La señora Presidenta ponderó hace unos días, en base a información errónea, los supuestos beneficios del actual esquema de precios de la energía.
Así, para el caso del gas natural, tuvo en cuenta sólo las tarifas que cobran las distribuidoras sin tener en cuenta cargos como los creados para financiar la importación de gas, que son parte del costo del servicio. En todos los casos, no tuvo en cuenta los subsidios que paga el Estado, como si no fueran parte del costo de la energía; como si los subsidios nadie los pagara. En 2012, los subsidios a la energía y el transporte sumaron el 3% del PBI, casi lo mismo que el déficit fiscal de ese año. Si tenemos en cuenta lo que pagan los usuarios en sus facturas más lo que pagan los contribuyentes, las comparaciones lucen muy distintas.
Los subsidios tienen hoy dos problemas: I) No son sustentables porque el Estado no puede sostener su nivel actual, y II) Son regresivos pues benefician más a los más ricos y los financian más, con relación a sus ingresos, quienes menos tienen. El nivel de subsidios no es sustentable porque lo que se recauda vía tributos no alcanza para cubrir los gastos, y se cubre emitiendo moneda sin respaldo. El sistema tributario argentino es regresivo porque se basa en impuestos al consumo. Y el impuesto inflacionario afecta más a los sectores de menores ingresos.
El esquema de subsidios generalizado es regresivo pues quienes más consumen más se benefician, y quienes más consumen per cápita son los sectores de mayores ingresos. Así, por subsidiar a quienes más tienen, no se puede eliminar o reducir el impuesto a las Ganancias sobre los salarios de los que menos ganan. El Estado necesita cobrarle impuestos a los que menos tienen para financiar el subsidio que otorga a quienes no lo necesitan.
Es cierto que los subsidios son un “salario indirecto” y que ello ayuda a mantener mejores niveles de consumo en los sectores de menores ingresos, pero ¿qué sentido tiene otorgar un “salario indirecto” a quien no lo necesita, si para mantenerlo hay que cobrar mayores impuestos regresivos? ¿Qué tiene más impacto en el consumo? El “salario indirecto” a los que más tienen les permite ahorrar pesos que se cambian por dólares o se gastan en el exterior (en pasajes subsidiados de Aerolíneas Argentinas y el dólar subsidiado vía tarjetas de crédito). Los menores impuestos que se podrían cobrar a los que menos tienen se volcarían al consumo interno, aumentando la demanda.
Keynes sugeriría bajar impuestos a los que menos tienen o incrementar la Asignación por Hijo, en lugar de incrementar la capacidad de ahorro de quienes no vuelcan esos fondos a incrementar la demanda.
El otro inconveniente es que el esquema actual deja al Estado como único inversionista. Como la mayor parte del costo energético se cubre con subsidios, los privados invierten poco porque saben que hoy el Estado no puede pagarlos sin emitir y creen que no recuperarían lo invertido. En ese contexto, la inversión privada desapareció y el Estado anuncia obras que no realizará por falta de los recursos, que usa para subsidiar a los sectores de mayores ingresos.
Nuestra señora Presidenta se aferra al mito de las tarifas bajas y a la misma política que tuvo éxito hasta el 2007, sin tener en cuenta que el país cambió, al igual que las condiciones internas y externas. Es tan cierto que hoy la Argentina está mejor que en el 2003 como que prácticamente todos los indicadores relevantes empeoraron desde 2008. La sociedad no se conforma con estar mejor que en la crisis del 2001, tiene legítimas aspiraciones permanentes de progreso.
La Argentina puede tener costos energéticos menores que los internacionales, pero un nivel de precios tan bajo de los energéticos pasó de ser un problema microeconómico sectorial a uno macroeconómico que afecta a sus beneficiarios.
*Ex subsecretario de Combustibles, consultor.