COLUMNISTAS
EL REGRESO DE CAPPA, GARECA, VERoN Y LA DIALeCTICA NACIONAL

El infierno es el otro

Cada tanto sucede, por suerte. La palabra, como un gatillo, dispara el cambio. El hombre del bigote movió su varita y River fue otro. Buonanotte, conmovedor, se vengó de la maldita muerte y Ortega del país de Cátulo, el que está de olvido y siempre gris.

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“Entonces esto es el infierno... Nunca lo hubiera creído. El azufre, la hoguera, las parrillas. Qué tontería... ¿Para qué las parrillas? El infierno son los demás”
Garcin en “A puerta cerrada”(1944), la obra teatral de Jean-Paul Sartre (1905-1980)

Cada tanto sucede, por suerte. La palabra, como un gatillo, dispara el cambio. El hombre del bigote movió su varita y River fue otro. Buonanotte, conmovedor, se vengó de la maldita muerte y Ortega del país de Cátulo, el que está de olvido y siempre gris. Volvieron. Jugaron bárbaro y esta vez le tocó sufrir a Ricardo Gareca, un técnico de bajo perfil bajo, honesto y trabajador, que hace rato conduce con éxito a un plantel de insólita exuberancia para estos tiempos. Ricky Alvarez, Tobio y Torsiglieri son chicos que pronto reclamarán un lugar en la élite.
Angel Cappa es un idealista. Es decir, tiene una idea y la defiende con vehemencia pese a su tono medido, tan respetuoso, engañosamente conciliador. Como todo dialéctico convencido, Cappa no admite grises. Realmente cree que “se juega como se vive” y propone un estilo libre con toque y disfrute, de estética pura. Su infierno es el otro. No el de Jean-Paul Sartre, sino el de Carlos Bilardo, el fundamentalista. Aquél piensa que ser segundo es un drama, una condena.

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Eso sí, para Bilardo (y para el fantástico Verón, más por legado histórico que por estilo personal), también el infierno son los otros. Sanateros de café, chantas que no trabajan, rabanitos: rojos por fuera y blancos por dentro. Nadie retrocede ni un centímetro en su postura. Y lo bien que hacen.
¿Dónde está la verdad, entonces? ¿Quién la tiene? Foucault, que de fulbo no cazaba una, quizá se acerque a ella cuando nos dice: “La verdad la impone el poder”. Ahá. En el caso del fútbol, el que gana. Y eso no está ni bien ni mal: es así, nomás. Cappa fue un boom con su Huracán pero, con la inevitable diáspora, en el siguiente torneo debió irse, sin gloria y con un concierto de furiosas puteadas. Dura lex. La misma que le asegura el bronce eterno al hoy balbuceante Bilardo por sus dos finales de Mundial disputadas en cuatro años. Paradojas de la competencia. Porque competir es lo único importante en el deporte, ¿no? Sí, claro. Justo.
El argentino declama. Es una característica que nos identifica en el mundo. La palabra (como enunciación, no como promesa) manda. Caruso o Cappa, dos opuestos, la utilizan, con resultados diferentes. Con ella se construye (le pasó a River el viernes) o se destruye (lean los diarios y vean). Nunca es inocente la palabra.
Hoy, el valor, engullido por la fugacidad de estos tiempos, languidece gracias a una espantosa construcción que se hizo moda. “Eso está bueno”, se dice, dejando la puerta abierta porque lo que hoy está bueno puede no estarlo mañana. “Ser bueno”, claro, es otra cosa. El Ser –¡santo Heidegger, Batman!– suena raro, incómodo, intolerablemente definitivo frente a la dictadura del resultado. ¿Si mañana le hacen cuatro, seguirá siendo tan bueno lo de Cappa? Ah… La convicción es un peso que pocos admiten. Mejor tomarse un yogurcito descremado, muchachos.
Las palabras hablan por nosotros. ¿Otro ejemplo? La muy bella “quizá”, que plantea duda y deseo por igual, insólitamente reemplazada por “capaz”. Curiosos personajes repiten por la tele: “¡Capaz lo haga! ¡Capaz que sí!”. Capaces son, sí, de hacerme vomitar. Ay.

Curioso destino circular el del valor, señores. Porque eso, justamente, fue lo que estuvo en discusión esta semana. ¿Vale ganar sin ser vistoso? ¿Sirve? ¿Es leal? ¿Atenta contra los principios del juego? Si el pragmático Inter, de visitante y con uno menos, deja sin Champions al libertario Barça de Pep… ¿debemos escandalizarnos? ¿Es lícito o indigno defenderse? ¿Guillermo Vilas no iba a la red por cobarde? ¿Perfumo debió ser 9? ¿Acaso hemos vivido equivocados y cada triunfo de Nicolino Locche fue un día de luto para el boxeo?
Los rancios fantasmas de Bilardo y Menotti sobrevuelan en la reciente polémica entre Verón y Cappa, dos virtuosos enfrentados por la forma. Uf. Diferentes personajes, el mismo duelo. Hiperrealista o abstracto, empírico o iluminista, mercader o poeta. ¡Método o improvisación! La gran dialéctica nacional.
Personalmente, me importa nada que la gente escuche más a Arjona que a Spinetta. O que Coelho sea más leído que Borges. No hay competencia en el arte, sólo elección y placer. El deporte plantea otra cosa. Necesita la primacía, el uno por sobre el otro. Entonces, sin trampas, no existe táctica infiel. El sabio Estudiantes de Verón es el mejor equipo argentino, lejos. Y el Inter del astuto Mourinho ha ganado en buena ley. No fue una pérfida máquina destructora que frustró a un grupo de principistas. Fue el mejor. Superó lícitamente y en condiciones desfavorables a un equipo impotente, maniatado. Messi, el genial, esta vez fue devorado por Zanetti, Samuel, Cambiasso y Milito. Chapeaux.
El duelo sigue abierto, muchachos. Ahora, en lugar de lloriquear, habrá que trabajar más y mejor para imponer cada idea, sin retórica vacía. No sólo porque “esté buena” sino porque “es”, para nosotros, simplemente la mejor.