“Congregó a sus magos y arquitectos y los mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios, no de los hombres”
Jorge Luis Borges (1899-1986); de su cuento “Dos reyes y sus laberintos” (1949).
Borges cuenta la historia de un rey de Babilonia que había construido un laberinto perfecto y letal. Un día recibió la visita de un rey árabe y, para mofarse de su simpleza, lo invitó a penetrar en su laberinto, en donde vagó por sus pasillos hasta el atardecer, cuando pidió socorro divino y dio con la puerta. Sin emitir queja, el rey árabe le dijo al rey de Babilonia que él tenía otro laberinto en su país y quizás algún día podría mostrárselo.
De regreso a Arabia, preparó su ejército, invadió los reinos de Babilonia e hizo prisionero al rey del laberinto. Lo amarró a un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días hasta que dijo: “En Babilonia me quisiste perder en un laberinto con escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso quiso que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso”. Le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed.
¿Qué tiene que ver Borges con el fútbol? Nada. Pero este cuento sí, sirve como metáfora para entender la crisis.
Durante 35 años, Julio Grondona construyó un laberinto inexpugnable donde se esfumó quien desafiara su poder. Entre otros, Mauricio Macri, que no pudo imponer su idea de un futbol-negocio con las SAD: clubes convertidos en empresas privadas. El papa de Viamonte murió llevándose sus secretos, dejando intactos el laberinto y su sistema, sin herederos, con una corte de torpes aterrados. La AFA pasó de templo a burdel en pocos meses.
Macri, como el rey árabe, planeó su venganza mientras fue escalando en la pirámide de poder. Hoy aparenta prescindencia. No es así. Las órdenes salen de su oficina. No pagar, disciplinarlos, ahogarlos hasta que acepten el nuevo paradigma. Danyel Angel Easy es su hombre. Astuto, habla con todos y deja frases que hielan la sangre de los condenados. “Al fútbol no le vendría mal parar seis meses, así tendríamos más tiempo para reordenarlo”, comentó con falsa inocencia.
Dicen que la FIFA podría sancionarnos si no se reanuda el torneo. Bla, bla, bla. Es el cuento que a Gianni le gusta contarle a su embajador Maradona y que él repite, amenazante, cuando no está peleándose con alguna madre de sus hijos, besando a Rocío Oliva en la tele o demonizando a Bauza por haberse reunido con Icardi. La FIFA no intervendrá porque para eso aceptó la pantomima de esta espantosa Comisión Nosecuantodora armada a pedido del poder.
Como si viviera en Suiza, el presidente parece asombrado: “Pasan los meses y siguen dando vueltas sin aprobar la reforma que pide la FIFA, lo lamento pero no sé cómo van a terminar. Todo sigue igual. Este sistema caótico lo conducía Grondona, que a su manera siempre encontraba un parche. Después que salió de la escena, todo empeoró y la FIFA tuvo que intervenir”.
El que de hecho intervino, pero a la AFA, fue el Gobierno, como solían hacer los gobiernos militares. De lo que pretende, suelta poco: “El fútbol tiene que reorganizarse, pagar impuestos, organizar espectáculos sin violencia y elegir sus autoridades con transparencia”. Hasta ahí, razonable. Fernando Marín, el dekonstruktor, fue al hueso. “¡Están locos! Argentina da para que haya cincuenta clubes entre todas las categorías, no hay lugar para más, ¡es imposible!”. Clarísimo.
Desde la Primera hasta la D compiten 110. Más de la mitad oye el zumbido del viento ardiente y la arena infinita. Entonces sí, llegarán inversores. Clubes centenarios vendidos a precio de La Salada. Una posibilidad que indigna a Chiqui Tapia: “Los clubes son sociales, nunca aceptaremos las SAD”. Guerra santa.
Angel Easy es optimista: “En febrero no, pero en marzo vuelve el fútbol”. Nicolás Russo, de Lanús, lo ve difícil: “Puede pasar todo el semestre”. Daniel Ferreiro, del Ascenso, no está de humor: “Tinelli y D’Onofrio son los personeros del voto calificado, cogobiernan la AFA y negocian sin consultar a nadie con los inversores. Mientras tanto, nosotros nos desangramos”.
¿Por qué dice eso? Porque el grupo Liga y Polleritas busca la manera de quebrar la mayoría del Ascenso en la Asamblea para manejar el reparto de la torta de los derechos televisivos que se disputan Fox-Turner, ESPN y también la empresa Consor. ¿Cómo? Por etapas. Rescindir, crear la Superliga y firmar con los privados primero; después, imponer el estatuto que favorece a la Primera y, finalmente, elegir presidente.
El grupo Bingo y 24 Ruedas no piensa resignar su mayoría y quiere resolver todo en una sola asamblea. Daniel Ferreiro se indigna: “¿Qué pretenden? ¿Que uno vote en contra de su propio club? ¡Que se olviden!”. Los de arriba deberán negociar con arte y brillos para quebrar el bloque de los de abajo.
Todo indica, guste o no, que el presidente será Claudio Tapia. El Chiqui. El Superyerno. Un sanjuanino morochón, con cara de malo y cuerpo macizo que fue barrendero, futbolista amateur y camionero. Su vida cambió el día que conoció a Paola Moyano, la hija de Hugo, con quien se casó y tuvo cuatro hijos. Su ascenso fue meteórico.
Convencido como Baruch Spinoza de que la humildad es una pasión triste, hoy ejerce su quinto mandato como presidente de Barracas Central, cuyo estadio se llama… ¡Claudio Fabián Tapia! Angel Easy lo apoya para que se ocupe del viejo edificio y le deje la Superliga, donde nadan los peces gordos.
Mañana siguen las reuniones. ¿Qué puede pasar? Cualquier cosa. Hemos perdido la capacidad de asombro.
A colocarse los cinturones de seguridad, compatriotas, que este vuelo recién despega.