Un fantasma recorre Brasil. Se plasma en el rostro de Jair Bolsonaro, pero sobrevuela en el porcentaje de votantes que hoy podrían inclinar las urnas a favor de valores que cuestionan una democracia resquebrajada y a los tumbos. El candidato de ultraderecha encabeza una minoría intensa, suficiente para ganar la primera vuelta, pero demasiado controvertida y resistida a la hora de enfrentar la segunda. Más cercano al “bufón” que al estadista, la condición de conflictivo y paria a la que lo arrojó su temprana expulsión del Ejército (1995) lo llevó a la política con un discurso autoritario y provocador, aunque insustancial e intrascendente. Construyéndose a sí mismo como un outsider, lleva 27 años ininterrumpidos como insider, ha pertenecido a siete partidos y, como legislador ha presentado tan solo dos proyectos.
El despegue de Bolsonaro hacia la presidencia trasciende, por mucho, al personaje, y la explicación radica en la profundidad de la crisis. El daño que parte de la clase dirigente, empresarial, mediática, evangélica y judicial le ha infringido a una democracia en muchos aspectos en ciernes, aún es difícil de dimensionar y puede variar sustancialmente acorde con el resultado que proyecten las urnas.
La proscripción de Lula, ganador indiscutible en todas las encuestas por casi un 40%, puso en la carrera electoral a la antipolítica, o la política alimentada por el odio. El crecimiento de Bolsonaro es directamente proporcional al debilitamiento de las instituciones, al gobierno de los jueces, a la degradación del vínculo entre representantes y representadas/os, a un establishment convencido de que “el fin justifica los medios”. De ese lado de “la grieta” todo vale si se trata de parar al PT o a su líder, hoy encarcelado y también considerado como el mejor presidente de estos tiempos.
Ayer nomás, el candidato del Partido Social Liberal aparecía como una amenaza extremadamente autoritaria que, por el “bien común”, debía frenarse. Su discurso golpista, machista, racista, homófono, violento, no solo causa espanto, también linda el grotesco. Sin embargo, la posibilidad cierta de que el candidato del PT, Fernando Haddad, pueda imponerse en segunda vuelta ha realineado los planetas en la selecta galaxia de los poderosos. Bolsonaro hoy aparece como la opción más potable para el mercado financiero brasileño. Su crecimiento en las encuestas influye directamente en la suba de la Bolsa y la baja del dólar. A contramano, los capitales internacionales se distancian de la “avaricia cortoplacista” local y remarcan el “suicidio” de apoyar un gobierno de corte fascista.
Las elecciones más decisivas de Brasil desde el fin de la dictadura (1964-1985) sobresalen por un dato alarmante: el ejército recobra protagonismo –a través de múltiples candidatos– tras 30 años de democracia.
La arena electoral se ha enrarecido y renovado. La TV ha perdido eficacia. La ultraderecha ha mostrado mucho manejo en el uso de redes: Facebook, Twitter y WhatsApp. Su base electoral, compuesta de sectores altos, se informa o desinforma mediante la web en un 81%. Además, son expertos creando fake news e, incluso, un falso verificador de las noticias. Haddad fue sorprendido en su buena fe “con acusaciones e imágenes vulgares”, campañas sucias, hackeos. Su fórmula de “paz y amor” mostró sus límites frente a un contrincante demasiado agresivo y de ética dudosa.
Con una iniciativa en internet que reunió más de tres millones en dos semanas y que luego se plasmó en movilizaciones en Brasil y en el mundo, las mujeres son las protagonistas de estas elecciones. Representan el 52,3% de los votos y parecen dispuestas a impedir que gobierne alguien que “empobrece al país y violenta a los más frágiles”. Solo una de cada tres votantes de Bolsonaro es mujer. Son las más pobres, mayoritariamente negras. El las desprecia, ellas lo cuestionan y rechazan. Haddad, doctor en filosofía, recoge un voto menos escolarizado. Bolsonaro, que hace de su ignorancia una bandera, es apoyado por los de mayor nivel educativo. El mundo al revés coloca a Brasil ante su mayor encrucijada.
*Politóloga. Experta en Medios, Contenidos y Comunicación.