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El intocable De Vido

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Para los desmemoriados, el detenido Ricardo Jaime y el futuro detenido Lázaro Báez tenían acceso directo nada menos que a Néstor Kirchner. Ese vínculo se construyó desde Santa Cruz a partir de negocios emanados de fondos públicos, y satisfacían la mayor obsesión del difunto ex presidente: no concebía la política sin dinero. No se trata de un juicio de valor, sólo de un recuerdo para entender ciertas lógicas.
En el armado de semejante sistema recaudatorio, Kirchner contó con un escudero fiel. Un tal Julio De Vido. En la intendencia de Río Gallegos fue su director de Vivienda, y luego de Vialidad. En la gobernación santacruceña, ministro de Economía y Obras Públicas y, más tarde, de Gobierno. Y en la Presidencia de la Nación se convirtió, en Planificación, en uno de los dos únicos ministros que permanecieron los 12 años K en el mismo sillón.
Sus innegables dotes para el manejo de las obras y los servicios públicos no se explican tanto por su título de arquitecto y mucho menos por los resultados obtenidos, a la luz de un país devastado por el retraso en infraestructura y tarifas (el gradualismo animal de la administración Macri en esta última cuestión nos recuerda que tarde o temprano hay que pagar la cuenta).
El “éxito” devidista hay que entenderlo dentro de la praxis implacable de Kirchner. Casualmente, o no tanto, Jaime como secretario de Transporte tenía a De Vido como su superior. Y Báez se llenó de billetes con las obras que De Vido le entregaba u ordenaba entregar.
Resultan apenas dos botones de muestra de una foja de servicios que incluye, entre otros muchos escándalos, las maniobras con la importación de energía y la embajada paralela en Venezuela, cuando el chavismo repartía para todos y todas.
Esto explica que De Vido haya sido el funcionario K con más denuncias y causas judiciales, en la mayoría de las cuales ha salido indemne. Por ahora. Tampoco este invicto en Comodoro Py es casual. De Vido estructuró un blindaje judicial a partir de los servicios de Alfredo Lijo (hermano de un juez federal muy bien contactado) y de Javier Fernández, el auditor general cercano a Jaime Stiuso y con acceso libre a casi todos los despachos de los tribunales de Retiro.
El servicial Fernández viene haciendo, desde hace más de cien días, ciertas gestiones a pedido de Daniel Angelici, a quien llegó tiempo atrás de la mano de Darío Richarte, un abogado ex número dos de la SIDE que ahora volvió a la renombrada AFI y es fana de Boca: Angelici lo sumó a la comisión directiva xeneize.
Semejante mejunje, donde se mezcla kirchnerismo, macrismo, negocios, espionaje, Justicia y mucho, pero mucho dinero, no sólo clarifica por qué a De Vido no le entró todavía ninguna bala. También esclarece las razones por las que fue incorporado el año pasado a las listas de diputados (con fueros asegurados) y, sobre todo, cómo es que consiguió ser ungido días atrás al frente de la Comisión de Energía de la Cámara baja.
Si De Vido hablara respecto de los fondos públicos que distribuyó, caerían funcionarios de antes y de ahora, conocidos empresarios, banqueros y sindicalistas, y hasta rostros televisivos célebres. Otra que el desfile de detenciones de Brasil. Si cae él, caen todos. Por eso nadie se anima a meterlo preso. Todavía.