Pocas cosas más saludables que contar con un organismo dedicado a eliminar la discriminación racial, religiosa, sexual o económica. La existencia del Inadi es, en ese sentido, incuestionable, pero su funcionamiento provoca cada vez más enojo entre propios y ajenos: las críticas de parte de los que apoyan a la coalición gobernante –incluidos funcionarios y trabajadores de algunas de sus dependencias– aumentan diariamente, en tanto desde la oposición llaman a clausurarlo.
Más allá de la deslucida figura de Victoria Donda, desde hace tiempo, el Inadi en conjunto parece un suicida que se tambalea en la arena política. Pese a su filiación con las disidencias sexuales, sigue sin establecer bases para un trato igualitario a gays y lesbianas en casos de violencia, entre otros problemas, de modo que la mujer golpeada por su pareja mujer es tratada en la comisaría como protagonista de una “riña”, mientras que la heterosexual golpeada por su marido goza de las prerrogativas que ofrece la categorización de violencia de género. Tampoco hay equidad para el varón gay violentado por su pareja, por no hablar de los casos de maltrato entre personas trans.
Mientras se sube al tren de las nuevas jergas políticamente correctas, abundantes en términos de dudosa efectividad en la lucha antirracista como “marronidades”, no muestra entusiasmo en responder a los reclamos de minorías oprimidas por razones vinculadas a la discriminación clasista que pega duro en el interior del país. Tampoco activa ante denuncias de discriminación religiosa ni parece haberse propuesto hacer aportes contundentes en los problemas relacionados al ámbito laboral, más allá de hablar de cupos que no siempre se cumplen. Es como si inmerso en una espiral autodestructiva el Inadi intentara visibilizar con más claridad sus omisiones.
Esta semana dio un paso más en su periplo trágico enfureciendo a gran parte del oficialismo por calificar en sus redes de “hito histórico para la comunidad LGBTIQ” la designación de Alexis Guerrera como ministro de Transporte. Es que, con apenas dos días en su cargo, Guerrera dio a conocer su desoladora posición respecto de la llamada hidrovía y de cuestiones caras a algunos sectores del peronismo, como la defensa de la soberanía y los recursos naturales, mostrándose como la antítesis ideológica de Alcira Argumedo y ganándose el repudio de Hebe de Bonafini. Entender en términos comunitarios un triunfo personal es parte del rol del Inadi, ligado inevitablemente a problemáticas individuales, pero la acumulación de gestos que se alinean más al mero individualismo lo posiciona como blanco de todas las broncas, incluidas las de quienes podrían defenderlo por alineación partidaria. Mientras la discriminación sigue lejos de erradicarse, el encargado de combatirla parece más concentrado en erradicarse a sí mismo. Ojalá encuentre la forma de renacer esclarecido.