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CON GREMIOS, EMPRESARIOS Y GOBIERNO

El Papa hará doblete

La reunión que había anticipado PERFIL se hará el próximo 26. Tuvieron que esperar que recibiera primero a la Presidenta.

DULCE O AMARGO Cristina Fernández
| Pablo Temes

Finalmente, este venidero 26 el Papa recibirá a una delegación argentina, la misma que desconoció hace un mes y, a través del mensaje de una de sus amigas telefónicas, sostuvo que no estaba en sus planes ocuparse de esa gente y menesteres. Comprensivamente se deslizó que ahora lo inquieta otro tipo de necesidades universales (aunque dispone de tiempo para enviar un despacho felicitando a un juez federal, Sergio Torres, por un homenaje que le hicieron legisladores porteños).

La información desmentida apareció en la tapa de PERFIL y en La Nación, hecho por el cual ambos medios ingresaron a un Index de excomulgados mientras el Gobierno se burlaba de la presunta primicia. La volteada novedad hasta desconectó del mundo a un sacerdote de buen comer y cercanía con el Pontífice, Carlos Accaputo (a cargo de la Pastoral Social), uno de los que impulsaban el encuentro, quien alelado por el descarte dijo internarse en un interior tan distante donde no podía hablar y ni siquiera funcionaban los celulares.

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Junto al cura extrañado quedaron colgados del pincel en posiciones dudosas los viajeros: el ministro de Trabajo, Carlos Tomada; el titular de la UIA, Héctor Méndez; el sindicalista de la Construcción Gerardo Martínez y un gestor de voluntaria figuración a cargo de una cámara alimentaria, Daniel Funes de Rioja. Ese núcleo creyente había prometido asistir a la nonata cita vaticana bajo la consigna de dialogar sobre la reunión de la Organización Internacional del Trabajo, a la cual este año asistirá Francisco a principios de junio.

Como seriamente nadie –salvo los que viajan en general con pasajes pagos por otros– le otorga trascendencia a esta cumbre burocrática y de probada ineficencia, era plausible el encuentro y la imaginación indicaba que la excusa de la OIT inducía a que el Santo Padre bien pudiera bendecir un inicio de concertación argentina, objetivo que desde hace décadas (recordar a Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, entre otros) persigue la Iglesia en los momentos de crisis y cuando los gobiernos exhiben cierta incapacidad para administrar el poder.

Además, ya se ha vuelto un latiguillo la plañidera inquietud papal de “cuiden a Cristina” (para que complete el mandato), sus conversaciones con Ella, sugerencias y consejos derivados para la crisis justo cuando a la mandataria la acecha firmar decretos casi intolerables para el relato oficial en materia de tarifas, por ejemplo. Es decir, el dilema de racionar el gasto público como complemento de la devaluación y la suba extrema de tasas, o volver al proceso inflacionario.

Pareció atendible la primera suspensión del viaje tripartito: no podía ocurrir antes de que Cristina se trasladara, esta semana, a la Santa Sede. Era una incorrección diplomática, por lo menos. Una vez superado el capítulo presidencial, tal vez tenga sentido y dimensión la visita del 26 de empresarios, funcionarios y gremialistas, aunque habrá de insistirse en el perfil excluyente dedicado a la OIT. Ese tropiezo de fechas, sin embargo, desató una porfía interna de quienes se suponen más confiables para el Papa, amigos, religiosos, obispos, advenedizos y espontáneos que, remedando los tiempos de Perón en Puerta de Hierro (conviene recordar el origen político de Jorge Bergoglio, militante en su juventud de sectores cercanos a Guardia de Hierro, en el Bajo Flores), promovieron la intriga a favor de un delegado u otro, emisarios no del todo sanctos, mensajes y cartas varias e incomprobables mensajes clasificados en conversaciones en Santa Marta.

Un movimiento singular que se abastece por la inquietud casi deportiva y turística de tantos compatriotas, deseosos por fotografiarse con el Papa, transformarse en falsos influyentes, y tentados por descubrir los pliegues intelectuales de un jesuita a quien alguna vez apodaron Loyola (como el desenfrenado gran poeta francés Arthur Rimbaud calificaba a su amante e ingenioso vate, Paul Verlaine; mención estadística, no comparativa).

Lo cierto es que la contingencia opacó a Accaputo temporalmente y ha emergido como gestor un caballero de apellido Iribarne, no se sabe si Rodolfo o Miguel Angel. Ambos son laicos, peronistas, seguidores y difusores de la política vaticana, aunque el último está vinculado a la Universidad Católica, cara al cariño de Francisco y eventualmente una de las sedes convocantes si es que prospera la iniciativa del diálogo entre los variados dirigentes argentinos. Aunque la búsqueda de paz social seguramente guarda otras aspiraciones, tanto de la mandataria argentina como del propio vicario.

Hay quienes barruntan otras expectativas más terrestres para la entrevista de Cristina. Desde las cuestiones personales en la confesión a otra relacionada con la reforma de los códigos, el Civil con media sanción y el Penal que, sin entrar todavía al Congreso, ya fue demolido por la cuidada lectura que Sergio Massa realizó sobre el actual pensamiento de la opinión pública. En ambos hay referencias al aborto que le preocupan a Francisco y que, seguramente, tampoco satisfacen a Cristina, quien más de una vez se pronunció contra esa interrupción (aunque jamás se pronunció en forma tan abierta y terminante como su colega progresista, el ecuatoriano Rafeal Correa, enemigo del genocidio fetal).

Otro tema, más onírico quizá, sea la posible mención del problema de la deuda argentina con los holdouts en la posterior visita de Barack Obama a Francisco, unas semanas después, ya que la Casa Rosada entiende que podría ser clave el norteamericano para que la Justicia de su país el mes próximo no habilite el reclamo contante y sonante de los llamados fondos buitre (aunque se conocieron declaraciones últimas del canciller John Kerry que sugieren lo contrario).

Nadie considera esta demanda como una misión para el Papa, a pesar de la informalidad que rodea todos sus encuentros con presidentes, sobre todo con alguien poderoso y casi desconocido en lo personal que anida en su tierra, un clero que fue decisivo para la elección de Francisco. Menos desde que la Corte Suprema argentina esta semana se despachara con una sentencia –cuya urgencia se desconoce– que por cuatro votos rechaza un fallo del juez Griessa, renueva la amenaza del default, tal vez alerte a posibles acreedores externos y a la cual casi no se le dio importancia pública.

Lo cierto es que, más que nunca y por necesidades obvias, el odiado Bergoglio se ha convertido en el amado Francisco. Delicias del kirchnerismo.