COLUMNISTAS
balance negativo

El peor fútbol del mundo

Entre la novela de la llegada de Simeone a River y la derrota de Boca con el Milan, casi nos olvidamos del Torneo Apertura 2007 que ganó Lanús. Fue de lo peor que se vio, al menos para los que andamos entre los 40 y los 50 años.

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Entre la novela de la llegada de Simeone a River y la derrota de Boca con el Milan, casi nos olvidamos del Torneo Apertura 2007 que ganó Lanús. Fue de lo peor que se vio, al menos para los que andamos entre los 40 y los 50 años.
El nivel del torneo local es la marca en el orillo de un fútbol pauperizado como nunca. Y el problema es mayor, si pensamos que Julio Grondona cree que todo va bien, que los jugadores suponen que los equipos son excelentes y que los periodistas inventan emociones donde no las hay. Un día de estos vamos a relatar o a comentar sobre matemáticas. Creen que un torneo es “apasionante” porque hay diez equipos separados por pocos puntos. Esta estrechez en la tabla se dio porque no hubo un solo equipo capaz de hacer diferencia con su fútbol. No es que el Apertura fue “bueno y parejo”. El fútbol argentino es mediocre, sin jugadores capaces de superar el miedo de tener que ganar, mal arbitrado, mal conducido y con hinchas que cada vez se portan peor.
El caso más claro es el de Independiente. Cada vez que tuvo que ganar para sacar una luz de ventaja, perdió. Fue primero durante doce fechas y terminó noveno. Pero no fue el único. Tigre fue a la cancha de Lanús a jugarse su chance y perdió. El propio Lanús tenía que ganarle a Argentinos Juniors para afirmarse de una vez y empató, aunque mereció perder... y de local. Banfield jugaba el clásico con Lanús de local para ponerse en camino y perdió... Boca fue a jugarse los últimos cartuchos a la cancha de Arsenal y perdió.
Huracán hizo una “gran campaña”, dicen. Pero cambió dos entrenadores. Mohamed –el primero– se fue denunciando que los jugadores profesionales no tenían agua para ducharse después del entrenamiento. Ardiles, quien lo continuó, terminó a los gritos con el presidente Babington y dio un portazo. Por supuesto, no le pagaron y hasta le cobraron un pasaje desde Inglaterra, que Ardiles había abonado de su propio bolsillo.
¿Vélez? El técnico fue La Volpe, a quien no se le perdonó nunca –ni hinchas ni periodistas– que haya perdido un título con Boca. Entonces, cada vez que Vélez perdía (porque sus jugadores de visitantes estaban muertos de miedo y porque los árbitros lo perjudicaron más allá de lo soportable) la cabeza de La Volpe pendía de un hilo. Eso sí: cuando Vélez ganaba, la pregunta era “¿por qué no gana de visitante, La Volpe?” Por supuesto, La Volpe es responsable de haber traído a futbolistas que no rindieron como merece Vélez, como podrían ser los casos de Santiago Silva (llegó en la quinta fecha) o Gustavo Balvorín.
No es todo. Hoy, Racing está tomado por empleados que tienen la loca idea de que la empresa les pague por lo que trabajaron. Blanquiceleste SA está dejando un tendal. Racing Club Asociación Civil es el principal “beneficiario” de las actividades de Blanquiceleste. Por eso, el día en que lluevan los juicios y los reclamos, éstos caerán sobre Racing, no sobre la empresa. Blanquiceleste no salvó a nadie. Se hizo cargo de una situación y la está complicando.
River le debe a cada santo una vela. A los jugadores, hace casi un año que no les paga primas ni premios. Daniel Passarella está muy interesado en cobrar todo el año 2007. Por supuesto, el millón de dólares que arreglaron con Simeone van a debérselo. Esto sin contar el destino incierto de grandes sumas que entran al club y que no se reflejan en obras ni en la cancelación de obligaciones. El presidente José María Aguilar, además, reconoció que River le pagaba 10.000 pesos a un periodista por “asesoramiento institucional” y que, cuando dejaron de hacerlo, empezó a tratarlo mal en la crítica. En el fútbol argentino cambalache de hoy, el periodista sigue trabajando como tal y Aguilar continúa como presidente de River, sin que a nadie se le ocurra juzgarlo por semejante violación a la ética. Aguilar y Mario Israel son otros dos dirigentes a quienes la prensa trata como si fueran prohombres.
Por no pagarle lo convenido, Colón está por perder a Freddy Grisales, su mejor jugador. Gimnasia cambió de autoridades, después de caer sin pausa. Rosario Central y Newell’s están con peligro de descenso, aun cuando siguen siendo los mayores proveedores de futbolistas del país.
La Selección argentina tiene un diseño táctico antiquísimo y un técnico intolerante, pero decirlo puede costarle el trabajo a algún periodista, como le sucedió a Román Iucht.
Podríamos seguir. Los estadios son inseguros, cada vez concurre menos gente, los campeones de estos ridículos torneos de tres meses juntan cada vez menos puntos y muestran un juego olvidable (Lanús incluido). Los descensos se definen con el sistema de promedios y promociones, ya en desuso en el fútbol civilizado del mundo.
Se dice falsamente que los jugadores se van “por la situación económica del país”. Se van porque los clubes no reciben lo que debieran en la repartija de la plata de la tele y de los partidos de la Selección, y porque hay una gran cantidad de dirigentes que se llevan a casa dineros que no le corresponden. Así no hay plata que alcance.
No hay señales claras de que esto vaya a cambiar. Si entendemos a la Argentina como un integrante del primer mundo futbolero, tenemos el peor fútbol de todos.
Ojalá que, al menos nuestros hijos, lo vean de nuevo en el lugar en donde lo vimos nosotros.