Hugo Moyano es el dirigente más poderoso de la Argentina después del matrimonio presidencial. Es el principal aliado y sostén de Néstor y Cristina pero también puede ser su peor enemigo. El moyanismo es el hecho maldito del Kirchner burgués. Parafrasear a John William Cooke puede ayudar a entender a este nuevo sujeto social que está naciendo de la alianza estratégica entre la clase trabajadora (para seguir con el lenguaje setentista) y los movimientos sociales más desarrollados, como el que lidera Emilio Pérsico. El masivo acto de homenaje a Evita fue apenas una experiencia de lo que hace algunos meses hubiera terminado a los tiros: no hubo ni un cachetazo. Es la mixtura entre una dirigencia sindical forjada en el combate contra el neoliberalismo de Carlos Menem y los desocupados que dejó ese modelo.
Quienes lideraron esta confluencia tuvieron que superar prejuicios y críticas feroces de sus propias tropas. Los sectores más ligados a la derecha ortodoxa sindical planteaban que era imposible convivir con aquellos que en los 70 simpatizaban con o militaban en Montoneros. Esas organizaciones, a través de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), disputaban la conducción de los gremios a lo que caracterizaban como “burocracia sindical”, y esas batallas muchas veces terminaron con muertos de ambos bandos. El asesinato de José Ignacio Rucci fue el más emblemático. Por aquellos tiempos, en Mar del Plata, Moyano se encuadraba entre los más acérrimos enemigos de los “zurdos” y hoy en su despacho hay un altar de admiración hacia Rucci con fotos y algún busto de “ese pequeño gran gigante”, como llama al jefe metalúrgico que encabezó la central obrera y quedó instalado en la memoria colectiva con aquella foto que lo mostraba con el paraguas en alto protegiendo a Juan Domingo Perón de la lluvia apenas pisó suelo argentino.
Por el contrario, en la conducción del Movimiento Evita hay varios que integraron aquellas “formaciones especiales” que celebraron aquel ataque a Rucci y que hoy fomentan el trabajo conjunto con Moyano. Su corazón ideológico está más cerca de la CTA pero, pragmáticos, dicen que no quieren cometer los mismos errores y aceptan que el “movimiento obrero” es la columna vertebral del peronismo y está con la CGT. Advierten cierta renovación generacional (y metodológica, en menor sentido) porque los eternos dinosaurios millonarios están pasando a retiro, incluso biológicamente. Armando Cavalieri, Oscar Lescano, José Pedraza, Carlos West Ocampo van poco y nada a las reuniones y la batuta hoy está en manos del estado mayor moyanista, donde conviven Omar Viviani, Julio Piumato, Juan Carlos Schmid y Omar Plaini, entre otros.
La amalgama ente la CGT y los movimientos sociales cuenta con la mayor estructura de movilización y organización disponible, con abultados recursos económicos y con una inmensa capacidad de daño: paros, bloqueos, cortes de ruta y, si es necesario, grupos de choque bien entrenados. Esta maquinaria con fuerte autonomía política genera incomodidad en el Gobierno y en la oposición, que cree que puede ganar en 2011. En conversaciones reservadas, muchos de los dirigentes dicen que esta etapa histórica es “con los Kirchner a la cabeza o con la cabeza de los Kirchner”. Hugo Moyano y algunos de los suyos están entre los pocos peronistas que se atreven a discutir fuertemente con los K. Tienen estrategia propia y no se cuadran así nomás. Rechazan la obsecuencia y el verticalismo porque dependen mucho menos que los políticos de la caja de Olivos. Están siempre marcando la cancha y reclamando mayor protagonismo en intendencias, listas de legisladores y gabinetes nacionales y provinciales. Sienten que fueron ellos los que pusieron el pecho y la gente en la calle en el peor momento del Gobierno, con picos en dos derrotas, la de la 125 en el Congreso y la del 28 de junio. Creen que muchas veces son ninguneados a la hora de elegir candidatos porque los Kirchner compran el discurso de que son “impresentables” por morochos y rudos y que los candidatos terminan siendo “rubios y pintones que vienen de militar con los Alsogaray, como Amado Boudou”, a quien el otro día recibieron en el palco con frialdad. O actrices y transversales que después renuncian o traen problemas. En una importante reunión de dirigentes obreros y desocupados se pasaron varias facturas:
◆ La TV oficial y paraoficial sólo emitió el discurso de Kirchner y dejaron afuera a Moyano y a Pérsico.
◆ Los legisladores pro campo son el doble que los de origen cegetista.
◆ Entre las nutridas columnas sindicales, una pancarta decía: “Agrupación Los Negros de Mierda”. La convocatoria tuvo como lema: “Llegó la hora de los trabajadores”.
◆ Néstor Kirchner hasta ahora fue funcional a un grupo de intendentes que le cerraron el paso a Moyano para asumir como jefe del PJ bonaerense en reemplazo de Alberto Balestrini, que sigue grave.
◆ Es cierto que está enfermo, pero Moyano no hizo ningún esfuerzo para levantarse de la cama e ir al acto donde la Presidencia anunció los aumentos jubilatorios previstos por la ley.
◆ Omar Plaini (canillitas) y Pablo Moyano fueron contundentes en sus declaraciones a favor de que Moyano asuma en el PJ y que les abran la puerta a cargos de mayor responsabilidad. Se sienten con derecho a poner sus hombres en los ministerios de Trabajo, Salud, Infraestructura y Turismo. Dicen que en los gremios demuestran todos los días su capacidad de gestión. No hay sector económico que haya comprado tantos hoteles o sanatorios como los sindicatos.
◆ Pérsico, a contramano del discurso “responsable” de los funcionarios e incluso de NK y CFK, dijo que el 82% móvil para los jubilados era una bandera de ellos que no estaban dispuestos a bajar y que había que “empoderar” a los trabajadores.
◆ “Nos vamos con la confirmación de que el sacrificio lo seguimos haciendo los trabajadores”, le dijo muy serio Juan Carlos Schmid a la Presidenta la noche en que los despachó con un aumento de apenas el 20% del piso del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias.
◆ Horacio Ghilini, jefe de los docentes particulares, definió hace un tiempo este debate: “Somos oficialistas del modelo, no del Gobierno”.
El lunes 26 de julio hubo mucho más que una multitud recordando el día en que Evita pasó a la inmortalidad. Quien quiera oír que oiga.