Hoy el gobierno de Macri siente que la aprobación de la reforma previsional fue un puente de oro para su mantenimiento en el poder por más de un período.
Tanto el oficialismo como la oposición supieron que en esa ley se jugaba el futuro político de unos y otros, quizás desde ahora hasta 2023, aunque suene a exageración.
Curiosamente o no tanto, el ahorro calculado por Cambiemos en los dineros destinados a los jubilados coincide con la cifra por la que hace nueve años el kirchnerismo decidió expropiar ahorros a los trabajadores que habían decidido hacer sus aportes a las AFJP. Cuando en noviembre de 2008, en sesiones relámpago, se votó el fin de la jubilación privada (por entonces opcional), también se calculaba que el Gobierno tomaba unos $ 70 mil millones en poder de las administradoras. Ese monto equivalía a algo más de US$ 20 mil millones para la administración de Cristina y hoy representan poco más de US$ 5 mil millones para Macri: sobra decir que en menos de una década exitosa el peso pasó a valer la cuarta parte.
Parece obvio también que, si como se dice, hoy igual que entonces el sistema previsional está al borde del colapso, aquello no resultó buen negocio para jubilados y aportantes. Raro, habiéndose tratado de una idea de Amado Boudou.
No escapa a Cristina y a su gente lo que aquella suma representaba para su proyecto de mantenimiento en el poder: unos meses antes el “no positivo” de Cobos por las retenciones al campo la había dejado sin esa caja prevista, justo en el momento en que los mercados internacionales se cerraban ante las consecuencias financieras de la crisis subprime de Estados Unidos.
Esos fondos eran vitales para ser mano suelta con la política y armar estrategias para la votación de medio término muy próxima, en 2009, que finalmente perdió. Pero las nuevas jubilaciones y la AUH fueron caballitos de campaña en más de una elección.
Según cálculos hechos por el economista Ramiro Castiñeira, a valores constantes, la jubilación mínima en tiempos de Menem fue de US$ 150 mensuales, cifra que Néstor Kirchner igualó en su último año de mandato. Cristina dejó el poder con la jubilación mínima en US$ 320 y Macri pagó en 2017 una mínima de US$ 400. Cuentas claras.
Lo que el Congreso votó en estos días es clave y por eso el inmenso alivio en la Casa Rosada. La modificación previsional es parte integral del mismo acuerdo del oficialismo con los gobernadores en el que también se pactó por los fondos del Conurbano. Ese punto establece que la provincia gobernada por Vidal recibirá $ 21 mil millones en 2018 y otros $ 44 mil millones adicionales en 2019, peso más peso menos, es equivalente a los $ 70 mil millones del ahorro con el nuevo cálculo previsional.
Esa coincidencia es en gran parte responsable del apuro y la tozudez del Gobierno y de la resistencia de opositores. Por eso no faltó quien buscó convertir en calle empedrada ese puente de oro macrista. Al tiempo que dirimía la propia interna justicialista, el cristinismo buscó por todos los medios abortar la votación, tarea a la que se sumó con entusiasmo en el Congreso el massismo, tan despechado por el no lugar en el que lo dejó el Gobierno como preocupado por su destino próximo.
“Si se cae la reforma, se cae el acuerdo con los gobernadores”, repetían en el oficialismo con alarma durante los días en los que todo parecía pender de un hilo.
Con la ley aprobada, el Gobierno ve que se abre el horizonte. Con esos fondos asegurados y María Eugenia Vidal de talismán, proyecta llenar Buenos Aires de obras que aseguren bienestar y votos, y que garanticen un efecto derrame nacional de apoyos a la gestión. Se imagina casi imbatible. Se ve activo en el poder por largo tiempo y fantasea con la jubilación de los que ahora aparecen como competidores peligrosos.