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DESPEDIDA

El poeta murió el amanecer

Ya no se usa despedir a los colegas que se van. Y menos en una sección de ideas, donde todo dolor se oculta bajo un manto de actualidad. Pero se nos acaba de ir Daniel Chirom (1955-2008) y eso es actual, y amerita estas líneas.

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Ya no se usa despedir a los colegas que se van. Y menos en una sección de ideas, donde todo dolor se oculta bajo un manto de actualidad. Pero se nos acaba de ir Daniel Chirom (1955-2008) y eso es actual, y amerita estas líneas. Porque el autor de Candelabros y tantos otros libros de poesía también fue abogado, periodista, antólogo, editor, director de la revista El Jabalí, jefe de prensa de Visa por años y columnista de PERFIL. Uno de los pocos hombres de letras capaces de tender un puente de plata entre los números y las artes, con una amplitud mental inédita. Y de una amabilidad insólita. Nos lo decíamos el uno al otro, en el velatorio, con Horacio Salas: “Nunca habló mal de nadie. Ni siquiera de los malos. Llegaba a defender a los indefendibles, encontrándoles siempre un rasgo positivo”. Para él, la creación estaba a salvo del rencor. Y su memoria de elefante, como su estado de permanente información global, era asombrosa. Un verdadero lector de medios. Un tipo moderno, eternamente joven y entusiasta de los acontecimientos humanos, más allá de sus raíces. Nos vimos por última vez en la presentación de Julian Barnes, en el MALBA. Flaco, ojos más transparentes que nunca, hablamos de su tema favorito: el otro, la persona que tenía frente a sí. Uno, no él. La noticia me la dio Andrés Alcaraz, ex Telefónica, que dos días antes me había maileado: “Estoy dando clases en un máster de la UCES, a donde llegué, lamentablemente, porque nuestro común amigo Daniel Chirom, que tiene una cátedra allí, me pidió que lo reemplazara mientras él le da batalla a un cáncer tenaz”. En el velorio estaban sus cofrades del Siestáculo, reunión sabatina de escritores: Salas y Jorge Andrade, Santiago Sylvester, Vicente Battista, Marcelo Zamboni, etc. Y Jorge Cohen, que ante mi cristiana inquietud ante el féretro cerrado me contó cómo se despide a un varón judío: previa sepultura, diez hombres probos, mujeres exentas, asisten a la higienización del cuerpo. Luego, el misterio. Como el mismo Daniel lo dijo, vía verso de Panero: “Detrás de la muerte está la infancia otra vez”. Que así sea, caro amigo.


*Escritor y periodista.