COLUMNISTAS
La economia, cerca del infierno

El papa Moreno

La Presidenta sigue haciendo lo que aconseja el secretario. Puede haber tensión con la Iglesia.

DE TERROR. Guillermo Moreno. DIBUJO: PABLO TEMES.
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Las tensiones económicas no ceden. Las políticas, tampoco. Por más intento que haga la Presidenta de imbuirse del “espíritu papal”, la esencia del kirchnerismo no cambia. Falta de diálogo, hostigamiento al que piensa diferente y necedad. La incertaidumbre sobre el rumbo de la economía persiste. Hablar de rumbo económico es una falacia, ya que la economía no tiene rumbo. Todo se limita a una sucesión de parches. Entusiasmados con el gran movimiento turístico de este fin de semana, desde el oficialismo aprovechan para negar los problemas. La base del problema no es el dólar blue. Ese es un síntoma. A ese valor, muchos productos ganan competitividad. Al del dólar oficial, la pierden. La causa que ha llevado a ello es la inflación. Es algo que hasta Guillermo Moreno reconoce. El caso es que la negativa a aceptarlo públicamente ha llevado a una cadena de errores de la que cada vez se hace más difícil salir; es lo que sucede con el acuerdo de precios.

El Gobierno, como siempre, se ve expuesto a la contradicción. Se habla del congelamiento como algo exitoso. Lo que se logró fue una desaceleración de la inflación en Buenos Aires y algunas otras zonas, pero no un congelamiento de precios. Tanto es así que Moreno debió autorizar aumentos de algunos productos. La evolución de los precios es mucho más errática en las provincias. La medida, electoralista, busca además poner techo a las paritarias. Sobre lo electoral ilustró la secretaria de Defensa del Consumidor, Lucila “Pimpi” Colombo, cuando señaló que el acuerdo terminaría antes de fin de año. Sobre los límites salariales, el Gobierno se encontró con que la Unión Obrera Metalúrgica –oficialista– se despachó con un aumento del 35%.

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El protagonismo de las decisiones económicas ha pasado por Moreno. La Supercard es el invento de estas horas. Es producto del apriete. Va a ser financiada con dinero que debía ir a inversión productiva, cuyo volumen no para de caer. El costo real de esta operatoria nadie lo conoce. La idea es que con el ahorro en comisiones los supermercados puedan mantener los precios. Es algo de corta vida. Los supermercados seguirán haciendo su negocio. La gente, no se sabe.

A principios de la semana, cerca del Gobierno se hablaba de tres posibles alternativas para enfrentar el creciente deterioro económico. Una, atribuida a Axel Kicillof, proponía un desdoblamiento del mercado cambiario y hasta la evaluación de un posible cambio de moneda.

Otro de los planes en danza respondía a una orientación más ortodoxa y tenía el aval de los devaluados Hernán Lorenzino, ministro de Economía, y Amado Boudou. En este caso la propuesta tenía también una cuota de audacia: pedir un crédito de 15 mil millones de dólares con financiación a una tasa del 8% anual para dejar de emitir moneda, apurando en paralelo un gran acuerdo entre la CGT oficialista y los empresarios. Parece difícil que haya quien quiera prestarle a la Argentina esa suma a esas tasas. Ni Hugo Chávez lo hizo: compró bonos argentinos al 15% anual.

La tercera variante se vinculaba a Moreno. Consistía en el aprovechamiento del acuerdo de precios para aumentar las tarifas, dejar de emitir moneda y acelerar el ritmo de la devaluación.
La Presidenta ha rechazado la mayoría de esas propuestas y algunas otras más. La única aceptada ha sido, como siempre, la de Moreno.

Mientras, el proceso de esmerilado de Daniel Scioli no se detiene. En la semana le dieron desde todos los costados del oficialismo. La voz más clara fue la de la diputada Diana Conti, que expresa lo que el kirchnerismo siente, piensa y proyecta pero no puede decir en público. Baste recordar que fue ella quien primero salió con la idea de “Cristina eterna”, que hoy es el objetivo oficialista. El alineamiento que le pidió al gobernador significa la renuncia a sus aspiraciones presidenciales. Como no lo han logrado a través de la persuasión, lo que viene es la acción. La asfixia económica complica a Scioli y amenaza con dejarlo sin gestión.
En el medio transcurre la “papamanía”, de la que el Gobierno también espera sacar rédito. Por lo pronto, una de las decisiones que tomó la Presidenta en sintonía con este nuevo estado de ánimo es poner freno a algunos de los puntos del proyecto de reforma al Código Civil.

Tiene el kirchnerismo un verdadero desafío allí. La designación de monseñor Mario Poli como arzobispo de Buenos Aires marca una línea de continuidad muy fuerte con el trabajo social de la Iglesia. Es ese trabajo profundo y sistemático del entonces cardenal Jorge Bergoglio el que sorprendió y descolocó a la Presidenta.

El otro tópico sobre el que insistirá la Conferencia Episcopal es el institucional. Quienes en el Gobierno no tengan presente el significado de esta postura deberían releer el último documento del organismo eclesial. Titulado Creemos en Jesucristo, Señor de la historia, dicho documento señala que a casi treinta años de la recuperación de la democracia “los argentinos corremos el peligro de dividirnos nuevamente en bandos irreconciliables. Se extiende el temor a que se acentúen esas divisiones y se ejerzan presiones que inhiban la libre expresión y la participación de todos en la vida cívica”. Además, alerta sobre “el exceso de caudillismo, que atenta contra el desarrollo armónico de las instituciones, acentúa su deterioro y menoscaba cada uno de los poderes del Estado, tanto en el orden nacional como en el provincial. Esto es particularmente delicado cuando se trata de la independencia del Poder Judicial”.

¿Hará la Presidenta una relectura de esto? Si insiste con la re-reelección, la “democratización de la Justicia” y otros menesteres, la respuesta a este interrogante clave para el presente y el futuro de la argentina será “no”.