Las expresiones oficiales “Para mí lo más importante es cuidar la vida de los argentinos”, los spots publicitarios clamando “Argentina te cuida”, “Gracias Argentina” o “Salimos”, constituyen un penoso ejemplo de cinismo e impudicia, queriendo transformar mediáticamente una calamitosa gestión en un relato venturoso.
En ese contexto irrumpió con violencia el denominado “Olivosgate”, cuyo principal protagonista es el presidente de la Nación, quien en el intento de suavizar sus efectos propició, una vez más, un castigo autoinfligido (¿otro tiro en sus pies?).
El episodio, empero, no constituye el único de los sucesos que agobian a los argentinos. Son tantos y tan reiterados los motivos de indignación social que el riesgo consiste en que el último eslabón de la cadena opaque la sucesión de desastrosas manifestaciones de la gestión gubernamental.
Sin intentar un detalle exhaustivo de los más que justificados motivos de reacción social, vale evocar, a modo de triste ejemplo, algunos de ellos:
El desmanejo de la gestión con Pfizer, que impidió al país contar en tiempo y forma con los millones de dosis de vacunas que tenía asignados; esta omisión es responsable de una no escasa cantidad de las muertes que se podrían haber evitado.
Pésima gestión en la administración de las vacunas.
Cuarentena récord mundial, con su secuela de afectación económica, social, educativa y psíquica.
Las terribles cifras, consecuencia no solo de la pandemia sino del tratamiento gubernamental de esta: más de 100 mil muertes, 40 mil negocios cerrados, récord de desocupación, fuga de empresas, etc.
Los vergonzosos “vacunatorios vip” para inmunizar a conspicuos funcionarios del régimen, así como a impúdicos jóvenes, que ostentaban las dosis recibidas, que podían haber ido en tiempo y forma hacia la población en riesgo.
Permanencia en su cargo de la funcionaria que utilizó su posición para solventar, con fondos públicos, a su personal doméstico.
Agresión injustificada al campo, vía intento de expropiación de Vicentin, retenciones impositivas, o la increíble suspensión de las exportaciones de carne.
Política internacional sesgada, aislando al país con incomprensibles ausencias en pronunciamientos internacionales, entre ellos, condenatorios de violaciones a los derechos humanos.
Enfrentamiento con nuestros socios del Mercosur.
Catástrofe educativa, con cierres no igualados en el mundo, situación que aún en la actualidad subsiste, por ejemplo en la Universidad de Buenos Aires.
Esta triste enumeración muestra que el Olivosgate es una muestra más, que merece la más absoluta repulsa y reacción, expresada con energía, por parte de la población.
En este escenario, es de destacar el rol de la prensa independiente en cuanto a denunciar el estado de hechos; como su cara opuesta, no resultan audibles, salvo algunas expresiones parciales, reclamos consistentes por parte de la oposición, especialmente de los diputados y senadores, así como se extrañan las manifestaciones de la sociedad civil, que en su momento y a través de marchas, cacerolazos o cadenas en las redes expresaba con potencia su reclamo.
No obstante, cabe advertir que la Argentina debe preservar la estabilidad institucional por sobre toda otra circunstancia. Por ende, no puede reaparecer el lamentable “Que se vayan todos”, tristemente recordado de 2001.
A la ciudadanía argentina, en esta difícil coyuntura, le caben roles decisivos: en primer lugar hacerse oír con vigor, pero fundamentalmente impidiendo con su voto en las próximas elecciones el avasallamiento legislativo por parte del kirchnerismo gobernante, que podría llevar al país, en tal caso, a una situación límite.
La institucionalidad del país está en riesgo. Es deber de todos protegerla.
* Economista. Presidente honorario de la Fundación Grameen Argentina.