus horas de internación, como una suerte de familia ampliada. Son aquellos que Cristina Kirchner cree que permanecerán cerca, incluso cuando el poder se aleje de su vida cotidiana.