En los últimos meses escuchamos muchas historias acerca de Islandia, que será nuestro primer rival en el Mundial de Fútbol. Leímos sobre cómo una nación con deportistas amateur pudo clasificarse al torneo más exigente del planeta, y disputar de igual a igual con una selección millonaria como la nuestra. Veamos qué se esconde atrás del ¿milagro? islandés.
Entre 1998 y 2016, el porcentaje de islandeses de 15 y 16 años que consumía alcohol con frecuencia bajó del 42% al 5%, el consumo diario de tabaco cayó del 23% al 3%, y el de marihuana bajó del 17% al 5%. A simple vista, estos resultados parecen realmente sorprendentes. Pero detrás de ellos se esconde la mano del Estado, a través de una política pública llamada Juventud en Islandia.
En este caso, promover actividades deportivas fue la estrategia más efectiva para prevenir la delincuencia y el uso de las drogas. La vida de los jóvenes pudo cambiar con la ayuda del Estado a través del deporte, que resultó ser la herramienta más útil en la educación juvenil y la formación de valores personales.
Sin embargo, las ventajas del deporte no se quedan allí. La relación entre la salud y la actividad física es casi obvia y conocida por todos, y los resultados están avalados por asociaciones médicas de todo el mundo. Haciendo un rápido recuento de diferentes estudios mundiales, está probado que el deporte quema colesterol, aumenta la resistencia cardiovascular, mejora el estilo de vida y evita enfermedades crónicas. También moldea el carácter y aumenta la autoestima.
Según la Organización Mundial de la Salud, nuestro país se encuentra primero en el ranking regional de obesidad infantil, una problemática que aqueja a uno de cada diez niños. Y es la misma organización la que aconseja inculcar buenos hábitos alimentarios y deportivos como la principal solución.
Por otra parte, la inactividad física constituye el cuarto factor de riesgo más importante de mortalidad global. Se estima que cerca de 6 millones de personas mueren por año en el mundo por una falta de ejercicio regular.
Tomando estos índices, y en pos de la búsqueda de mejorar la salud de la población, el gobierno islandés comenzó a recaudar fondos para organizar actividades deportivas universales. Sumado a la baja del consumo de drogas y alcohol antes mencionado, los chicos y adolescentes islandeses obtuvieron otras maneras de estar en grupos, y el gobierno se aseguró de que todas las familias, especialmente las de bajos ingresos, pudieran participar de ellas.
La base de Juventud en Islandia no fue creada dentro de las paredes del Parlamento. La clave fue el diálogo cercano que existió entre la política, los padres y las escuelas, por un lado, y los académicos y científicos por el otro. El gobierno contó con la participación de los padres en audiencias públicas realizadas en centros educativos. Pero, por sobre todo, la política fue basada en la evidencia dura propuesta por la ciencia, que proveyó una base más certera sobre la que legislar.
El esfuerzo puesto en el deporte hace veinte años tuvo sus frutos para los islandeses. No solo pudieron alejar a los chicos de la calle, el alcohol y las drogas; también mejoraron los índices de salud nacionales. Cada euro invertido en actividad física le proporcionó al Estado un ahorro de tres euros en consumo de medicamentos. Además, a nivel de resultados deportivos, Islandia clasificó este año por primera vez al Mundial de Fútbol (tras haber ganado la Eurocopa 2016), y consiguió triunfos inéditos en su historia en básquet y gimnasia.
Tenemos que tomar nota de la experiencia islandesa y, cuando miremos el partido del Mundial, saber que detrás de esa selección milagrosa hubo algo más que suerte. El Estado y la clase política detectaron un problema y encontraron en el deporte una herramienta eficaz para solucionarlo. La experiencia de Islandia nos tiene que inspirar.
*Diputado de la Nación.