COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

El periodismo de trinchera vuelve vestido de pandemia

20211226_francesc_de_carreras_cedoc_g
De Carreras. Un periodismo “que contempla la realidad como un campo de batalla”. | cedoc

“La verdad es un espejo que se quebró en la noche de los tiempos. La tarea cotidiana del periodista consiste en intentar recomponer el espejo roto para acercarnos a la verdad entera. A menudo, como es ahora el caso, tenemos la tentación de saltar sobre el espejo para hacerlo añicos y deformar aún más la imagen del otro (Todorov dixit). Se impone el relato en caliente, una determinada cosmovisión. Un universo simbólico, en suma, que coloniza transversalmente toda la información y todos los formatos”.

La cita es del periodista catalán Rafael Jorba y forma parte de un intresante artículo que publicó años atrás en el diario La Vanguardia de Barcelona acerca de la creciente influencia que tiene en los medios (de España y de buena parte del mundo, Argentina incluida) esto que ha dado en llamarse periodismo de trinchera o –con un tono local– periodismo militante.

Es una deformación llevada a extremos lamentables de lo que debemos entender por este oficio. Decía el colega Francesc De Carreras en una nota en El País editada por aquellos tiempos (¡mediados de 2017!): “¿Qué es el periodismo de trinchera? –preguntaba–. No hacen falta muchas explicaciones, su propio nombre lo indica. Es aquel tipo de periodismo que contempla la realidad como un campo de batalla en el que se enfrentan buenos y malos y en el cual el periodista, apostado siempre en la trinchera de los buenos, tiene por misión disparar únicamente contra los malos”. De Carreras fue más allá en sus planteos: “El periodismo, visto de esta manera, es una forma de hacer la guerra: primero hay que tomar partido, escoger bando y, una vez situado en el mismo, el bando bueno, disparar tus balas –noticias y opiniones– para aniquilar a los malos: nada debes decir a su favor, todo lo que vaya en su contra vale, el contrario es tu enemigo y al enemigo, ya se sabe, ni agua. Con los buenos, los tuyos, la actitud debe ser absolutamente a la inversa”. 

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Se aplica, por estos días, tanto a la política como al drama derivado de la pandemia. A uno y otro lado de la grieta se dispara munición gruesa entre quienes defienden a ultranza las decisiones y actitudes del Gobierno y sus principales protagonistas, y los que las rechazan a libro cerrado, sin interés –en ambos casos– por los matices. El tema del pase sanitario, una suerte de neodocumento para acceder a determinadas actividades sociales, deportivas, gastronómicas, es uno –solo uno– de los ingredientes que alimentan esta guerra mediática. Y digo mediática porque no involucra solo a periodistas sino también a quienes publican y difunden sus piezas informativas o de opinión. Hay, para mal de todos, un creciente deterioro en el procesamiento de los datos que deben alimentar un artículo, sea por el medio que fuere. Y se suma a ello cierta superficialidad en el desarrollo de las notas.

Así, lo que queda sin sustento es el resultado del oficio, revistiendo con información falsa o sesgada el núcleo duro de la realidad: cuando el calor crece, crece y de manera alarmante el número de casos detectados. De un lado, se minimiza ese hecho considerando que la vacunación y cierto respeto por las normas sanitarias hace menos grave la situación actual en la Argentina. Pero no deja de ser alarmante y mal predispone con los ojos en el futuro cercano, cuando las temperaturas bajen, llegue el invierno y se enciendan las alertas rojas con eje en la Europa de hoy. 

La cuestión central es la verdad. ¿Hay verdad cuando solo se toman los datos que respaldan a tirios o troyanos, sin que importe cuánto se acercan a ella unos y otros? Está claro que en cada caso hay una doble vara para medir las consecuencias posibles del momento sanitario actual. Unos defienden el derecho individual a circular libremente, sin ataduras, y otros comparan las limitaciones generales con reuniones sin protección, encuentros multitudinarios, estadios llenos de público, festejos en ámbitos oficialistas u opositores. 

En el medio está la gente.