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El porque sí sin sustento

Ha de haber, y en un buen número, quienes declaraban hasta hace muy poco que las categorías de izquierda y derecha estaban completamente superadas, perimidas, agotadas; que quienes las empleaban “atrasaban” y eran merecedores del mayor desprecio. Pero ahora esas mismas personas dicen derecha, y dicen bien, cuando hablan del avance de las políticas más reaccionarias y serviles con los grupos de poder, y activan el bruxismo, no ya de los dientes, sino de las encías y hasta de las mandíbulas, apretando la palabra “zurdos” con descargas de rencor biliar.

También decían, hasta hace muy poco, que el socialismo había concluido, por completo y para siempre, con la caída del muro de Berlín; y que quienes sostenían por convicción esa clase de ideas, aun discrepando eventualmente con la experiencia soviética signada por el stalinismo, “atrasaban”, no se enteraban, vivían una fantasía extraviada. Pero ahora esas mismas personas dicen ver el mundo entero en manos del socialismo, bajo un dominio rojo flagrante y total que solo un país del orbe enfrenta y detendrá: la Argentina, sí. La Argentina.

¿Cambió acaso tan prontamente la realidad política del mundo? ¿Cambiaron ellos tan prontamente su visión personal de las cosas, el repertorio de sus categorías de análisis? Tal vez no, no las cambiaron. Tal vez mantienen una misma tesitura, en el trazo de una línea continua de perfecta coherencia: antes hablaban por hablar, repetían sin pensar, se lanzaban a decir cualquier cosa, se complacían en la petulancia de su porque sí sin sustento, y ahora hacen exactamente lo mismo, lo mismo y de una misma manera.

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