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OFERTA - DEMANDA

El mercado político desestructurado

La debilidad del sistema representativo en la Argentina de estos tiempos tiene diversas raíces; no responde a una causa única ni es un fenómeno unidimensional. El hecho es que los ciudadanos, en su mayoría, no se sienten representados ni siquiera por aquellos diputados, senadores o legisladores a los que votan. En buena medida, el problema tiene que ver con la manera en que la oferta política se está formando y con la capacidad de esa oferta de ajustarse a las características de la demanda.

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La debilidad del sistema representativo en la Argentina de estos tiempos tiene diversas raíces; no responde a una causa única ni es un fenómeno unidimensional. El hecho es que los ciudadanos, en su mayoría, no se sienten representados ni siquiera por aquellos diputados, senadores o legisladores a los que votan. En buena medida, el problema tiene que ver con la manera en que la oferta política se está formando y con la capacidad de esa oferta de ajustarse a las características de la demanda.


La analogía con cualquier mercado es muy útil para comprender lo que está pasando –con la salvedad no menor de que en los mercados de consumo el demandante, cuando compra y se convierte en consumidor, se apropia del bien que elige, mientras que en la política el votante, una vez que vota, contribuye a elegir un bien colectivo–.
En los mercados el demandante debe elegir entre productos alternativos que están en oferta; en el mercado electoral, también. Nadie puede elegir lo que no está en oferta. Los productos en oferta son identificables básicamente a través de tres aspectos. Uno es el producto mismo –su aspecto, su promesa, la comparación con productos sustitutivos también en oferta, la relación precio/calidad–. Otro es el productor: quién lo fabrica, la imagen corporativa de la empresa que lo pone en el mercado. Un tercer aspecto es la marca; ésta es la principal fuente de información para el consumidor, equivale a un sello que engloba expectativas de calidad, responsabilidad y cumplimiento de promesas.

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En la política argentina actual, los productos están vagamente definidos. Muchos dirigentes piensan que ellos mismos son los productos; desde el punto de vista de los votantes, la oferta recién aparece cuando las listas de candidatos son conocidas –en el caso presente, desde el sábado 9 a la noche–. Lo más destacable de la baja definición de estos “productos”electorales es que muy pocos ciudadanos identifican siquiera una propuesta, o una idea sustantiva, encarnada por cada candidato que no pertenece al oficialismo. Y en cuanto a los oficialistas, lo único cierto es que avalan automáticamente al Gobierno, haga lo que haga, sea blanco o negro. Por lo tanto, la única oferta bien definida se llama Kirchner: todo el mundo sabe de qué se trata, qué ofrece y cuál es el precio; está claro que para aproximadamente un tercio de la población el producto es bueno o el precio es conveniente y para dos tercios es demasiado caro para lo que ofrece o simplemente no pagarían nada por él.


El respaldo corporativo al producto eran los partidos, que han dejado de existir. Hoy los candidatos son productos que, por así decirlo, se generan a sí mismos; de la noche a la mañana se proclaman candidatos con la misma facilidad que de la mañana a la noche desisten de serlo. Al no haber respaldo organizacional al producto, todo se reduce a nombres de personas. Se ha perdido, en consecuencia, uno de los aspectos distintivos de los mercados políticos: mucho más que en otros mercados, cuando había política de partidos los mismos ciudadanos que conforman la demanda tenían la posibilidad de formar parte de la construcción de la oferta, podían participar en los partidos. Los mercados comerciales en el mundo de la revolución tecnológica van en esa dirección, pero el mercado político está involucionando en la dirección opuesta.


En cuanto a las marcas, que los mismos partidos generaban, hoy son sólo personas. Hoy las marcas que respaldan a los candidatos se llaman Kirchner, Macri, Carrió, Alfonsín... no partido A, partido B, partido Z. Ya no hay votantes radicales, o peronistas, o socialistas, o conservadores, hay apellidos eventualmente aplicables a alguna lista de candidatos. Muchos ciudadanos han puesto últimamente bastantes expectativas en la marca Cobos, pero la marca no aparece detrás de casi ningún producto –con excepción de su provincia, Mendoza–.
Y para mayor confusión del ciudadano, hay multiplicidad de productos cuando la demanda está pidiendo menos diversidad y más robustez en la oferta. Más de la mitad de los argentinos, según encuestas, querría una coalición peronista donde el actual oficialismo y otras expresiones del justicialismo se mostrasen juntas –esto es, querría acuerdos, diálogo, consensos–; pero eso no está en oferta. Del mismo modo, una enorme mayoría de quienes no se sienten oficialistas reclama unidad de “la oposición”, una quimera porque si hay algo que los dirigentes “opositores” no quieren es unirse. Es más, de lo que más hablan no es de lo que preocupa o interesa a los votantes sino de lo que los separa irreconciliablemente de otros a quienes esos votantes no ven tan distantes de ellos. Si hay dos yogures muy parecidos en oferta, los consumidores compran uno u otro, y eso no tiene mayores consecuencias. Si hay dos ofertas políticas parecidas que van separadas, el votante elige una u otra pero en el balance agregado todos tienen menos votos. No es un problema menor.

*Sociólogo.